jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Y SI SON ELLOS LOS QUE VIENEN A SALVARNOS A NOSOTROS?




Es muy triste el espectáculo que está dando la Unión Europea en el trato a los que huyen de la guerra, el terror o el hambre. Las imágenes que se suceden en nuestras pantallas, están obteniendo dos resultados en la población. Por un lado la habitual avalancha de indignación, tan masiva como inútil, en las redes sociales. Está muy bien compartir la foto del niño ahogado en las costas turcas y aprovechar para dar fe de nuestra indignación. ¿Y después? Después nada. Muchos de esos indignados virtuales, volverán a votar a los que modifican la Constitución para que sea prioritario ayudar a los bancos alemanes, antes que a todos estos desgraciados. Otro efecto más perverso de esas imágenes es ir acostumbrando a nuestro hígado a este nuevo horror hasta hacerlo asimilable.
Desde África y Oriente, llegan a la rica Europa trenes y pateras cargados de desesperación y esperanza a partes iguales. Solo nos fijamos en la desesperación, tratamos a los ocupantes de esos trenes y esas pateras como un problema, un grave problema y a duras penas llegamos a acuerdos miserables de reparto de ese problema. Desaprovechamos su esperanza y la convertimos en resignación, desilusión e incluso odio.
De todos modos antes de acoger a todos estos refugiados del hambre y la guerra, lo primero que deberían hacer los dirigientes de la UE, del FMI, de la ONU y del resto de merenderos de negreros, es comprometerse a no volver a organizar acciones militares tan brillantes como las de Irak, Yugoslavia, Afganistan, Irak (otra vez), Líbano, Libia y Siria que son el germen de esta crisis humanitaria. Después de eso ayudar a los que sufren las consecuencias de sus intromisiones imperialistas y volcarse en los males endémicos de África y Oriente Próximo, no debería precisar de Conferencias Internacionales o Reuniones extraordinarias del Eurogrupo; debería ser automático. Aunque para ello, esos dirigentes deberían valorar la justicia y los derechos humanos tanto como valoran los balances de resultados, y no es el caso.
Pero incluso teniendo en cuenta solo los factores económicos esta pobre gente no debería ser tratada como un lastre, en realidad ellos pueden ser nuestra salvación. Si nuestros mediocres gobernantes miraran un poco a largo plazo, verían que podemos estar ante una oportunidad de subsitencia para la UE.
El verdadero reto que se plantea en Europa no es la crisis económica, la dependencia energética o sus cada vez más conflictivas fronteras. Lo que amenaza con el colapso a Europa y en concreto a España es el envejecimiento de la población. Visto con amplitud de miras y mentalidad matemática, acoger a los jóvenes que huyen de la guerra o el hambre podría ayudarnos. Desde África llega una selección natural de los más fuertes y los más inteligentes, esos pocos que logran superar todos los obstáculos y desde Oriente llegan familias que traen los niños que, si les damos un futuro, podrán ayudarnos a mantener el Estado del Bienestar en la próxima generación.
Es verdad que para resolver ese problema hay otras soluciones; por ejemplo la opción japonesa, pedir por favor a los viejos que se mueran, otra imaginativa podría ser aumentar la natalidad saboteando uno de cada diez preservativos y luego está la más fácil de todas, la que no requiere grandes esfuerzos mentales, obligar a los trabajadores a estar en activo hasta los 75 años. ¿Qué solución escogeremos?