lunes, 27 de junio de 2016

LA ISLA DE LAS CULEBRAS




La isla de las Culebras:

¿una novela de aventuras?
¿una novela histórica?
¿una novela de intriga?
¿una novela romántica?

Una novela.

Más información de la novela en este enlace.

Consigue tu ejemplar en las siguientes librerías: Quiosc Carlos (Castellón), Argot (Castellón), Clarión (Castellón), El passeig (Castellón), Noviembre (Benicàssim), Ausiàs (Vila-real), Amics (Onda) y Primado (Valencia).

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lunes, 20 de junio de 2016

PRIMAVERA DE MICRORRELATOS INDIGNADOS 2016 (REFUGIADOS)



La Primavera de Microrrelatos Indignados pretende que, el 20 de junio de 2016, la red se llene de microrrelatos que traten sobre los refugiados de cualquier punto del planeta. Los microrrelatos podrán denunciar el desarraigo que padecen, las causas de su situación, la inacción del primer mundo, las injusticias, desprecios y humillaciones que sufren en los asentamientos donde sobreviven o cualquier otro aspecto relacionado con su vida.


Si quieres participar deja el enlace a la web o blog donde aparece tu relato en un comentario de esta entrada o manda tu relato a: microrrelatosindignados@gmail.com antes de las 22:34.


A continuación aparecen los microrrelatos recibidos y los enlaces con el resto de blogs participantes en los que se pueden leer más microrrelatos indignados:

Nur y Salim son ciudadanos rohingyas en Birmania, que cansados de vivir de forma infrahumana en el campo de refugiados de Kutupalong, deciden huir hacia Malasia en barco. Unos traficantes de personas organizan viajes en barcos desvencijados que operan desde el puerto de Sitwe. Ya embarcados los días van pasando, los alimentos que llevaban se acaban. También el agua. Las condiciones higiénicas son terribles. Toda la cubierta está llena de excrementos orines y vomitonas. Quienes tienen tiempo de llegar a los laterales del barco, hacen sus necesidades en el mar, los que no pueden, o no llegan, lo hacen donde les pilla.
Ya son muchos días. Mucha gente. La falta de alimentos y agua pasa factura a los más débiles. Están teniendo que beber sus orines y comer cuerda de los aparejos de pesca. El olor es insoportable. Salim y Nur ven como su barco escora terriblemente hacia un lado. Empieza a entrar agua. Los gritos de los que ocupan la bodega llegan a sus oídos. Los que se encuentran tumbados en ella, por el desfallecimiento que padecen, van siendo cubiertos por el agua que entra a raudales por la cubierta. Se ahogan sin poder ofrecer la más mínima resistencia, ni luchar por su salvación. La pareja, a la vez, entra en un túnel de luz que los va absorbiendo. Pasan por sus cabezas imágenes de su niñez en el campo de refugiados. Sus jóvenes corazones, que hace unos meses empezaron a latir juntos, dejan de hacerlo también a la vez.

Juan Varona Pascual (España)

OTRA VEZ

Malditas sean las guerras y quienes las hacen. A mis ochenta años apenas puedo caminar y tengo que huir de mi hogar, con mi hijo y mis dos nietas gemelas de cinco años, para salvar nuestras vidas. Atrás quedan los cuerpos destrozados de mi otra hija, mi yerno y sus dos hijitos, muertos por los bombardeos a la ciudad hace unos días.
Después de días caminando, pasando hambre, sed, frío, muriendo muchos de nosotros por el camino, se nos retiene a la fuerza en campos, que yo no llamaría de refugiados sino de concentración, como si fuésemos animales o portásemos la peste. No se nos deja buscar una oportunidad de tener una vida mejor, y si volvemos atrás lo más probable es que muramos por falta de alimentos, medicinas o por la guerra que nos expulsó de nuestros hogares. Como dice un refrán: “si salimos de la sartén caemos en el fuego”.
Estoy viviendo por segunda vez este infierno, y lo que nos está pasando hoy aquí, en la frontera de Turquía con Grecia a los que huimos de Siria, es exactamente igual que lo que me ocurrió aquella primera vez hace setenta y cinco años, cuando con cinco años y de la mano de una mujer que me acogió, crucé la frontera entre España y Francia en marzo de 1939, ya que justo un año antes perdí a mis padres y hermanos en los bombardeos de Barcelona.
Cuando emigré a oriente nunca imaginé que volvería a sufrir todo aquello.

Juan Fran Núñez Parreño (España)


CUANDO NO QUEDA CASI NADA DE NADA

Nada significa en su lengua generosa. Este era el nombre de una niña de siete años que viajó por primera vez en avión, tras atravesar bastantes puertas sucesivas, acompañada de una señorita extranjera muy bien vestida. En cuanto se acomodaron en sus asientos, la chica elegante se tomó varias pastillas de golpe. Nada comprobó enseguida, al acariciarle el brazo, que dormía. Durante las horas entre nubes le habló con el pensamiento a su jirafa de peluche sobre todo lo que le esperaba: una casa con otros niños que serían como sus hermanos, ropa, meriendas, un colegio lleno de amigos…
En el taxi, la pequeña pensó que en su país aquella mujer era muy distinta. En cuanto entraron en un edificio igual a otros muchos, la joven europea la dejó sola en una sala casi por completo metálica. Le dijo que iban a vacunarla. Con mucha rapidez, un hombre le inyectó una jeringuilla entera sin mirarla apenas. Le indicó después que se echara en una camilla. En cuanto se le durmió la sonrisa, su jirafa le cayó de la mano al suelo. Le pararon el corazón y le extirparon las córneas, los riñones, el hígado, los pulmones, los intestinos, el páncreas y su contador de latidos. Apenas quedó nada de Nada, le quitaron hasta la sangre, los huesos y la melena.
Ahora ya no es necesario que Nadie haga un trayecto similar porque cerca de su campo de refugiados hay una sala de despiece.

Rosario Raro (España)


EL PROBLEMA

Al fin divisábamos aquella diminuta playa. Era nuestra tierra de promisión. Arrastrábamos, cansados, los escasos enseres que para pasar aquella jornada nos habíamos pertrechado.
El camino era angosto. Sinuoso. Polvoriento. Los niños iban delante para acoplarnos a su marcha y solo llevaban un juguete cada uno. Para ir tan lejos, no podíamos permitir que cargaran con todo lo que quisieran.
Tanto tiempo soñando con aquel día. Tantas penurias pasadas en el pasado reciente. Nos merecíamos llegar allí para encarar el futuro próximo con una nueva esperanza. Orillábamos la costa y al dejar atrás el ultimo farallón que daba la bienvenida por el oeste, vimos nuestro destino.
Pero también vimos de pronto los uniformes. Nos impidieron de forma brusca continuar. Las vallas y las armas en silencio nos pararon de inmediato. Cerca, fondeada, una lancha de la guardia costera.
Todo el esfuerzo y la esperanza estaba a punto de ser baldío. Después de tanto esfuerzo, nos topamos con la indiferencia y la incomprensión.
De repente, la radio incrustada en el cinturón de uno de ellos y que dormía hasta ese momento al lado de la pistola habló con con un tono metálico. “Ya los hemos retirado, los demás están embarcados.” oímos de manera clara. “Veinticuatro empapados, pero vivos. Cinco muertos, tres de ellos niños” prosiguió. “La playa está limpia. Pueden abrir”, sentenció.
Y los guardias, igual de indiferentes, quitaron los obstáculos.
Pasamos. Por fin podíamos disfrutar de aquel merecido día de descanso en aquel paraíso de aguas cristalinas.


Orlando Rodríguez Santana (España)


LLUEVE SANGRE


Una multitud se agolpa en la falda de la montaña. Su altura les permite ver la tierra prometida, a través de la malla metálica situada en la parte superior del muro de hormigón, culminada por una concertina de afiladas cuchillas.
Jirones ensangrentados de tela multicolor que penden de esas cuchillas como banderas vergonzantes, bailan su danza macabra al ritmo de una leve brisa. Al otro lado, la simple presencia de personal armado, intenta en vano persuadirles. La irresistible fuerza invisible del hambre, la miseria, las enfermedades, la destrucción y la guerra, les empujará irremediablemente a intentarlo una y otra vez.
Cae la tarde y sus voces entonan un monótono canto que se repite hasta bien entrada la noche. En ese canto invocan a sus antepasados y ruegan la protección de sus Dioses. Esos mismos Dioses que un día les abandonaron a su suerte.
Cuando cesan se hace un impresionante silencio, solo roto por el tenue rumor de voces y el avance de pisadas que pretenden, sin conseguirlo, ser silenciosas.
De repente, cientos de siluetas humanas aparecen encaramándose a la verja desafiando la altura y las cuchillas. Sus voces ya no cantan. Ahora, los atrapados en la concertina emiten gritos desgarradores y del cielo caen grandes gotas rojas, calientes y viscosas. Llueve sangre.
A la mañana siguiente, una multitud se agolpará en la falda de la montaña y muchos más jirones ensangrentados volverán a bailar su danza macabra.
Y en este lado, personal armado tratará en vano de persuadirles…

José Luis Chaparro González




LA PALOMA

Abatida, destrozada, las alas rotas, desplumada herida se encontraba en el lugar donde solo esperaba a la muerte.
Había perdido el sentido de la dirección mientras flotaba y una ola le había tirado empujándole hacia una isla de rocas gigantes, donde al final a la orilla en los arenales infinitos en la dirección de las nubes, otras aves a gran altura volaban.
En el aturdimiento intento tomar vuelo, una y otra vez, pero las gigantes olas hacían lo que querían con su diminuto cuerpo, pero un día despertó en estado de recuperación mientras iban sus heridas siendo curadas por la hechicera que le había encontrado.
Con otros curanderos que iban a mirar la llegada de las torturas cuando iban a depositar huevos, en las noches de luna llena y de amaneceres infinitos donde el sol parecía llamaba los espíritus de los pájaros y de vuelta su espíritu, se convirtió en paloma mensajera hasta que un día le toco hacer un favor llevar una carta hasta la Haya en Holanda donde había la carta iba dirigida a un juez amigo de la Corte el contenido describía como habían sido ejecutados pueblos originarios.
Así los jardines del palacio cruzo y deposito la carta en la caja de correo del palacio de la Haya y habiendo cumplido promesa a aquellas gentes victimas de gobiernos racistas de turno conoció en los jardines otras palomas mensajeras quedándose a vivir en Amsterdam es parte ahora de la mandada pájaros que vuelan Oostenburgerpark.

Semíramis Guillén (España)


EL MAR ES NUESTRO, DE TODOS


En la noche, un ruido.
La explosión de una bomba, toda la familia se escurre. Ropa y zapatos en la bolsa. Luego directamente al mar. Escape a la playa, con un esfuerzo extremo de esperanza. En el barco, al mar. En los brazos de la mamá, la niña ahora está segura, la cabeza hundida en el pecho, sus ojos cerrados para conservar el recuerdo de la playa que se va, de la casa destruida.
El ruido de las bombas es sordo, las manos de su madre le protegen las orejas.
El mar la mece, teñido de rojo. Ahora está descansando, no tiene miedo, cerca de la madre que llora en silencio.
El mar la inquieta, encubierto de cuerpos flotando. El viaje es largo.
Calma, frenando el llanto, su madre le dice cual futuro le espera.
"El mar es el mismo". Dice tranquila, pero con ojos tristes, mintiendo.
"El mar es nuestro, de todos, de los ganadores y de los pueblos perdedores".
La madre se calla.
Nuestra casa se queda más allá del mar.

Alberto Arecchi (Italia)


AYER Y HOY

Allí, junto a la alambrada, atada de pies y manos a unas cortantes bridas, Yasmin no cree lo que le está pasando.
Ayer, como quién dice, su día a día era bien distinto. Vivía en un piso de tres dormitorios, estaba a punto de entrar en la universidad, hacía , como mínimo, tres comidas al día y abrazaba a sus padres y hermanos sin medida.
Ella nació en Aleppo. Le gustaba su ciudad. Allí nació y vivió hasta los diecisiete años. Hasta que las bombas y los tiroteos se adueñaron de ella. Hasta que no quedó nada, ni nadie a su alrededor.
Y hoy se encuentra allí, junto a la alambrada, ligada a las cortantes bridas. Con la cabeza entre sus manos y los dedos pulgares tapándose los oídos. Yasmin llora porque no entiende de odios, ni de guerras, ni de intereses. Llora porque se encuentra sola entre tanta gente. Llora porque no sabe porqué, desde la otra parte de la alambrada y a través de sus dedos pulgares, hay una palabra que le duele tanto como lo que ha perdido. No comprende que quieren decir cuando, gritando, les llaman REFUGIADOS.

Maribel D`Amato (España)


LA ALAMBRADA MALDITA

Allí, junto a la alambrada y ligada por sus extremidades a unas cortantes bridas, Yasmin no cree lo que le está pasando.
Tan solo cinco años atrás su vida era radiante. Vivía en un apartamento de ochenta metros cuadrados en el que el sol entraba por todas las ventanas, comía, como mínimo, tres veces al día, estaba a punto de entrar en la universidad y tenía una familia a quien abrazar sin medida. Su ciudad era Aleppo.Era feliz paseando por sus calles junto a sus amigas, hasta que los odios y las bombas arrasaron su vida.
Hoy está ahí, junto a la alambrada maldita. A Yasmin ya no le quedan lágrimas. Ella no entiende de odios, ni de guerras, ni de intereses. A lo único que aspira es a deshacerse de las bridas para apretar bien fuerte sus oídos con los índices. No quiere escuchar mas esa palabra que duele casi tanto como lo que ya ha perdido, no quiere que nunca mas alguien la llame refugiada.

Maribel D`Amato (España)



LA ALAMBRADA MALDITA

Allí, junto a la alambrada y con sus extremidades ligadas a unas cortantes bridas, Yasmin no cree lo que le está pasando.
No hace tanto tiempo ella vivía en un apartamento de ochenta metros cuadrados en el que todos los días el sol se filtraba por las ventanas, comía, como mínimo, tres veces al día, estaba a punto de entrar en la universidad y tenía una familia a la que besar y abrazar sin medida. Aleppo era su ciudad y le gustaba pasear por sus calles junto a sus amigas. Pero el odio y las bombas lo arrasaron todo. Los intereses y las guerras la dejaron sola.
Hoy ya no le quedan lágrimas, hoy solo aspira a que le quiten las cortantes bridas, a que eliminen esa maldita alambrada y, sobre todo a que nunca vuelva a escuchar como la llaman refugiada. Eso le duele mas que las bridas y, casi tanto, como todo lo que ha perdido.

 Maribel D'Amato (España)


EL ERROR

La vida se abre camino.
Serpentea por la hierba y el barro en culebras plateadas y rumorosas. Inunda ese preciado elemento en que reverbera el sol, cegador.
Cientos, miles, ¡millones de seres! Y todos fluyen al abrigo del agua.
El amor nos da la vida: tan simple que hasta el señor y la señora sapo lograron entenderlo. Y así, muy juntitos, alumbraron, ¡a cientos!, el prodigio de la vida.
Cientos de nuevos seres, diminutos, vulnerables, diseminaron su existencia por aguas turbias, azotadas por chaparrones torrenciales y vendavales gélidos.
Pero, hoy, al fin, todo está en calma, el sol brilla en lo alto y su luz y calor templan un mundo más amable. ¡Tantos renacuajos coleando animosos arriba y abajo en el cristal reposado de los charcos! Tantos… pero no todos.
“La vida se abre camino, Ahmad”, solía advertirle su padre, sonriente, allá en Siria, los días soleados de primavera tan parecidos a este. Mucho antes de que la guerra se lo robara junto con toda su familia.
“Y si la vida se abre camino… -reflexionaba Ahmad descalzo y en cuclillas frente a la alambrada de la frontera húngara- ¿Qué hace entonces este renacuajo boqueando en el fango? Está irremediablemente condenado, el sol de la jornada secará la poca agua que le queda. Este fruto del amor no madurará. Será un fracaso; sí, será un error, un error de la naturaleza.”
Pero… ¿y él? ¿Él también era un error…?

Roberto Sánchez Nieto (España)



AGOSTO EN BUDAPEST

Agosto de 2015, Budapest. En los grandes espacios que comunican la estación de tren con la del metro unas cintas que dicen “foreing zone” pretenden aislar a una multitud de personas y entre todas la veo a ella. Con su vestido marrón, sentada en el suelo con el bebé en brazos. Busco en internet pero los periódicos españoles apenas hablan de los miles de personas que están huyendo de Siria.
Durante las vacaciones que nos llevaron además de a Budapest a Viena y a Praga, la escena se repite. Familias enteras con grandes maletas donde transportan toda una vida. Personas de todas las edades, silenciosas, con miedo y esperanza en la mirada. Las estaciones y los trenes atestados mientras los agentes de algún orden les acosan. Unos tienen billetes, otros no. En aquellos días todavía pasaron muchos y consiguieron continuar viaje. Europa callaba sin saber que hacer y yo sentía vergüenza de mis jornadas turísticas mientras ellos estaban amontonados en la estación, entre letrinas hediondas y un calor de 40º.
Al llegar a casa, la primera imagen que vi en los telediarios fueron las de aquella mujer con su hijo. La casualidad de la imagen todavía encendió más mi sentimiento de culpa. Tenían esperanza mientras yo sentía dolor e impotencia. Europa ya no podía ocultar lo que estaba ocurriendo Después han venido Lesbos, Idomeni y tantos otros lugares. Y tantos muertos en el mar. ¿Hasta cuándo?

Anna Sanes Espert (Espanya)


UN LLAC EN EL CEL

Nalia, on ets? Nalia!, contesta’m, per favor! Mami!, mami!, tinc fred; mami, dona’m la maneta. Plag! Plag!, on estàs? Estic ací, mama; ja no tinc por. I el pare, has vist el pare?
De la boca d’Anher ha eixit una glopada d’aigua salada i ha inundat el tros de cel on la parca els acaba d’abocar al tres. Mentrestant, el pare corre amunt i avall per la vora de la platja maleïda amb les mans clamant el cel. Crida embogit, s’arrenca els cabells, s’agenolla i comença a soterrar-se el cap en l’arena.

Rosa Miró (Espanya)


SABEN A SAL

Desde la barcaza se escuchan gemidos de miedo, llantos de niño. Una madre abrazada a su hijo señala, “Mi hijo sabe a sal” mientras le tienden una mano desde la balsa salvavidas. Llegaron al alba de calma negra. Un mal sabor empañado. Alcanzan la isla de Lesbos, dios patrón de tierra, nieto de Eolo que resopla vientos. Puerta de entrada, acaso puente, para personas que huyen de una guerra en la que no quieren morir. Mojados, agotados, ateridos del frío azulado, el piélago los arrastra con soplos insolidarios, donde ni siquiera queda sitio para enterrarlos. Entonces, saben a muerte, sin más.

Carmen Martínez Marín (España)


LOS INMIGRANTES

El niño Eliezer Gómez, cansado de corretear, recordaba la noche en que su madre lo llevo a Estados Unidos.
Nacho, aquel septiembre, inmigraría junto a ella, en ese entorno natural recordaba el teleférico y las bellas montañas que acariciaban el alba y los atardeceres dorados de la bella y sin igual región. Sus verdes prados y sus rocas que dibujaban figuras dantescas. Fue en New York donde, una noche de alegría, Eliezer Gomez cumplía sus 10 años de vida ahora, después de 3 años en Santo Domingo. Solo pensaba en su madre y dibujaba su silueta. Era ella aquella mujer que tantas veces había entregado ese amor maternal y lo había colmado de regalos. Pálido de tez morena y cabello crespo, de pequeña estatura, parecía triste y acongojado. Un ring... Ring del teléfono despertó en un instante su congoja y al tomar el teléfono una alegría en sus labios se dibujo. Estoy aquí y vengo por ti, quiero que sepas que vas a vivir conmigo hijo. Por dios mami que alegría, me voy para New York. Ahora solo una sonrisa quedo en su rostro, tanto que solo con esto ahora su madre se lo llevaría, ya no sería el Eliezer aquel triste y cabizbajo, ahora el saltaba de alegría. Aquella madre era la fuente, la creadora de sus momentos de ternura y cariño. Y pensar que fue en aquella vieja casa en una tarde de abril desde donde su madre emigro a estados unidos donde trabaja como...

Brayner Abrahan Gómez Báez (República Dominicana)


REFUGIO

H
ambre y miedo, esperanza y el mar. Tú, cabeza empañolada, tres metros de patera, con los demás prieto, codo con codo. Muerto el motor, el remo acuchilla las olas, los riñones.Tu mayor bien el mar todavía. Marca el remo su afanoso vaivén; ignora el baile de pájaros que abre un rumbo clandestino, las olas quedan sordas. El reloj descuelga sus horas a destiempo, buscando otra mañana.Triunfa el mar: una tumba en el agua.
*** 

Rosendo Gallego Menárguez (España)


SIN INVITACIÓN

Si es necesario escalar, se escala. Muros mayores hemos asaltado, a pesar de los gases tóxicos con los que tratan de disuadirnos. Hemos acampado en garajes, entre un rimero de maletas ajenas, como cualquier otro refugiado, huyendo de la intemperie. Todos tenemos derecho al calor de una cama, aunque sea la de una habitación de hotel o de un humilde motel de carretera. Nuestra fuerza está en los lazos de sangre, en nuestro espíritu nómada, en nuestra disciplina casi militar. Necesitamos un descanso, refugiarnos al calor de un cabezal y esperar a que el huésped se quede dormido para alimentarnos ¡Que se chinche!

Miquel - Lluís Rubio i Domingo (España)


IRONIA

El padre mira al mar, y después a su hijo, hambriento. En el lodazal donde aguardan algo, no sabe qué, la llamada del mar es poderosa. Quizá en una balsa. Cuatro troncos servirían. De noche, sigilosamente. Alguien los recogería.

Mientras, en la mansión de la playa del banquero de turno. El padre bosteza, aburrido, escuchando las noticias. Los rayos de sol rebotan sobre la quilla de los yates que duermen el sueño de los justos.

Natalia Viana (España)


LA MASACRE

La avenida Maisonnave. Temporada de rebajas. Un continuo fluido de carcomas con bolsos de Dior y termitas haciendo acopio de corbatas a mitad de precio. Y el cartel: MÚSICO SUPERVIVIENTE DEL GENOCIDIO DE SREBRENICA. El violinista anuncia con acento balcánico que tocará el Aria de la Suite en Re, de Bach. Pienso: imposible, no tiene brazos. Pero el instrumento comienza a sonar suspendido en el aire alicantino hasta que los transeúntes dejan de echar monedas en la cesta. Después el violín aterriza sobre el viejo estuche como una pluma de pájaro, dibujando en la atmósfera consumista una particular triada de sonrisas existenciales.

Agustín Navarro Martínez (España)


LAURA

La fiesta de Laura se había alargado demasiado, ahora, sentada en su mesa del Estudio, luchaba por mantener los ojos abiertos sin demasiado éxito. El nuevo proyecto del edificio más importante de la ciudad, se mostraba ante ella como un lienzo en blanco antes de la culminación del cuadro de un pintor. No podía defraudar a nadie, el haber sido reconocida públicamente como una de las promesas del país, de la arquitectura moderna, hoy se le antojaba una presión insoportable.
El olor a yerba buena del té que Amalia depositó entre sus manos logró sacar a Laura de su impasse, reconfortada, intentó recomponerse, pero de vuelta al papel vegetal, el peso de sus parpados pudieron más y se quedó dormida.
El llanto casi agónico de un niño la despertó y de manera sobresaltada se sentó en el tapete tendido en el suelo del entoldado. Contempló sus pies húmedos, descalzos y permanentemente hundidos en un cenagal viscoso y repugnante. La lluvia aunque tenue, obstinada, le calaba hasta los huesos, enseñándole además, que las gotas no saben tan amargas, ni empapan tanto y ni siquiera en su forma se parecen a una lágrima.
Miró a través de los girones del dosel del sombrajo, que ahora era su casa, y contempló de nuevo el espectáculo. La muchedumbre bregaba pertinaz ante la valla, amontonándose como los encarcelados en mazmorras. Amalia le hizo un gesto, invitándola a acudir a la caterva.
Es la hora del reparto de alimentos a los pies de la alambrada. 

Teresa Hípola Romero (España)


NAUFRAGIOS

No sabía muy bien como había llegado a aquella situación, nada hacía pensar que aquellas revueltas callejeras fuesen a desembocar en una absurda y terrorífica guerra que había acabado hasta el momento con la vida de su hijo mayor y la de su marido, había destruido su domicilio y había convertido en escombros la ciudad.
- ¿Qué hacía el resto del mundo? Se preguntaba -
Abrazada a ese hijo pequeño, estaba a punto de subirse a aquella lancha neumática que no le ofrecía ninguna confianza. Sabía que había muchos naufragios pero tenía que apartar aquello de su cabeza. Ella no volvería a ser la misma, pero tenía que intentarlo por su hijo, quedarse allí y en aquella situación, era inasumible.
No se dió cuanta de cómo había sucedido, la lancha se movía de forma irregular y luego comenzó a hundirse.
Se abrazó desesperadamente al niño cuando el agua los engulló. Sabía nadar pero aquel chaleco, mas que ayudarla a flotar, la hundía por el peso. Su fijación era tratar de mantener su hijo a flote.
No recordaba cuanto tiempo permaneció luchando por sujetarle antes de que las fuerzas la abandonaran y ahora no lo veía entre las personas que iban en aquella embarcación.
Solo había algo cierto: habían naufragado.
Cuando aquel socorrista al que no entendía vino a colocarle la manta térmica, ella sintió que le hablaba de esperanza, sin embargo ella solo veía un naufragio más, el de su alma.
Por eso le dijo: Dejame morir.

Sanderlick

José Ángel García Martínez (España)


NUEVOS CONCIUDADANOS

Por culpa de unos pocos y la indiferencia de unos muchos, el mundo encuentra normal la esclavitud moderna. El sufrimiento y el dolor ahora no son el de las cadenas y el látigo; es escapar del infierno dejado por pájaros y carros de acero, sepultando el sostén de sus vidas, huir y dejarlo tras de sí pensando que a él se volverá algún día cuando la primera luz lo ilumine con esperanza. Hay que cruzar otros infiernos hasta alcanzar un paraíso que promete serlo pero que es custodiado por centinelas de traje y corbata en el que el resto, sin uniforme, están también desnudos de ideas y no conocen la esperanza.

Hoy han logrado alcanzar el paraíso artificial de mi ciudad un grupo de exhaustos refugiados, tras una casi eterna travesía de miles de kilómetros por tierras extrañas, un desierto de fuego y un mar endemoniado. Pudieron alcanzarlo no sin haber dejado cientos por el camino, y entre los que lograron no quedarse en él una familia en el que inexplicablemente desde los abuelos a los nietos han sobrevivido a todas la vicisitudes del sinuoso viaje.

En mi ciudad, como en muchas otras, estamos hartos de los centinelas de turno, y aunque la esperanza parece desconocerse, hoy ha podido quizá llegar en forma de esas gentes, que aun habiendo casi perdido la suya quizá nos ayuden a romper las cadenas y quebrar los látigos, y con ello alcanzar juntos la libertad.

Antonio Ortuño Casas (España)


ETERNO RETORNO

En mi país yo era ferroviario y mi esposa maestra. Mi hija mayor estudiaba francés y el pequeño aún iba al colegio. Teníamos una casa llena de libros y de flores, teníamos proyectos, sueños, mil cosas por hacer.
Hasta que llegó la guerra y nos dejó sin nada.
Cuando salimos de nuestra ciudad descubrimos a muchos de nuestros vecinos en las cunetas, cuando miramos atrás por última vez, vimos arder nuestra casa.
Tuvimos que huir, que ocultarnos por el día y caminar por la noche. Los soldados no pararon de perseguirnos, de acosarnos, de hostigarnos sin descanso.
Ayer, después de varias semanas, cruzamos la frontera.
Hemos llegado rotos, agotados, extenuados, pero también tremendamente felices de haberlo conseguido.
Unos hombres uniformados han juntado a todos los refugiados, nos han colocado en una fila y nos han contado, dicen que van a protegernos, a atender a los enfermos, a los niños y a los ancianos.
He oído que van a instalarnos muy cerca de aquí, junto a la playa. Será durante una temporada y después podremos seguir nuestro camino.
Sabemos que Francia no nos defraudará, que un país con libertad y democracia no permitirá que nos pase nada a los miles de españoles que huimos de la muerte. Porque, desde que en 1936 los militares se sublevaron y estalló la guerra, solo queremos volver a vivir.
Todo irá bien, la playa, las tiendas de lona, los soldados vigilando… solo estaremos aquí unos días, sabemos que nadie volverá a hacernos daño. 

Alberto Palacios Santos (España)


¿PREVENCIÓN O RESOLUCIÓN?

Al mirar las noticias del mediodía y observar la crisis de los refugiados que se da hoy en Medio Oriente, verdadera catástrofe humanitaria, me pregunto: ¿Por qué? Qué designio fatídico determina que mientras me encuentro frente a la pantalla, sentado cómodamente en el comedor de mi casa, otras personas huyen de la suya por miedo a que las maten.
Da pavor ver las caritas aterradas de esos niños que tampoco entienden por qué las cosas son así y que de la noche a la mañana, debieron escapar para salvar sus vidas, haciéndolo, en el mejor de los casos, junto a sus padres; padres cuyo mensaje es claro: si la guerra termina, el problema de los refugiados también.
¿Qué pretenden las grandes potencias? Pues si bien ayudan también se quejan, sin ir a la raíz del conflicto que genera la solicitud masiva de refugio; ello sin contar cuando a veces, y debido a intereses propios, aprovechan estas crisis.
¿Qué es mejor, prevenir las guerras o remediarlas? Lo primero es lo ideal, lo segundo lo posible aunque no siempre suceda.
Mientras no se arregle el fondo de la contienda, no se resuelva el meollo del asunto, estaremos condenados a lamentar las desgracias ajenas y muchas veces haciéndolo con lágrimas de cocodrilo.

Juan Herminio García-Zeballos (Argentina)


PROBLEMAS DE PRIMER MUNDO

-Carajo, otra vez la foto del niño sirio ese ahogado en la playa, así no se puede estar a gusto en twitter-
Y se fue a dormir. Afortunadamente al día siguiente el trending topic era otro y pudo publicar la foto de su rebanada de pastel, ya sin remordimientos.

Ribón (México)




UN ARBRE EN EL CEL

Tooba(1) regressa a la seua casa container humanitari. L’extrema calor li provoca una asfíxia nauseabunda. Els ulls no li fan cas, només miren cap a fora de l'emmallat. Atordida, de poc cau dins d’un toll enfangat del carrer improvisat. —Un dia em mataré! Comença a divagar. —He de parlar amb les xiquetes són tan menudes he de cremar la maleta és perillosa no podré és el meu passat la meva vida enllaunada sí per elles la convertiré en cendres— i, absorta, va repassant un reguitzell d'objectes —cinc flascons buits de perfum francès dos poemaris nou cartes de Pierre un nard sec dues revistes Vogue cinc fotografies de la graduació dos vinils de The Ink Spots unes sabates de taló les pintures al carbonet—.
En entrar s'ha trobat l’ahir tot escampat i jugant amb les seues filles. Després d'una dolorosa xerrada, l’han arreplegat, l’han posat dins la maleta entre les tres i li han calat foc a la vora de la tanca.
***
Va ser una bona estudiant. Li agradava passejar descalça. Ballar, vestir faldilles de tub i pintar-se els llavis i els ulls a joc amb el seu mocador. Des de la desaparició de la maleta i fins al dia en què va morir, la seua vida va ser el no-res. Era una refugiada en un camp de la tristesa on el passat, el present i el futur desaparegueren en creuar els fils ferros.

(1)Tooba: significa Un arbre en el cel

Rosa Miró Pons (Espanya)


ESCAPAR PARA AMAR(NOS)

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.”
Julio Cortázar.

Alguna vez mi esposo y yo leímos un cuento de un argentino que nos hizo identificarnos. Ser un refugiado es no tener un hogar, es tener donde dormir, donde comer. Pero, en definitiva, no se puede tener un hogar. En este país hay hombres buenos que nos han tendido la mano con solidaridad, pero nosotros mismos no podemos sentir de forma obligada que llevamos en las venas el suelo de esta tierra.

— ¿Amor, por qué no nos dejaron ser allá?

Sé bien que tú tampoco tienes la respuesta. Puede que simplemente Allah odie el buen amor que pueden tener dos hombres.

Ahora no cabe duda, la mentira más grande de los libros sagrados es: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Joalberths De Agrela (Venezuela)


CARTA I, DESTINATARIO UN REFUGIADO.

Querido refugiado de Siria:
Cada día pareces entre las primeras páginas de los telediarios, irrumpes en Internet y desbaratas durante unos minutos la conciencia de algunos europeos.
Todas las imagines, vídeos que nos llegan actúan como un paracetamol, pues en horas el efecto se nos pasa y cada vez tenemos que tomar dosis más altas para que nos surtan efecto.
En tu mirada veo reflejada el agua del mar, de todos aquellos valientes que tuvieron la fuerza de someterse a una mafia y adentrarse en el mar Mediterráneo, siendo presa de esas aguas que les tendieron un abrazo demasiado frío.
Muchas veces tu mirada se refleja en mi conciencia pero mientras, escucho comentarios poco alentadores entre los europeos. Dime ¿Qué es peor el frío abrazo que te tienden los europeos o el del mar?
Escucho en ocasiones, ¿pero qué puedo hacer yo, un simple ciudadano por lo refugiados que están a miles de kilómetros? Entonces pienso, primero aceptemos a los “muchos” que España ha acogido, pero claro seréis 15.000 de los millones que estáis desplazados por algún conflicto bélico. Si, preferimos pagar 250.000 euros por un refugiado no acogido que tenderos la mano.

Marina Camazón (España)


CARTA II, DESTINATARIO UN REFUGIADO.

Ahora, te contaré mi historia.
Soy una estudiante y hay veces que en clase nos ponen vídeos sobre vosotros, para que pensemos y sepamos lo que hay al otro lado del mundo, hay gente que pasa frívolo ante las imágenes, pero otros no.
Sin embargo, tras estar viendo todas las penurias que pasáis, en las siguiente hora nos toca aprender cosas que se suponen servirán para nuestro futuro, como estudiar lógica que consiste básicamente en poner 0 y 1 sin sentido; p es 1100, q es 1010 me lo sé de carrerilla, pero aún no se su verdadero significado para mí. Sin embargo todos esos vídeos, que hablan sobre la gente que tiene que huir me hacen pensar lo egoístas, miserables, egocéntricos que somos. Me da rabia pensar que todos esos 0 y 1 van a servir para tener una calificación más o menos alta en mis notas y no lo van a hacer otras cosas como la conciencia intranquila, las reflexiones sobre la poca moral que hay en Europa, tanto de aquellos que nos representan como el resto de ciudadanos, lo que te quiero decir es que me da asco que se valore más hacer una correcta tabla de la verdad de lógica que un verdadero análisis de la verdad de Siria.
PD: Creo que se habla mucho de vosotros, pero todavía no he escuchado a nadie decir “lo siento”, porque no estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano por ayudaros, empezando por mí.

Marina Camazón (España)




LA TEJEDORA

Tejo. Tejo desde la oscuridad mi miedo irreprimible. Temo por todos los días en que vivo, temo por todos los que me rodean y que cualquier día me sean arrebatados. Arrebatados, como hicieron con mi libertad.

Quisiera salir, respirar, sentir el aire fresco en mis pulmones. Volar, como si nadie pudiera alcanzarme, como si fuera posible hacerlo. Me gustaría levantarme un día y saber que esto fuera una simple pesadilla. Remolonear en mi cama, sin querer levantarme. Quedar con amigos, ir al cine, robarles las palomitas. Pero no puedo.

Quisiera poder vivir como siempre he deseado. Sin atormentarme por mi pasado, sin preocuparme por el futuro. Vivir sin ser atado por el peso de las cadenas que me protegen del final más triste. Vivir, sin más. Pero no puedo.

Quisiera sentir los nervios por mi primer amor y mi primera cita. Nervios por no haber estudiado para un examen. Nervios por llegar más tarde de lo acordado a casa. Nervios de un adolescente cualquiera. Pero no puedo.

Tejo. Tejo en la oscuridad de una vida efímera plena de incertidumbre. Simplemente, tejo.

OwaRin (España)


LO QUE OCURRIÓ AÑOS DESPUÉS DEL EXTRAÑO SUCESO EN EL JARDÍN DES PLANTES

El sonido del viento golpeándose en la acera era la señal que todos esperábamos. La helada noche había llegado, y con ella el cuerpo y espíritu empapado de mi nuevo vecino. Ya nos habían preparado para este momento, nos comentaron todas las precauciones que debíamos tener antes de acercarnos. Yo las repetía en mi mente mientras abría la ventana para curiosear. Fue allí que lo vi por primera vez, era como verme en un espejo de hace diez años. Flaco, barbudo y con orejas grandes. Era yo, pero más joven. Cerré de inmediato la ventana, no quise ver más, temía que vuelva a pasar lo del acuario. Pocos saben que sufrí mucho siendo un axolotl. Sin embargo, algo me llamaba a la ventana todos los días.
Lo predestinado ocurrió la noche que hicimos contacto visual. Me sentía débil en su cuerpo, quizás a causa de las insistentes miradas que recibía cada vez que iba a la plaza. Con todo, creo que logré sacarle provecho a ese nuevo refugio que había encontrado. Nunca pude olvidar las cosas que mi vecino tuvo que abandonar para llegar a ser como yo.

Josselyn Añazco (Ecuador)


UNA CARTA EN EL BUZÓN

Yo no quiero esto, porque me entristece y por haberlo sufrido antes, porque siento la injusta culpa que sobre mí recae, porque lamento el llanto y la muerte que ante nosotros acontece, y porque tengo miedo de vuestra fría indiferencia por lo que sucede.

Y ellos no quieren esto, que a ciegas se exilian en busca de una mano tendida, porque la muerte les obliga a salir en busca de una vida, porque vienen buscando auxilio y no les damos la bienvenida. Ellos que tanto han perdido y solo alambradas encuentran, que no tienen nada y a los que nada ofrecemos, un pobre refugio y su esperanza perdida.

Escuchadme, los que me habéis inventado, repartido y conquistado; los que por mí vuestra sangre habéis derramado y a vuestros semejantes habéis matado. Yo que tengo nombre de Diosa os pregunto ¿vosotros queréis esto? Pues no palían los tratados el hambre de mujeres y hombres, no dan abrigo a los niños las cumbres y no hay seguridad que justifique un alambre de espino, cortando la sonrisa a ningún niño.

Vosotros, europeos, que cerráis los ojos ante la falta de negocio, que propugnáis miedo cuando es necesaria solidaridad, que os defendéis de la desesperación que empuja al que sin remedio su hogar abandona. Vosotros que sois civilizados y actuáis como bárbaros, que presumís de progreso cercando valles y montañas, vosotros hijos míos ¿No sentís vergüenza? ¿No hay remordimiento en vuestro corazón?

Me llaman Europa, y os pido perdón.

David Bou Escrig (España)


EL ARCO DEL DEÁN

Huían de la guerra y la miseria pero encontraron un sinfín de batallas cada día: mientras atravesaron el desierto, cuando acamparon en el monte Gurugú, o cuando dieron con los traficantes de personas que se quedaron con todo su dinero por cruzar con ellos el Estrecho en aquel viaje en el que muchos murieron.
Crecía el vientre de Aisa y fueron viajando hacia al Norte, pues era la orientación que más esperanza les provocaba. Hasta llegar a Zaragoza donde decidieron parar, pues el embarazo parecía llegar a su fin. Unos compatriotas les dieron cobijo en su piso en el que vivían decenas de ellos y aunque aquel techo les pareció un lugar posible para dar a luz, un desahucio les devolvió a la calle y les recordó su condición de refugiados y pobres.
Aisa no podía más y buscaron algún albergue pero estaban todos llenos.
Decidieron rendirse y pedir limosna o cobijo en la plaza del Pilar y al caer la noche no habían juntado más que unas monedas para comprar una barra de pan, y unos cartones en los que acomodar un lecho, en el cercano Arco del Deán donde al menos pudieron guarecerse de ese viento helado que soplaba.
Al amanecer y con la ayuda de su padre, nació Pilar, que así decidieron llamarla en homenaje a la ciudad que les acogió y donde pudieron por fin establecerse y vivir con dignidad de personas,lejos de hambrunas y muerte.
Aquel viento, les dijeron, se llamaba cierzo.

Emilio J. Barba (España)


EN SILENCIO

Rachid supo que iba a morir. La barca se inclinaba hacia las hambrientas fauces del mar, desecha en gritos de espanto, y no había salvación a la vista. Sólo tenía seis años, y los sueños propios de su edad, pero ya estaba familiarizado con la tumba. Otros habían caído en Homs, asesinados por el machete, el fusil o la metralla, como su amigo Hamed. La muerte alcanza a todo el mundo, porque los héroes no existen y los dioses callan. Su turno había llegado ya, bajo las aguas, apretado entre su madre y sus dos hermanos. Era el mayor y no quería llorar, pero las lágrimas saltaron de todas formas. A su alrededor, el universo se volcaba sobre el Mediterráneo, y cien almas intentaban evitar el paraíso.

Detrás del horizonte, a más de veinte kilómetros, Europa parloteaba con un pañuelo en los ojos y tapones en los oídos, tan fría e indiferente como en los años del Holocausto. Sólo un Stephen Spielberg podría haberle sacado los colores, además de media docena de Óscares; pero sólo cuando pasaran los años, fuera tarde para salvar a nadie y nadie tuviera que justificarse ante los supervivientes.

Rachid quería ser portero del Real Madrid, antes o después de estrenar bicicleta y hacerse policía. Pero encontró un mar revuelto y ninguna humanidad. Para salvarle, sólo era necesario una voz, dos voces, diez voces, que clamaran contra la muerte y la indiferencia.

Sólo hubo silencio cuando se lo tragó el agua.

Juan José Fermín Pérez (España)


CRUZAREMOS EL MAR 

Debemos irnos para salvar nuestras vidas.
Sé que vamos hacia un país donde el dios de ellos dice que todos somos sus hijos y que todos somos iguales. Pero el dios de ellos es blanco y nosotros no. 
Sé que cruzaremos el mar que es un inmenso cielo, con muchas lagunas juntas, una detrás de la otra.
Algunos de los nuestros partieron antes y no se supo más de ellos.
El viento trajo la noticia de que el mar se los había tragado. ¿Por qué iba a hacer algo tan malo el mar si no le hicimos nada?
Me llevo a mis dos hijos. Siempre digo que son muy pequeños, que nacieron hace pocas primaveras, que son débiles y de huesitos blandos y que no sirven para trabajar. También digo que son sordos y un poco tontos, así no se los llevan. Tampoco uso pañuelos coloridos, así parezco más vieja y más fea.
Guardé semillas y agua y les doy un puñadito cada día para que alcance. Por las noches les cuento las historias de los buenos espíritus que nos ayudarán. Quiero quitarles el miedo y quitármelo yo también.
Primero caminaremos por la arena varias noches, soy fuerte y no le temo al sol ni a la sed mientras cargo a mis dos hijos, uno a cada lado, aferrados a mis caderas.
Después nos espera el mar que es salado porque juntó todas las lágrimas del mundo, como dicen nuestros viejos sabios.

Mirta Krevneris (Argentina)


ALAMBRADAS

¿Qué tal levantarlas?
Levantar vallas
y alambradas
que rodeen
inmisericordemente
palacios reales
residencias presidenciales
parlamentos
ministerios
tribunales
embajadas
federaciones empresariales
el Consejo Europeo
el BCE
la OTAN
el Banco Mundial
comisarías
cuarteles
las fábricas de armamento
las de vallas y alambradas
las mansiones de sus propietarios
etcétera etcétera
¿Qué tal?
¿A que apetecería
que de una vez por todas
probasen su propia medicina?

Rafa Sastre (España)


LA NOTICIA

Habría estado bien que la noticia no estuviera en el mar, que sigue cobrándose las vidas de algunos de los que se atreven a surcarlo en barcazas sobrecargadas, ni en los campos de refugiados donde se hacinan los que huyen del horror, o en las vestimentas desgarradas que tiñen alambradas y concertinas en las fronteras sensibles. Habría sido estupendo encontrarla en forma de anuncio, solicitando más abogados, porque hicieran falta más de los muchos, muchos, que se apuntaron en el Registro, para darles asistencia tras su llegada a nuestro viejo continente. Pero un día más, la noticia, es la falta de esas noticias que abren la puerta a la esperanza.

Paloma Hidalgo Díez (España)


HIJOS DE UN MISMO PADRE

Parado sobre un médano observaba la barcaza bambolearse al capricho de las olas. Una simiente de espuma y agua la volcó sobre uno de sus flancos. Los refugiados procedentes de Siria cayeron al mar desesperados por sobrevivir. Mi jefe me instó a intervenir. Me arrojé junto a mis compañeros y nadamos hacia los pobres extranjeros que luchaban por alcanzar suelo español.
El mar, excesivamente picado debido a la fuerte tormenta imperante, se levantaba en paredes que eran difíciles de sortear. No pude vencer la potencia furiosa del océano y comencé a tragar agua. Mi cuerpo se fatigó íntegramente y creí que iba a fenecer. Sentí un brazo que me tomó del pecho y me arrastro con él. Agradecí la pericia de mis colegas. Llegamos a la orilla.
Al abrir los ojos, el cielo encapotado era eclipsado por un joven negro que me sonreía con unos dientes blancos y perfectos como perlas de Tahití. Parecía feliz por haberme salvado. Miré a mí alrededor y vi un maremágnum de imágenes horribles: cadáveres que el mar arrastraba hacia la orilla, niños llorando junto a sus madres ahogadas, gente entrando y saliendo del agua. Volví a centrar mi atención en el ser que me había rescatado y lo abracé, no sólo con los brazos sino con el alma y el corazón. Lloramos juntos.
Al fin y al cabo, advierto que sólo reclaman un derecho básico: vivir como seres humanos. ¡Cómo negárselo, si somos hijo del mismo Dios!

Ariel Oscar Garriga (Argentina)


ESPERANZA

Bajo un cielo hostil, un grupo de reporteros trataban de documentar la llegada de los refugiados. Eran muchos y de todas las edades. El color aceitunado de su piel los unía y revelaba su lugar de nacimiento.
Las autoridades habían dispuesto una especie de corral de alambre para contener a la masa clandestina que llegaba, desesperada, en búsqueda de una vida digna. Algunos de ellos rechazan el encierro y otros lo aceptaban resignados, pero a fuerza de golpes todos fueron a parar a la misma jaula, como leones de circo. Los flashes de las cámaras iluminaban el anochecer europeo. Una niña pequeña, aprovechó el descuido de un soldado distraído y se apartó del grupo inmigrante. Se abrazó a las piernas de una periodista argentina. Un teniente se acercó a la mujer y le pidió disculpas mientras tironeaba de la niña, que pataleaba y llorisqueaba a más no poder.
-Suelte a la niña -solicitó la mujer argentina.
-A la jaula con los demás -sentenció, firmemente, el militar.
-Entonces lléveme a mí. Yo también soy extranjera.
Los periodistas de todos los países comenzaron a gritar en apoyo de su colega sudamericana. Alzaron sus voces en aclamaciones y reproches. Algunos militares con-tuvieron sus ganas de sumarse al populacho. Dos soldados arrancaron a la niña de los brazos de la argentina y la arrojaron a la celda.
-¿Kunt turid 'an takun walidati? (¿Querés ser mi mamá?) -dijo la niña con sus ojos llenos de esperanza.

Ariel Oscar Garriga (Argentina)


EL CIENTO POR UNO

Hacia el final, desecha la desconfianza y los temores, comprendieron que sus ansias de viajar y conocer tierras lejanas habían menguado; ya no necesitarían de cansados aeropuertos ni de hoteles onerosos: cada país es la gente que lo anima, las voces que divulgan su historia.
Invaluable legado les dejaban los visitantes: el periplo más importante es siempre un ir hacia dentro. Tal fue la recompensa que encontraron a su caridad, tras hospedar durante dos meses a la familia de refugiados.

Germán Bartizzaghi (Argentina)


FUERTE

Sin agua ni comida y mirando por la ventana se encuentra él, hacinado en un piso de un país que promete democracia, pero que olvida defender lo humano si no se encuentra en el seno ajeno. 
Salió huyendo de las bombas, del fuego que todo lo arrasaba sin discriminación o perdón y se encontró con las palabras de los ciudadanos de ese país civilizado, que no matan, pero le hacen arder por dentro como las llamas carbonizaron su casa. 
Doscientas marcas se ha ido haciendo en el cuerpo para recordarse los días que ha pasado sin hogar, viviendo de prestado, más muerto que vivo. Más objeto que persona. 
Y cuando llega la noche, cuando se acerca el frío y las sábanas viejas no son suficiente para cubrirlo del espanto, se pregunta cuántos días más tendrá que llorar lo perdido, dejando empapada la almohada casi seca. 
Ya ni en sueños puede hacerse el fuerte.

Braiyan Gabino Cruz (España)


LA MEJILLA DE UNA PIEDRA

Estábamos solos, huérfanos todos. Arremolinados los unos sobre los otros, dormíamos sobre una piedra del refugio en Turquía. Llevamos días pensando en qué hacer. Había mucha gente. Entonces se me ocurrió una idea. Me metí dentro de todos aquellos sirios y grité:
–¡Números, números!
–¿Por qué vociferas números? Yo soy contador, tal vez te puedo ayudar –me dijo un señor que me detuvo agarrándome por el brazo.
–Venga conmigo –le respondí. Agarré su mano y lo llevé a nuestra esquina mientras le explicaba que quería que nos enseñara de números.
–Aquí no ha pizarra, ni papel, ni lápices. No les puedo enseñar –me refutó soltándose de mi agarre.
–Pero el piso es de tierra y se puede raspar –le argumenté yo.
Entonces, él se quitó la correa y escribió sobre la tierra: 0 + 1 = 1. Los más pequeños no entendieron. El contador pensó por un momento y luego tomó mi brazo, me sacó del grupo y me señaló mientras decía: Uno. A mi lado había un espacio vacío y, apuntando al aire, dijo: Cero. Luego, miró a los pequeños y preguntó:
–Es igual a…
–¡Uno! –gritaron todos los niños.
Desde entonces llegaron otros a enseñarnos más materias. Sin embargo, ninguno como el poeta que nos declamó “El tiempo”, del poeta sirio Alí Ahmad Said Esber, Adonis. Recordaré para siempre este verso: No sabe que Dios y el poeta son dos niños que duermen en la mejilla de una piedra.

Yolanda López-López (Puerto Rico)


EL MINOTAURO EN ESTE LADO

Al otro lado de las verjas, al otro lado de los muros, las alambradas, las concertinas. Al otro lado de las olas y la espuma, que se pega a los párpados de los niños y de las algas que coronan sus pequeñas cabezas de príncipes dormidos. Al otro lado. Es allí donde late la vida y la esperanza. Dónde la fuerza de los sueños hace que los hombres y mujeres luchen en el esfuerzo sostenido de sobrevivir y se enfrentan cada día al futuro, sin saber que ellos mismos son ese futuro. Porque en este lado, protegidos por el mar, por las concertinas, alambradas, muros y verjas, nosotros seguimos petrificados en el egoísmo de lo cerrado: en una caja hermética sellada por mil candados no entra el aire y se estanca la vida hasta fosilizarse. En este lado los corazones han dejado de latir por un futuro mejor, solo esperan, oscilando entre el miedo y la indiferencia, con esa esperanza inútil que es desear que nada cambie, sin fuerzas ya para salir del laberinto fortificado que hemos construido para mantener al margen el dolor, la lucha y la propia vida. Aquí, en este lado, quedamos los héroes que hemos dejado de soñar con el aire libre y se esconden del mundo levantando diques imposibles, sin saber que se han convertido en el minotauro al que un día quisieron derrotar.

José Ignacio Guerrero Vara (España)




LA RUBIA DE KENNEDY

Corría 1979 en Santiago de Chile, y Verónica, novia errante y bruja se aparecía y desaparecía por las esquinas de Kennedy, entre Américo Vespucio y Gerónimo de Alderete. De ahí los diarios la apodaron “La rubia de Kennedy”. Por las esquinas de la avenida Kennedy, entre Américo Vespucio y Gerónimo de Alderete. Francisco se encontró con Verónica, y se enamoró de ella, pero le contó que su padre le quitaba sus novias, entonces Verónica no fue a la cita, y de esta forma, se ve a un conductor errante que maneja un Chevrolet Opala rojo buscando a una joven alemana.

Munir Eluti Cueto (Chile)


LA REJA DE LA LIBERTAD

Horas, horas y más horas. El tiempo se me convirtió en un desierto. No podía más, estaba exhausto de caminar, sentían que mis pies no darían más y que en cualquier momento caería de rodillas al suelo. ‘’Por ellos estamos aquí’’ le dije a mi esposa mirando a nuestros pequeños hijos, cada vez que los miraba sabía que era por ellos, por un futuro mejor. Era ignorante del mundo al que iba pero Sí, era consciente del mundo del cual huía. Faltaban ya pocos metros para llegar a ese lugar, a nuestra nueva vida, a ese mundo que desconocía pero que tanto anhelaba. Mis ojos al ver esa gran reja que separaba la realidad de la libertad, se llenaron de alegría al saber que estaba a un paso de ser libre. Banjul mi hijo mayor pasó primero, le siguió su madre y el pequeño julik, después pasé yo. Sentí un dolor que recorría mi hombro y gotas comenzaban a caer, no me importó, solo quería ser libre, solo quería pasar al otro lado de la alambrado y comenzar de cero.

Morp (Clombia)


TRES O CUATRO COSAS QUE SÉ DEL BARRIO

La primera es que casi nunca conocí a mis vecinos nuevos. La segunda es que los viejos tampoco me cayeron tan bien. La cuarta es que aquella vieja construcción que refería a los putos (moros, negros, chinos, etcétera) era apenas impotencia, bloques viejos, paisaje. La quinta es que casi siempre que uno lamenta pierde la esperanza del futuro, tal vez por exceso de equipaje.

Pablo Muñoz (España)


LAS VÍAS DEL TREN MUSITABAN

Las vías del tren musitaban su nombre, de vez en cuando se callaba cuando veloz y abruptamente aparecían vagones. Nunca comprendió como en aquel tubo de metal tan largo y pequeño pudieran caber personas. Tampoco comprendió nunca quienes se subían, sentía cierta curiosidad por quienes eran y por cómo eran.

Despertó por el estrépito del tren de la seis de la mañana y soñó que iba dentro y que por fin las vías dejarían de musitar su nombre, Imaginó un mundo donde él no estaba fuera, un universo en el que él iba sentado dentro. Se acercó a las vías y dormitó entre ellas mientras los demás le daban la bienvenida a un día lleno de incógnitas y nadas, otro día más de huir sin sentirse en un hogar.

Ainhoa B. Escarti (España)


TIERRA DE LIBERTADES

Desde que me enteré de la existencia de una tierra de libertades, alcanzarla fue mi único anhelo. Ansiaba procurar a mi pequeña un mundo mejor del que nos había tocado en suerte, siempre acosado por las hambrunas, guerras e intolerancia de un fanatismo irrespirable. Amo a mi tierra pero aquí ya no es posible vivir.

Es por ello que decidí arriesgarlo todo, incluso la vida, con tal de conseguir esa vida digna que quiero para mi Amina. Juntas embarcamos en una patera demasiado pequeña para tantos cientos de almas cargadas de esperanzas. La persona encargada de nuestro traslado, una vez obtenido el dinero, soltó amarras, se quedó en tierra y nos abandonó al destino. Por suerte el mar estaba en calma y ello nos tranquilizó en un primer momento hasta que, una ola vengativa surgida de repente, volcó nuestra frágil embarcación.

En medio de tanto horror, aún fuimos afortunadas por poder contar con chaleco salvavidas. No tardaron demasiado en rescatarnos aunque ya el frío de aquellas aguas se me había instalado en el alma para siempre. Aún así, todavía tuve fuerzas para besar esa tierra, tan deseada, que nos acogía para ofrecernos la esperanza y libertad que mi país nos negaba. Nunca pensé que las alambradas serían mi único horizonte.

Elena Torrejoncillo Roig (España)


ACORRALADO

Nunca tomé como opción la muerte. Pero no siempre las opciones que te plantea la vida son las más justas o coherentes. Ésta no es una sentencia por deudas, amores o engaños: es una decisión por miedo. Ese miedo que te acorrala, te ahoga, te atrapa. Ése que no te deja respirar, que te enceguece mostrando una simple y negra realidad: la única y la palpable. Ni siquiera hablo del miedo a la muerte; sería muy simple; sino de ése que te recuerda que definitivamente vas a sufrir, y te va a doler. El miedo que no te ofrece remedios ni soluciones; el miedo que te angustia, te deprime, te menosprecia, te rebaja a una simple cosa paralizada, inerte, catatónica. Ese miedo que te persigue: va con vos a todos lados, no te da descanso, no te deja pensar ni razonar, te acorrala, vive con vos todo el tiempo, te asfixia, te encierra en su propio juego y no te permite entender las reglas de ese terrible error que te fabrica la mente y el alma. Es más profundo que la sangre misma, se siente en el cuerpo, duele como el peor de los dolores, el más cruel de los espantos, la más profunda agonía, la desesperación constante y el laberinto eterno de no saber dónde ir. Te paraliza, te acorrala, te desespera, te hipnotiza, te mata.
Sin más ni menos el miedo, mi miedo, mi propio miedo.

Todo se oscurece, solo ilumina la habitación el fogonazo de un disparo.

Latella Pablo (Argentina)


AÑORANDO SEFARAD

En una balsa atestada de gente que amenazaba con hundirse en aquel frío y encrespado mar Egeo, aferrada a su hija Sara, de apenas cuatro años, Fátima intentaba arribar a las costas griegas de la isla de Lesbos. Era puro invierno y su familia habían pagado mucho dinero para escapar de una muerte segura. Ahora estaban cansados y al borde de la hipotermia. Miraba la carita inocente de su pequeña.
De repente un seco golpe de mar y cayó de espaldas al agua helada. Cuando despertó no recordaba nada, abrió sus ojos angustiada, sin saber donde estaba. Se tranquilizó viendo a su lado a su niña y a su marido Samir. Un hombre de aspecto atlético, con una camiseta amarilla donde se leía “Guard” y “Socorrista”, curaba su cabeza y sonreía mientras le hablaba en un inglés muy básico.
Fátima podía oír palabras que alguna vez escuchó en boca de su abuelo, relatos que el anciano le narraba provenientes de Al-Andalus, tierra de sus antepasados. Para los judíos era Sefarad. Más tarde supo que debía la vida a Juan, un joven español de Granada, cristiano, que nadando y arriesgando su propia vida, la había sacado del agua, inconsciente, llevándola hasta la playa.
Ahora es refugiada y le gustaría vivir en España. Cada día recuerda con tristeza desde sus veinticuatro primaveras aquel día en que dejó todo su pasado en Alepo, cuando las bombas devastaron el Zoco, destrozando su casa, muriendo de forma horrible muchas familias, niños, jóvenes y ancianos.

Miguel Angel Magallón Ansón (España)


CHISPILA NO VA A LA ESCUELA

Hace días que Chispila me pregunta cuándo va a acabar todo esto, cuándo volverá a ver a su hermano, cuándo comenzarán las clases. Chispila no es una niña especialmente aplicada, pero supongo que echa de menos el colegio no por las clases, sino por sus amigos y, principalmente, porque creo asocia su escuela con un espacio libre de bombardeos. Chispila y su familia eran mis vecinos, pero cuando mi familia fue asesinada, ellos me aceptaron como una hija más. Chispila debe tener unos ocho años, pero sus reflexiones son de una lucidez inusual, y a veces, incluso, consigue hacernos enmudecer al resto. Le digo que si vamos a hacer la fila para recibir la bolsa de alimentos y agua, y noto cómo me agarra la mano y me dice que para qué esperamos la fila si, en todo caso, moriremos en los próximos días. ¿Para qué?, vuelve a repetir como si ya no le quedara aliento. Cariño, moriremos, paradójicamente, intentando vivir, le digo. Me mira tratando de esbozar una sonrisa, pero creo que el hambre pesa más que las ganas, y apenas atisbo un movimiento en sus labios. Chispila escucha a los hombres del campamento hablar sobre cómo otros hombres han muerto en el mar, o en un campo vecino. Algunos lloran, a otros ya no les quedan lágrimas. Ella, esta vez, calla, y en su silencio recoge el dolor de todos mientras no se desvía de la fila que, dentro de dos horas, le dará una bolsa de comida.

Irene Ortiz Gala (España)


MARCHAN

Me invento unos pies genéricos que marchan, a veces sobre tierra cuarteada por el sol, otras más fértil, cubierta de verde, otras sobre arena, roca, incluso hielo o nieve. Me invento que llevan años marchando y nunca han encontrado una línea en el suelo que les impida el paso, como esa pared invisible donde el mimo apoya las manos. Sin embargo, miro los mapas y sí veo esas líneas (por ejemplo, las rectas megamétricas que dividen África, trazadas desde algún despacho europeo con escuadra y cartabón), y me acuerdo de mis tíos de Francia, que no se llaman Jean et Marie, sino Acracia y Ramón. El tío Ramón nació en mi pueblo a orillas del Ebro pero siendo crío, por la guerra, marchó a Argel. El padre de Acracia era cubano, vivía en Nueva York y vino por la guerra; así conoció a la madre, oriunda de Cuenca, creo, y que aún vive. Acracia nació huérfana de padre ya en Argel. Allí crecieron en plena segunda guerra mundial, se conocieron, se instalaron y les vino una tercera guerra, la independencia de Argelia. Marcharon entonces al norte de los Pirineos, cerca de una tierra que les atraía pero fuera de un país que les repudiaba.

Entonces me doy cuenta de que mis pies genéricos inventados existen y son movidos por guerras, y que las paredes invisibles también existen, también movidas por guerras. Me cuesta creerlo, tanta invención sólo puede ser un cuento, me digo; un mal cuento, pero un cuento.

A. Delmalo (Spain)


VIDA EN MARTE

Se escucha por ahí que ya saben qué hacer con nosotros. Un proyecto confidencial de la NASA y la Agencia Especial Europea ha analizado en los últimos meses la posibilidad de establecer colonias permanentes en Marte. Hasta el momento se ha probado con animales, y ahora quieren ir un paso más allá investigando la presencia a largo plazo de seres humanos en el planeta rojo.

Viviríamos, al parecer, en cápsulas gigantescas en cuyo interior se desplegarían todo tipo de facilidades, incluidas franquicias de las grandes cadenas de comida rápida de EEUU. Todos tendríamos un hogar estándar, con una recreación de un jardín mediterráneo y cocina americana. Cuentan que los animales que han pasado allí períodos prolongados de tiempo han desarrollado malformaciones causadas, muy probablemente, por la filtración de un gas de origen desconocido. Nosotros usaríamos mascarillas casi todo el tiempo hasta que el problema quede resuelto. Lo mejor sería la asistencia sanitaria. Antes de hacer el viaje definitivo, debemos garantizar el derecho a ser sometidos, con periodicidad semanal, a análisis y pruebas médicas de todo tipo.

El ambiente en el campo de refugiados turco en el que llevamos cuatro meses es de tibia esperanza. Muchos quieren ir, pero preguntan sobre un eventual viaje de retorno, una cuestión que plantea infinitas dudas. A mí lo que más me preocupa es si funcionará Skype para hablar con Rashid, Halim y el resto de la familia al caer la noche.

Rodrigo Santodomingo Costa (España)


MUNDO CIEGO

Los adultos, melancólicos, conservadores, regresan a su tierra natal. A los niños, en cambio, los gana el deseo de aventura. Juegan a los piratas mientras el océano hiende las heridas de sus pies astillados por la balsa, y siguen adelante. Los niños son persistentes. Nadie los ve aproximarse a la tierra prometida tomados de la mano, sonrientes, caminando sobre el agua.

Patricia Nasello (Argentina)


CANIBALISMO MORAL

Escapar del olvido para alcanzar el desasosiego, traspasar nudos de ignorancia deshilachando la libertad. ¿Dónde quedamos yo y mi libertad? Quieren mis manos escalar alambrados de egoísmo, reclamarle al silencio una voz de justicia.
Ya nadie me escucha, ya nadie quiere escucharme.
Se despoja la sociedad de su ética civil y critica la pobreza, ¿acaso son ellos más ricos por privarnos de vida?
Canibalismo moral, me temo, cayendo sin freno al infierno.
Querida tierra, eres ahora nuestro cielo, un escalón más a bajar ingrávidamente hasta el subsuelo.

Natalia Marín Navarro (España)


CABALGANDO SOBRE EL BARRO

Esta mañana el barro parece diferente, es como más negro porque el sol no ha salido y se ve todo más oscuro. Mi juguete sigue ahí, ¡menos mal!, está junto a la entrada a la tienda de campaña, sé que debería haberlo metido dentro para guardarlo junto con las cosas importantes de mamá. Llamo juguete a ese palo con forma de caballito de mar que encontré ayer por la mañana, justo cuando volvíamos papá y yo de aquella reunión donde todos gritaban alterados y se alertaban de cosas que no llegué a entender del todo. Supongo que Mazen seguirá dormido, es muy temprano todavía para que los niños salgamos a jugar. Mamá nos ha levantado a papá y a mí hace un buen rato, anda algo nerviosa y va cogiendo cosas de aquí y cosas de allá, parece que lo hace al tuntún. Mi padre tiene un sueño muy profundo y creo que le ha sentado mal levantarse tan pronto porque no me ha dicho nada gracioso, está muy serio todo el rato. Sospecho que otra vez nos vamos y no sé a dónde, por suerte tengo a mi nuevo caballo y sabe galopar muy muy rápido, tanto como ningún otro en el mundo, a pesar de ser un caballito de mar y no un caballo de tierra, lo digo por si tenemos que correr como aquel otro día tan oscuro. Si veo a Mazen antes de irnos, le preguntaré si quiere huir montado en mi nuevo juguete...

Francisco Lorenzo Venancio (España)


MONTAÑAS

Jeidi nació muy cerca de las montañas, pero cuando el gran ruido la despertó en su cuna, su mamá le prometió que nunca más tendría miedo. Entonces la llevó por el valle, atravesó el mar y recorrió muchos caminos hasta llegar a las otras montañas donde podría crecer.
Ahí aprendió a caminar. Las recorría diariamente con su mamá y sus hermanos. Le fascinaba entrecerrar los ojos y descubrir los colores y texturas, escarbar con sus manos redonditas para conquistar los obsequios escondidos que la colmaban de alegría. Su mamá la cuidaba bien: todo el tiempo vigilaba que no se llevara cualquier cosa a la boca o que anduviese correteando descalza por ahí porque se podía lastimar. Jeidi amaba esas montañas regalonas.
Hasta que un día se hizo grande y comprendió que era un basural.

Ana Rosa Burgos (Argentina)


LA TIERRA PROMETIDA

Salimos de otro sueño, fatigados por la conmoción; En la mañana un hombre vino, nos prometió una tierra desde hace milenios prometida. Los demás se llenaron de esperanza. Mis hijos me abrazaron tan fuerte que fue inevitable el contagio de su ingenuidad, durante casi semanas estuvimos sin asearnos, sin un lugar en el cual descansar por unas horas al menos. Y ahora, alguien venía a decir que lo tendríamos todo, al anochecer, unos cuantos minutos de espera más, ¿No habíamos esperado lo suficiente ya?, quizás. Primero subieron los niños, de uno en uno enfilaron hacía el vehículo. No solté a mis hijos, ni por un instante, insistí lo suficiente para llevarlos conmigo… Me lo negaron. A todos. Lo comprendí, otra promesa rota, una más de entre tantas. La vida terminó para mí, sin estar entre tantos cuerpos cómo los que alcancé a ver apilados en las poblaciones exterminadas. Me encontré muerto. Y no me mató arma alguna, ni explosión o hambre. Morí al ver aquél vehículo irse, con mis hijos, con los demás niños. Aquél hombre nos prometió un refugió, un éxodo salvador. Creímos en él. Y ahora, en realidad, ya no teníamos nada más para perder. Ni siquiera la vida.

Fernando Martínez Castellanos (México)


CONEJOS

Mi hermano y yo somos de aquí, somos conejos. Eso ha de ser, porque, mi madre y mi abuela tenían muchos, antes de que nos fuéramos de casa. Montones y montones de conejos, en la reja; Con comida, agua y limpios, muy limpios. Pero siempre en la reja. Cuando salimos los dejamos atrás, dejamos todo. Mi madre sacó algunas ropas, a veces usábamos la misma ropa por días. Pero ahora ya no. Ahora nos dan de comer, nos cuidan. Estamos limpios y crecemos. En la caja. Dicen que no será así siempre, que algún día será cómo antes y nosotros cuidaremos de los conejos. Un día, sí. Mientras llega ese día, nos quedaremos aquí, seguiremos creciendo, hasta que podamos volver. Cuando los problemas terminen… Cuando nos saquen de este refugio.

Fernando Martínez Castellanos (México)


LA MOSCA

¿Qué puede haber de similar entre un cuadro de Cecilio Plá y la situación de una choza en Congo, en un callejón oscuro de madrugada? La casa es de adobe y no tiene agua ni luz. La puerta está atrancada por dentro con una pata de mesa. En su interior duermen encogidos y medio desnudos, con la confianza de los inocentes, diez niños entre tres y doce años. La madre está en su trabajo de prostituta hasta el amanecer. Paga a la policía por su protección.
La puerta chirría y entra un hombre alto con ojos que brillan en la oscuridad. Parece un Djeen, un diablo que amordaza a la hermana mayor y pone un cuchillo en su cuello. Después enfoca con la linterna a Eneba de cinco años que no tiene marcas en la cara ni en el cuerpo.
En un hueco apenas separado por una tela vieja la viola mientras grita: ¡Soy invencible, no podrán matarme!. La dejaron tirada unas calles abajo. Horas después la recoge la policía, su rostro es una máscara africana sin expresión. En el hospital una asociación benéfica se hace cargo de ella. La encargada explica que existe la creencia arraigada de que la sangre de una virgen te hace poderoso e inmortal en la guerra.
Al día siguiente Njda con sus diez hijos pagan el pasaje para subir a una patera. La niña no vuelve a hablar. Solo repite: "La mosca, la mosca".

Isolina de Anta (España)


CONCERTINA

El silencio era tan agudo que se podía escuchar lo que gritaban aquellas almas a las que habían robado su paz.
La noche había hecho acto de presencia, los motores se habían apagado y con ellos, la esperanza de los 150 corazones que latían débilmente sobre aquella barcaza destartalada.
La sal se pegaba a nuestros cuerpos, no quedaba ningún alimento sólido y el poca agua se nos había caído por la borda en un intento por sobrevivir.
Nuestras mentes solo podían recordar las lágrimas de nuestra familia, la que dejábamos atrás. El calor de sus besos contrastaba ahora con una fría realidad, la de habernos convertido en una suerte de refugiados o de inmigrantes ilegales, dependiendo del papel que nos quisieran otorgar.
Nos teníamos que acostumbrar a nuestra nueva situación, impuesta y disparatada, donde al final de nuestro nuevo camino nos recibirían con unas grandes espirales de alambre que nos hacían recordar de nuevo, que daba igual lo que fuéramos o quisiéramos ser, pues no íbamos a ser bien recibidos.
De repente, el silencio se tiñó de gritos de dolor que habían sido acallados bajo mantas y sábanas. Apenas veía nada, pero supe reconocer ese quejido que parecía partir en dos el cuerpo de una mujer .Sus rezos en esa noche fría, aportaban el calor necesario. Nació detrás de 149 espaldas inmóviles, pero haciendo frente a la vida.
Como un rayo de esperanza, el olor a vida superaba al de la muerte. La llamaron Concertina.

Valor (España)

SIN TÍTULO

No podía mirarles a la cara. Se sentía avergonzado de su país, de Europa, de la especie a la que pertenecía, el homo sapiens.
Cuando veía sus miradas suplicantes hacia las fuerzas del orden que les impedían cruzar la frontera, cuando observaba como obreros de otra nación diferente alzaban otra alambrada en una nueva línea fronteriza, se sentía rabioso, indignado.
Y ahora sí, pese a la ayuda desinteresada que les prestaba con sus conocimientos legales para wue solicitaran la petición de su calidad como refugiados, ahora ya no era capaz de hacerles promesas, que sabía serían vacías.
Y es que cuando se imponen las razones de Estado, los acuerdos europeos, ya todo pierde su sentido.
Hasta la gran Europa, en otro momento la gran defensora de los Derechos Humanos, de los desvalidos, parece volver.

Anónimo


CUANDO SE IMPONE LA RAZÓN DE ESTADO

Se sentía avergonzado. Era incapaz de mirarles a la cara.
Cuando veía como su país, el gran espacio europeo al que pertenecía les rechazaba, les cerraba las puertas, una y otra vez, sentía rabia, vergüenza, ira...
Se sentía avergonzado por pertenecer a la especie humana, a pesar de que les ofrecía sus conocimientos desinteresados como abogado para que solicitasen asilo.
Pero sabía que esta vez sería inútil, ya que cuando la razón de Estado se impone, nada se puede hacer .
Entonces hasta la gran Europa se vuelve ciega ante tanto sufrimiento.

Gloria Arcos Lado (España)


POR ELLOS

Del lunes no pasa. Hoy ya es viernes, y nunca conviene tomar decisiones precipitadas: las prisas y las improvisaciones no suelen llevar a buen puerto. El lunes, decía, instaré a mis homólogos para reunirnos el primer lunes del mes que viene al objeto de fijar una fecha definitiva para la reunión que, según mis estimaciones, tendría lugar para el primer lunes después del segundo martes de noviembre. En dicha reunión, ya sí, deberemos ponernos de acuerdo (cueste lo que cueste) para fijar una fecha definitiva para la reunión oficial en la que trataremos el dramático asunto de los refugiados.
Mientras tanto, ya he instado a las autoridades pertinentes para que instalen una tercera alambrada que de protección a esa pobre gente: cualquier esfuerzo que vele por la seguridad de esa multitud siempre será insuficiente.

José Manuel Dorrego Sáenz (España)




TRECE

Los occidentales creen que el número trece es de mala suerte. Nunca lo creí, no hasta que llegué a Berlín. Apenas con 13 años, me había visto obligada a dejar mi país. Maryam, la niña de Jordania, no existía más. Ahora era otra autoexiliada más. Otro número como cualquier otro en un ordenador europeo. Cualquiera podría pensar que mi situación no haría otra cosa que mejorar. Estaba en Europa, lejos de mi machista y opresor país musulmán. ¿Acaso algo malo podría pasar? Todo. Absolutamente todo podría pasar… Sin una sola moneda en la bolsa, mi padre comenzó a resentir la pobreza. No tenía empleo y vivíamos de la caridad. Acostumbrado a cierta clase de prosperidad, esta situación no hacia otra cosa que no fuera desesperarle. Dejó de hablar con nosotras. Abandonaba nuestro hogar temprano y regresaba muy tarde. Cuando le preguntábamos que es lo que hacía tanto tiempo afuera, respondía con un gesto de enfado sin decir palabra. Yo sabía que algo andaba mal, pero no podía dilucidar qué. Un buen día, llego a casa acompañado de un hombre. Dijo que Alá nos había bendecido otra vez. Mamá y yos nos miramos aterradas. Sabíamos de qué clase de bendición hablaba. Notó nuestro nerviosismo y fue al grano. Su “amigo” sería mi esposo… con una gran sonrisa en los labios dijo que la dote sería generosa. Que irónico… con esa misma sonrisa me estaba diciendo que con solo trece años, mi vida se había acabado. Y él jamás se dio cuenta.

Jorge Daniel Abrego Valdes (México)


DESESPERACIÓN

Entre la bruma de la mañana, que lo envolvía todo, solo se oían sus gritos de desesperación.
Llorando amargamente, corría sin sentido, sin destino, sabía que podía ser la próxima.
Poco antes habían sonado disparos y junto a ella cayó muerta su madre.

Caminaban cogidas de la mano, solo les quedaba pasar la última frontera hacia la tierra de salvación, eran refugiadas en busca de una nueva vida. Pero los guardias del orden, en nombre de la civilización occidental, dispararon indiscriminadamente contra la multitud.

A su madre le destrozaron la cabeza, a ella el corazón. A las dos, de distinta manera la vida.

Javier Puchades Sanmartin (España)


¡MIRAD!

Ni si quiera los gritos de << ¡Tierra! ¡Tierra!>> de mis compañeros me distraen de mis cuentas matutinas: <<…ochenta y cuatro del génesis del horror, día ciento treinta y siete de la muerte de mi padre, día noventa y dos de la muerte de mi madre, día cincuenta y tres de la última vez que vi a mi hermano…, día veintiséis del inicio de este viaje>>. Terminados los rezos, levanto los párpados; todo un océano ante los ojos, una única esperanza a la vista.

Dulce María Ballester Alarcón (España)


OCHO POR TRES: VEINTICUATRO

Todas las mañanas le dedico una sonrisa sentado en nuestra cama, mientras le mullo la almohada con la palma lisa. Ella se desnuda rápido, sin darme la espalda y sin decir palabra, como siempre. Sólo sé que es siria, como yo, y que tiene el cuerpo brillante y firme, como una piedra rescatada del fondo de un río. Luego se escurre bajo la manta, nuestra manta, que aún conserva mi calor y, de cara a la pared, logra robar unos minutos de sueño al recuerdo de su último cliente. Camas calientes, lo llaman. Tres personas que comparten un mismo lecho, con derecho a ocuparlo sucesivamente durante un máximo de ocho horas.
Nunca me he atrevido a tocarla. Ni siquiera a preguntarle cómo se llama. Desde la confianza que me concede la puerta entornada, le deseo que tenga un buen turno de descanso, y salgo al pasillo. Choco los cinco con Wilson, que acaba de desocupar el baño, y me cuelo antes de que la vida empiece a derramarse desde los demás cuartos de la pensión.
Cuando vuelvo por las noches es Pavel el que me mulle la almohada con el puño antes de irse, pero si ha conseguido algo de dinero con sus chapuzas le pide a Turno Dos —como él la llama— que empiece por él su jornada de trabajo. Y entonces no me queda otra que cerrar la puerta sin hacer ruido y asomarme a la cocina, a ver si Wilson me invita a uno de sus mates.

Belén Sáenz (España)


LODOS

Las mariposas buscaban refugio para sus efectistas y delicadas alas mientras los caracoles comenzaban a calentar motores para cuando escampara.
La lluvia plasmaba en los ventanales curiosas figuras móviles al son de un agradable tintineo que precedía a los charcos sobre los que, como pájaros dorados por un renacido sol, chapotearían como si la vida fuera precisamente eso.
Los recuerdos se le amontonan a la muchacha abrazada a los escalofríos de su hermano al tiempo que le canturrea durante otro largo y estruendoso golpeteo sobre esa lona prestada.

Javier Palanca Corredor (España)


ÉXODO 23,6

Desde el rotundo púlpito de mármol de Carrara el religioso dirigía su mirada a la primera fila donde el barbado mandatario cabeceaba ausente. El anillo obispal refulgía al cruzarse con el oro de los candiles de la Iglesia Catedralicia.
Éxodo 23, 6, bramó. 
El erudito se dirigió a su congregación.
¿Cómo podemos dejar que esto esté pasando en nuestra gloriosa y cristiana nación? ¿Cómo, insisto, podemos dormir tranquilos cuando hay miles de personas que cada día, cada hora, pierden su morada y su vida arrasadas por las consecuencias de las guerras mercantilistas? Es hora y tiempo de que la Iglesia reaccione como debería haberlo hecho antes, como lo hizo en el principio de los siglos: dando cobijo al desamparado, de vestir al desnudo y de comer al hambriento. No negaremos justicia al pobre.
Los parroquianos se miraron horrorizados. ¿Tendrían que reaccionar? La fila uno, donde dormitaban los padres de la patria, crujió bajo el peso de la culpa. El mandatario en funciones frunció el ceño y miró hacia el púlpito. Un gesto imperceptible de sus dedos y el obispo, tragando saliva, concluyó:
Así pues, apoyemos a los dirigentes que han rescatado las cajas de ahorro, mimemos los bancos manipulados por esa Europa maligna y ajena, dejemos que subvencionen las industrias que fabrican las armas que nos protegen. Que todos nosotros vivamos como hasta ahora. Amén.
Los parroquianos suspiraron aliviados: así no tendrían que reaccionar ni manifestarse ese tarde de domingo durante la final de la Eurocopa.

F. Susano García (España)





COOPERACIÓN INTERNACIONAL

Me detengo en el espacio que tu ombligo marca como tu mitad. Al norte, tu pecho pequeño y juvenil pugna por romper el sujetador del bikini. Al sur, cierras las piernas y me provocas para que juegue con tu braga. Los dos lazos que sujetan la tela que cubre tu vergüenza frente a mi lujuria no son nada para mi boca, que los deshace con maestría. Gimes y entiendo que quieres que siga. Tus piernas me impiden que llegue adonde quiero, atadas como están a la mesa, igual que tus brazos. De tu mordaza apenas me llegan unos sonidos guturales. Y yo, qué quieres, me dejo llevar por lo que sé que es un sí aunque tú sólo quieras que entienda que no.

Y cómo entenderlo, si no hablo tu idioma, ni tú el mío. Tus lágrimas las interpreto de placer, mientras tu hija, atada y amordazada en la silla de al lado, sabe que correrá la misma suerte que tú, llora e intenta apartar la vista. Mi compañero le sujeta la cabeza, le abre los ojos y le vuelve a preguntar por su padre, tu marido, que escapó de nuestras alambradas y controles. Si no decís nada, si no colaboráis… Bah. Y aunque lo hagáis. Meto mi mano entera en ti, grito el nombre de tu marido y disfruto con tu dolor.

F. Susano García (España)


NO HAY DERECHO

Tras años de improductivos debates y excusas extremadamente eficientes, Europa decidió abrir sus fronteras en pos del desarrollo humano. Propietarios de hoteles costeros, chiringuitos, clubes horteras de paseos marítimos y alquiladores de hamacas y sombrillas playeras salieron a las calles con pancartas y megáfonos para pedir la apertura de fronteras, concienciaron a sus vecinos del escándalo que eran los naufragios multitudinarios de pateras e hicieron huelga de hambre con la amenaza de morir antes que dejar seguir la vida en esas condiciones.
Con las playas llenas de cadáveres, todos los turistas se estaban yendo de veraneo a las montañas.

Irene Vera de la Fuente (España)


"REMEMBERING"

Cual hordas de otros siglos, ya pasados; olvidados si no fuera por la Historia que les guarda esculpidos en sus hojas, vuelven hoy, en nuestros días, a invadir otra vez el Occidente, abandonando su llanuras o montañas, ríos , valles, los hogares en pos, esta vez, de una palabra que atenaza sus gargantas: ¡vivir!
Y esta vez no vienen, a priori, a conquistarnos; llegan a impulsos de los pinchazos que unas cimitarras afiladas les procuran en sus espaldas haciéndoles huir, desesperadamente, hacia la simple libertad de subsistir.
Ahora, hay que pedir, que el Atila de turno, figurado por supuesto, no esté a este lado del Danubio. De la misma manera hay que aprender de los errores y tamizar, en un sutil combinado de celo y dosis de generosidad, que nos entren los menos posibles bárbaros de allende los mares...o desiertos.

César Francisco Gutiérrez de Manuel (España)


LATIDOS

Queridos hombres y mujeres, niños y niñas, en primer lugar os doy mi más sincera bienvenida a este país.
No voy a decir que comprendo vuestra barbarie porque no la he vivido. Pero si he vivido la huida en busca de un mejor lugar y situación. Decir adiós a tu hogar y a tu familia es algo que duele ya para siempre.
Duele hasta que te das cuenta que otras puertas se abran y que el corazón sea el mismo en todos los lugares. Que las oportunidades hay que buscarlas incluso cuando no tenemos ánimo y que el idioma que es básicamente lo que parece separar a las personas es algo que deja de tener frontera con un simple gesto de amor. Y existen. Existen esos gestos de amor de parte de todos nosotros.
Cuando consigáis levantar vuestra cabeza con orgullo, cuando consigáis dejar de llorar a vuestros muertos, aunque tarden tiempo, nuestra tierra será la vuestra y nuestro cielo también de todos se encargará de ir cerrando las heridas de vuestros corazones.
Bienvenidos de verdad.
Que estudien vuestros hijos e hijas. Que ya con su experiencia de vida y su conocimiento de la misma serán grandes mujeres y grandes hombres.
Serán personas comprometidas con el mundo en que viven y con las sociedades, en tanto que todos somos parte de ellas. Vivan ustedes lo más tranquilos posible y dejen atrás el horror. Que la tierra se trague el miedo y florezcan la sabiduría y la tolerancia.

Carmen Parra Braulio (España)


"RAJAYNAYAA"


Creía percibir ahora desde cubierta, los gritos de su familia cuando aquellos hombres llegaron armados con machetes a su hogar con la intención de reclutarlo en un grupo paramilitar infantil. La negativa de sus padres fue rotunda…, y funesta. Corrió mirando continuamente hacia atrás y profusos regueros de lágrimas salpicaron la árida tierra.

Abandonando Somalia en una destartalada furgoneta que transportaba resina de mirra, deambuló durante meses a pie.

Sobrevivió a base de restos de basura e insectos pero su delgado cuerpo apenas levantaba ya el polvo del camino con sus serpenteantes pies.

Estuvo tentado de sentir dicha cuando un grupo de esclavistas lo secuestró; al menos deberían alimentarlo para poder vender viva su mercancía.

Tras meses de cautiverio y cicatrices en las muñecas por las ataduras, consiguió escapar en un descuido y atravesar la frontera de Libia, donde al cabo de unos meses, robó las suficientes monedas como para pagarse un pasaje en una patera con cincuenta personas más.

La embarcación zozobró a mitad de camino, y cuarenta de esas personas murieron ahogadas.

Cuando comenzaban a abandonarle las fuerzas y el frío comenzaba a entumecerle los miembros, vio un gran foco a lo lejos que se acercaba.

Tiritando empapado en agua de mar, se aferraba a aquella fotografía de su familia, mientras la primera mujer blanca que veía en su vida, le arropaba con una cálida manta y una sonrisa.

Dos años, seis mil trescientos quilómetros y una promesa después, se permitió volver a llorar.


Miguel A. Cabanes Jareño (España)


ELS ALTRES FILLS DE DÉU

Avui un Déu ha mort de bocaterrosa a la platja. Un Jesús amb sabatetes negres i mitjonets a ratlles blaves i blanques que la mare li va posar tendrament abans de sortir de casa: "Anem. Dona'm la mà, fill meu. No tinguis por, la mare està aquí. La mà, fill, així, molt bé, no et deixis anar. Puja a la barqueta. La mar és molt gran, és veritat però la mar ens estima i no ens vol cap mal. Només els homes fan mal als homes, els homes que inventen mil maneres de matar, que si pogueren, matarien a Déu. No ploris, fill. No miris enrere. Tot anirà bé. Aviat s'acabarà el blau i arribarem al verd d'una nova terra i ens hi trobarem amb el pare. El pare t'estima, això no ho oblidis mai i ara dorm, fill, i quan et despertis ja haurà passat tot".
I les onades creixen i la barqueta gira i gira, puja i baixa i perd el nord. Els núvols són tan negres i l'horitzó tan verdós, tan lluny i aprop alhora, i les onades tan altes i fortes que la barqueta esclata en mil bocins contra les roques i els braços de la mar arrabassen els fills a les mares.
I les mares jauen sobre les platges amb ulls oberts i secs, fixes en el cel, i saben que Déu és mort.

Cristina Calduch (Catalunya)


QUERIDOS ANIMALES:

De verdad no encuentro palabras para agradecerles que me hayan rescatado. Ahora que estoy a punto de morir de vejez gracias a la hermosa vida que ustedes me han obsequiado, puedo recordar sin angustia aquellas horas interminables que viví en mi encierro, donde ustedes me encontraron y me liberaron. Esa angustia terrible de no saber cuando a mis captores se les ocurriría matarme por diversión, o si antes sería víctima del hambre, del frío o de alguna enfermedad terrible.

Lo que más agradezco es que hayan podido entender que yo también soy un ser vivo, y por tanto, merezco el mismo respeto que ustedes aunque sea de una especie diferente.

Finalmente, quisiera pedirles un último favor pero muy importante: sigan ayudando a otros que como yo se encuentran en condiciones deplorables e injustas. Ustedes son seres extraordinarios y ellos no tienen la culpa de que el mundo sea así.

Muchísimas gracias por esta segunda oportunidad de vida que decidieron regalarme. No tengo manera de pagarla excepto con todo mi amor, lealtad y respeto.

Espero verlos en el paraíso por que realmente se lo merecen.

Los ama,
Lucy, su humana preferida.

Alexandro Arana Ontiveros (México)


TRAS LA MALLA

El estadio repleto está en absoluto silencio, a la expectativa. Los jugadores de ambos equipos esperan ansiosos. El portero del equipo contrario, medio acostado sobre el pasto no sabe qué sucede de tan lejos que está, y aún así, reza en voz baja. Incluso el arbitro está nervioso. Irónicamente, el único ajeno a todo este momento culminante, es el arquero que deberá contener el tiro penal que marcará el final del campeonato. Si lo detiene, serán campeones del mundo, los gloriosos recordados por siempre; si lo deja convertirse en gol, serán los eternos perdedores registrados para siempre en las páginas de la historia del fútbol.

Pero el portero continúa como un autómata, fuera de la realidad. Con ambos guantes agarra firmemente la red de su portería. Pareciera querer arrancarla y destrozarla. Las lágrimas inundan sus ojos.

Sus compañeros revolotean a su alrededor haciendo vanos intentos por sacarlo de tal sopor: le gritan, lo abrazan, le dan ánimos recordándole que ha sido nombrado el mejor arquero del campeonato, y por tanto, del mundo. Le mueven los hombros, le sacuden el cabello cariñosamente sin resultado alguno.

Ninguno de ellos, ni siquiera nadie en todo el estadio supone lo que pasa por su cabeza: los recuerdos… Aquella malla de metal que servía como red cuando era un niño refugiado de guerra… Tras anotarle un gol se acercó a ella por la pelota… Entonces los descubrió: cientos de ojos imperturbables observando a detalle su destino, enjuiciándolo, esperando a verlo caer.

Alexandro Arana Ontiveros (México)


CÍRCULO VICIOSO PERFECTO

Conforme avanzó el juicio, la gente de diversas partes del mundo comenzó a entrar en shock. Incluso en pánico. ¿Cómo era posible tanta atrocidad, tal maldad dentro de sus cabezas?

Y es que no era para menos. Estaban siendo enjuiciados por un tribunal internacional los mismísimos representantes fundadores del grupo de amnistía más importante del mundo.

Esas sacrosantas almas habían creado un sistema perfecto para ayudar, destrozar y volver a hacerlo todo en un círculo vicioso perfecto e interminable. Estos dementes sin alma lo habían llevado a cabo por décadas sin que nadie se enterara:

1. Fundar una asociación de amnistía que apoyara a los refugiados de cualquier guerra internacional. 2. Crear campamentos inmensos para dar cobijo a los desplazados. 3. Rentar de manera clandestina y anónima durante las noches, tales campamentos como zona de entrenamiento para soldados especializados en conflictos armados (y obviamente, cobrar por esto sumas multimillonarias a los diferentes gobiernos dictatoriales). 4. Apoyar a los refugiados que escaparan de la próxima guerra creando un nuevo campamento gigantesco para ellos… 5. Vuelta a empezar. Infinitamente.

Por suerte ya los habían descubierto y los estaban enjuiciando. Pero, ¿y si allá afuera aún hubiera más almas "caritativas" como las de ellos?

Alexandro Arana Ontiveros (México)

UN HORIZONTE DE ESPINO

Por las mañanas el sol se recorta en cientos, miles de cabezas despeinadas y sucias. Se mueve libre por el firmamento mientras cae sobre nosotros con fuerza. Otras veces es la lluvia la que arrecia, el suelo se vuelve fango y noto cómo mis pies se hunden. Tampoco me molesta mucho; no iba a moverme de ahí y tampoco <> me dejarían hacerlo. Se oye un ruido a lo lejos, más allá de la alambrada. El barro ensucia el reluciente todoterreno que se acerca a nosotros. De él bajan personas con la sonrisa más engominada que el pelo, sus dientes son blancos como la leche. Se acercan a nosotros, nos preguntan cómo estamos, nos prometen hacer lo que puedan, nos abrazan y nos muestran su mirada más compasiva. De nada me sirve su compasión ya que así miro a los guardias para que nos dejen pasar por la alambrada y aquí sigo. Quiero su dinero para poder embaucar a algún vigilante, para conseguir más comida o simplemente para tener algo para cuando vuelva a casa. Quiero salir de aquí. Nos reúnen a unos cuantos niños para que nos hagamos la foto de turno. El hombre que tengo a mi lado apenas me roza el hombre. Tres, dos, uno. Sonríe. Alguno de nosotros incluso levanta los dedos formando una V. Poco rato después estas personas se marchan, nosotros les seguimos corriendo hasta que nos paran los guardias. Su coche se pierde por el horizonte, gruesamente trazado por el espino.


Ana Vera (España)




IMPOSIBLE PERDONARTE

Simplemente cerraste mi revancha, sola lo decidiste, o no, quién podría saberlo si en tu mano se enroscaba un rosario incrédulo, un adiós de rencor.
Tu inmenso dolor sin saberlo, engendró terror, pena, miserias, nostalgias que serán compañía el resto de mi vida, ellas menos cobardes de lo que tú, y tú más valiente que yo.
Sólo me dejaste dos enseñanzas al decidir que era tiempo de percibir tu sencilla venganza. Y te perdiste en la inmensidad de la madera, detrás de tus párpados ya sin ánimo, los dos ojos color del tiempo que habíamos compartido.
Nada debía interesarte, ni nadie, sólo la búsqueda de una paz prometida por las páginas de la biblia y una inexistencia de testigos que te aseguraran que allá, en la otredad, algo sería ese descanso que no pudiste sacarme.
Yo sabía que podías pero la duda tenía dos caras, como la de una moneda, una que se vestía de cabellos largos y la otra de un varón que te hizo madre cuando eras una mujer completa.
Es imposible perdonarte porque de ti se esperaba un desenlace de sonrisa, no un telón de abandono, igual desististe, soñaste que acá era sólo el camino y tomaste por el callejón de la ilusión del Allá, ese lugar donde ahora estarás viendo cómo hacer para traernos mariposas blancas de perdón, mentiras que nos devuelvan tu olor, una sonrisa y la emoción de cada plato que creabas con el corazón. No vuelvas porque robaría toda tu eternidad.

Sergio Alejandro Furlan (Argentina)


LA PLAYA DEL FIN DE LOS DÍAS

En la agencia “Ponte el mundo por patera”, ofrecen viajes, todo incluido, con destino a un mundo mejor. El precio a pagar, en muchas ocasiones, es demasiado alto. Las plazas ofertadas son en bancada de cubierta, a pleno sol y sin límite de edad. La flota de embarcaciones que realizan el trayecto desde las costas de la desesperación hasta las de la impotencia hacen escala en la playa del fin de los días donde muchos cruceristas son recibidos, al abrigo de las olas, por representantes de países solidarios que certifican su muerte cuando se consuma el drama que acompaña el periplo de meses de travesía. Existe un glosario de términos que forman parte de lo cotidiano en la vida de los refugiados… hipotermia, deshidratación, ahogamiento, desnutrición, éxodo, mafias….todas forman parte de un universo lingüístico cada vez más habitual en los medios de comunicación generalistas. Lo más triste de todo esto es cuando esas palabras se quedan en el camino junto a las miles de personas fondeadas en el lecho marino que acoge, en un ritual macabro, de muerte y olvido las almas de mujeres, hombres y niños que una vez tuvieron raíces y ahora como hojas secas vagan cual peregrinos sin santuario dónde acudir hasta que un fuerte viento las deposita en ninguna parte.

Rafael Aracil Alemañ (España)


EL MICRORRELATO Y LA ESCRITORA

La Escritora se sentía lista para escribir sobre los refugiados. Estaba muy indignada, ¿cómo podría transmitirlo?
Chasqueó la lengua, se recargó en la silla y observó las pocas líneas que había escrito. No le complacía…
Quizá debía abandonar. El dolor podía ser complicado.
— ¡Eh, Escritora!
— ¿Quién dijo eso? —se sobresaltó, llevándose una mano al pecho.
—El microrrelato.
La Escritora frunció el ceño.
— ¿Qué quieres? —Se cruzó de brazos—. ¿No ves que estoy ocupada?
— ¿Sabes que siento?
— ¿Los microrrelatos sienten?
El microrrelato se enfadó.
— ¡Por supuesto que no! Pero los refugiados sí. Te diré que sienten para que les hagas justicia—se aclaró la garganta—: miedo, impotencia, dolor, sufrimiento, no saben si habrá un mañana. ¿Cuáles son tus preocupaciones ahora?
— ¿Estar volviéndome loca?
—Vaya—el microrrelato soltó una fría carcajada—, ¿y ellos? Hambre, sed, estudios, seguridad…, común para ti y para ellos un anhelo. Piensa y escribe ahora.
La Escritora suspiró.
—Pero…
— ¡Nada! —la interrumpió—. Sus sueños y esperanzas han sido arrebatados por esos que se hacen llamar humanos. Puedes hacer algo. Y tú—su voz destelló furia—… ¡Sí, te hablo a ti!
La Escritora se asustó.
— ¿Qué?
—No a ti—bramó el microrrelato—, al lector. Te dejo una tarea: haz algo, no me importa que. Hablas del cambio pero no haces nada—miro a la Escritora que escribía con prisa—. Yo me encargare de ella…—suspiró, estaba exhausto. Pobre micrrorelato—Veo humanos pero no humanidad, es hora que alguien haga algo al respecto. Ella escribirá, ¿tú que harás?

Diana (México)


ABADÓN (La Décima Plaga)

Su imperante tintineo embargó lo incuestionable. Nos adentramos en la alucinante morada, grisácea y amorfa. Pisos, techos, columnas, arcos y altares aparecieron ante mí plagados de un número infinito de cerraduras. Los confundí con peces boquiabiertos y moribundos. Las Llaves los ignoraron por completo.

Floté en la eternidad de lo inmensurable sin voluntad, sin juicio, sin apetitos terrenales. Experimenté los velos incorpóreos de la eternidad. Al alcanzar el final del subterráneo, Las Llaves penetraron una cerradura cuya forma de bestiales fauces me dio paso a un manojo de rústicas callejuelas. Peces, limo y esclavitud se mezclaron con el inagotable sonar del mandato que se reprodujo a lo largo y ancho del caudaloso Nilo.

Bajo una tibieza espectral, se iban abriendo para mí puerta tras puerta.

- ¿Incluido el Palacio del Faraón?
Pregunté.

- En verdad te digo que todas las casas y corrales, menos aquellas con sangre de cordero untada en sus puertas.
Contestó La Voz.

Nítidamente recuerdo la sorpresa de los primogénitos, su consternación, su impotencia, su inútil intención de esconderse, -fui muy rápida-. Desgarrador fue el alarido que se cernió aquella noche sobre Egipto.

Así fue cumplida La Décima Plaga. 

Lilitt Tagle (México)


TOMBUCTÚ

La vi al romper el alba, en aquel campo de florido. No era demasiado joven, quizás tendría quince años y se movía de manera errática, tal parecía que no pudiera levantarse. Nunca antes había visto una igual, aunque a menudo observaba su majestuoso vuelo en los períodos migratorios.

Me acerqué sigilosamente y le pregunté:
- ¿Te has perdido? ¿Necesitas ayuda?

Y ella, la mirada triste y el llanto contenido, me contestó:
- Soy una cigüeña blanca en mi largo viaje de vuelta al hogar. Vengo de tierras lejanas y he vivido la maldad y la codicia de los poderosos enzarzados en guerras absurdas, y el sufrimiento de los inocentes en sus migraciones hacia el norte buscando un futuro mejor, pero también el amargo desespero de tantas personas sin nada más que compartir que la soledad y la miseria.

- Pero hoy, tú, desconocido amigo, me has preguntado si me había perdido, y me has encontrado; si necesitaba ayuda y me has escuchado.

Y mientras el silencio se interponía entre los dos, desplegó sus majestuosas alas y, levantando el vuelo, desapareció para siempre

Pétalo a pétalo husmeé las flores, y su aroma me transportó a paraísos desconocidos. Emocionado, pensé en que ya no tenía miedo y soñé en cómo sería Tombuctú cuando ya no estuviese entre los humanos, estos seres extraños, sin alma, que trataban mejor a los perros como yo, que a sus propios hermanos.

David Salsa Llansa (España)


NEGRA NIT

És fosc, molt fosc. Ni la lluna ha gosat sortir, tenia por de la foscor. Les maldats del món, les nostres maldats ens han caigut a sobre i han deixat el cel negre, negre i roig. Negre de plors, roig de sang. Plors de desesperança, sang d’innocents.

Europa avergonyeix el seu propi poble essent insensible a altres pobles que pateixen. Europa té amnèsia i ha oblidat que no fa tant de temps ella mateixa patia. I plorava. I sagnava.

Només ens queda esperar una nova aurora, un nou dia, nou de debò, en què les persones comptin més que els números, en què se les tingui en compte pel que són i no per les seves riqueses, en què les vides dels éssers humans valguin el mateix independentment del color de la seva pell o del seu origen. Potser llavors torni la llum sobre l’horitzó a alimentar bells somnis.

M.Carme Marí (Espanya)


PRIORIDADES

¿Quién no ha soñado con ser invisible alguna vez? Podría colarme en el cine y disfrutar de mi película favorita; o entrar en el despacho del profesor de matemáticas y buscar las preguntas del próximo examen. Pasear por la playa y mirar sin pudor a las chicas en biquini. Enterarme de lo que susurran Ismael y sus amigos a mis espaldas o viajar gratis en tren, en avión e incluso, puestos a soñar, en un barco pirata. Aunque lo primero que haría, sin duda, sería saltar la alambrada y quitarme de encima esta angustiosa sensación de que nadie me ve.

Margarita del Brezo (España)


EL FINAL DEL VIAJE

Como sombras disipadas por un nuevo amanecer. Así quiero ver tus miedos, mi pequeño. Espero que con el cariño y amor que encontrarás en tu nueva casa, puedas ir olvidando tu triste pasado y tu duro camino hasta llegar a nosotros.”
Los padres adoptivos se deshacen en atenciones hacia su hijo. El tiempo es un aliado, y el niño va curando sus heridas, disminuyen sus pesadillas, su mirada se dulcifica, sus palabras empiezan a fluir con normalidad.
Aún y así, llevará de por vida unas cicatrices, marcas indelebles del horror sufrido. Por ejemplo nunca podrán ir de vacaciones al mar.

M.Carme Marí (Espanya)


COM FAN TOTS

Hi ha una cuina on uns nens esmorzen xocolata i galetes. Com fan tots els nens, acaben saltant gotes de xocolata fora de la tassa, i una de ben gruixuda arriba a la paret. La mare els renya, com fan totes les mares, i els demana que ho netegin. De sobte sona una sirena i mare i fills corren cap al refugi. No som a Europa, som a Síria, i a la ciutat de l'Amal les sirenes sonen sovint. Al refugi es reuneixen amb el pare que, com fan tots els homes, hi ha acudit deixant la feina. S'abracen ben fort i tanquen els ulls mentre senten les explosions damunt els seus caps.
Quan s'atura el so eixordador surten. El panorama és desolador. Avui ha tocat de ple al seu barri. Al seu carrer l'edifici del davant és un munt de runa. Els pares, desesperats, decideixen fugir de la ciutat. No esperaran al proper atac a saber si els tocarà a ells o si no arribaran a temps al refugi. Posen roba d'abric a les maletes i als nens els deixen agafar una joguina. Caminaran cap a un futur incert, potser avui dormiran sota les estrelles, però serà un cel d'on no cauran bombes.
En començar el camí es giren per darrer cop. Deixen la seva llar, l'ampli menjador assolellat, les habitacions on reien i jugaven, la cuina on menjava tota la família i on va quedar oblidada, com a petjada d'un ahir amb somriures d'infants, la taca de xocolata.

M.Carme Marí (Espanya)


DESPIERTO Y DUELE

Desperté. Tardé en abrir los ojos. No quería desperezarme. Me sentía muy bien y me daba pereza. Solo me incomodaba un poco el notar la presencia de sudor en mi cuerpo. Me sentía feliz: había tenido un sueño muy agradable. En cuanto abrí los ojos…Realmente no llegué a abrirlos. Solamente separé un poco los párpados superiores de los inferiores…Y volvió aquel sentimiento de tristeza de los últimos meses que el sueño de aquella noche había conseguido alejar y hasta hacerme olvidar. Vi las paredes de plástico de color naranja de la tienda. Ya sabía dónde estaba. Un rayo de sol me estaba calentado los pies. Se oían voces de otros niños que jugaban fuera. Pero no me apetecía jugar con ellos. No me apetecía ninguna cosa. Solo llorar y seguir llorando.

Óscar Millán Vivancos (España)


YO NO SONRÍO

Me duelen los pies. Llevamos horas en la cola. No avanzamos. O avanzamos tan lentamente que parecemos no avanzar. Y así cada día. Y llevamos semanas así. Ya ni recuerdo para qué era la cola. Otra vez nos han sacado una foto. Los periodistas no nos dan nada, pero sí que se llevan fotografías nuestras. Vienen, se ponen serios y hacen fotos. Después se van. Se alejan charlando tranquilamente. Se ve alguna sonrisa en sus caras. Es la diferencia. Nosotros llevamos ya meses sin sonreír. Nadie sonríe. No recordamos cómo se hacía. Los periodistas vienen, ponen cara seria, por un momento les preocupa el mundo tanto como a nosotros, pero en pocos minutos vuelven a ser libres, pues se alejan. Y de nuevo ya todo da igual. Y quiero volver a casa. Queremos volver a casa hasta que recordamos que nuestra casa hace tiempo que no es más que un montón de escombros.

Óscar Millán Vivancos (España)


EL PAÍS DE LA LIBERTAD

Nos vendieron sitio en aquel barco. Era muy caro, pero suponía la libertad.
Después de varios días sin apenas poder movernos, la embarcación, abarrotada de turistas pobres, como nosotros, se hundió, por suerte tan solo a varias decenas de vuestras costas. El salvamento fue bastante sencillo, y no se ahogó casi nadie.
Estábamos todos muy contentos: por fin éramos libres.
Sin embargo, la policía, los militares, los sanitarios…No sabemos qué pasa, no sabemos porqué, pero no nos dejan irnos. Hay alambradas, vallas metálicas. Nos ponemos muy nerviosos algunas veces, porque queremos proseguir nuestro viaje pero comprobamos que les da igual, nuestra voluntad les da completamente igual: no podemos irnos, y punto. Y cada vez somos más. Llegan más. ¿Cuándo y cómo acabará todo esto? Hay muchas cosas que prefiero no pensar. Pero yo qué sé…

Óscar Millán Vivancos (España)


GRAN HOMBRE

Cuando gobernaba nuestro señor presidente Lic. Lázaro Cárdenas en México. Un humanitario hombre, que es recordado por lo que luchó e innovó a su pueblo en el ámbito agrario y defendió el petróleo en su tierra de manos extranjeras. Una de las muchas cosas que se pueden decir de el, es los más de veinticinco mil refugiados de España que se estima llegaron en su mandato que fue en los años 1934 a 1949. El veinticinco por ciento de ellos eran intelectuales. Otros marginados por su arte, obreros, campesinos, hombres de estado, militares, empresarios. Todos ellos vinculados al Gobierno Republicano derrotado en la guerra.
Estos refugiados en México, fueron una generación enriquecedora en el ámbito de las letras, bellas arte y agricultura entre otras. Y sobre todo dejaron escritos, testimonios en libros que nos muestran su paso por los cientos de contratiempos en sus vidas y familias. Mostraron la solidaridad de un pueblo hermano que les dio el cobijo y llenó las necesidades. Lo mejor de todo fue que nos compartieron de su cultura y nos llenaron de conocimientos en el campo del arte.

Rosaura Tamayo Ochoa (México)


LAS HORMIGAS TAMBIÉN LLORAN

Jilán se sentía como una de las tantas hormigas que andaban en busca de un nuevo camino. Iba rumbo a Europa, sola. Su hermano y su madre acababan de morir en un bombardeo. No consiguió llorar. ¿Las hormigas también pueden llorar? Recordó una tarde familiar, en el jardín familiar de Damas, observando hormigas con su hermanito. “Acércate. Mira cómo cada una de ellas avanza. ¿Ves? Todas se dedican a algo. Pásame esa piedra. Esa no, la de al lado”. La colocó en medio de la hilera de hormigas. “Esto representa un obstáculo. Podrían simplemente volver de dónde vienen. Pero fíjate, siguen avanzando. No le temen a los obstáculos. Lo mismo pasa con su casa. Si la destruyo, volverán a construirla en pocos días”. Ignoraba en esos años la dimensión profundamente premonitoria de sus palabras. Nunca llegaría a ser la arquitecta más famosa de Damas. Huérfana, ¿para qué quedarse? Tampoco llevaría traje de boda para la siguiente primavera. Buscó, durante su agotadora caminata, alguna palabra que diera cuenta de su nueva realidad: era viuda sin haberse casado. ¿Las hormigas también pueden volver a encontrar el amor? Conoció el infierno de los campos de Grecia y de Serbia donde el hambre, la suciedad y el maltrato de los policías intentaron interrumpir su viaje. Pese a todo, siguió. Cuando por fin llegó a Francia, última parada de su viaje, lloró por prima vez. Se había vuelto la reina de las hormigas y le habían crecido alas. ¿Las hormigas también pueden conocer la felicidad?

Maria Josefina (Francia)


LA VERDAD

¡Estúpido!
¿Deseas casarte con la más promiscua de las manifestaciones?
¡Imbécil!
¿Quieres esculpir las estrellas con tus manos de albañil de cuarta?
¡Traidor!
¿Adoras a las deidades foráneas?
¡Cobarde!
¿Invocas una musa para convertirte en un escriba contemporáneo?
-¡Solo necesito un cuento! Tengo el derecho…
-¿Derecho? Pides demasiado. Consuélate con el honor que estoy aquí para ganarme un lugar en la historia de la literatura.

Hebert Poll Gutiérrez (Cuba)


¡NO LO HAGAS!

-¡Ama a tu pueblo como a tí mismo! -sugiere Jesús y...el alcalde lo crucifica por anticuado.

Hebert Poll Gutiérrez (Cuba)


SOS ARTISTAS

Abajo el presidente” -escribe X.
-¡Siete años de privación de libertad! -ordena el juez.
Rita, la musa preferida de X, sonríe. Delatar a los artistas que detesten el gobierno actual es su juego favorito.

Hebert Poll Gutiérrez (Cuba)


COMO USTEDES

Camino lento debido al terrible dolor en mis pies que apaga mis pasos, pero no el sufrimiento en mi alma. Semanas han pasado desde que abandoné mi hogar y aún continúo avanzando con destino incierto. Un macabro destino que se divierte con la amargada existencia de este grupo de peatones errantes. Prefiero pensar en un cruel destino y no en la malvada mano del hombre que todo lo digita, en sus frívolos líderes, en sus inhumanas corporaciones.
No puedo concebir tanta maldad en el corazón de un ser pensante, lleno de sensaciones y sentimientos como cualquiera de los miles de peregrinos ambulantes que recorremos el mundo solo en búsqueda de una vida digna. Simplemente no puedo.
Cada músculo en mi cuerpo comienza a cobrarme el precio de los días caminados sin dormir, sin alimentos y con mi adorado hijo, aún bebé, sobre la espalda. Él es el único motivo por el cual continúo en esta interminable batalla y por quién entregaría mi vida.
Al arribar a la frontera el rechazo es brutal. No somos parias o delincuentes. Somos seres humanos trabajadores y decentes como cualquier otro. Como ustedes!
Mi cuerpo finalmente se rinde, liberando mi alma para que vaya a enfrentar cara a cara al vil destino supervisor de nuestras penas. Con mis últimas fuerzas le entrego mi niño a un soldado y en mi aliento terminal, con los ojos llenos de lágrimas solo pude decir: "Y pensar que en otras épocas la peor de las condenas era el destierro." 

Matias Sánchez (Argentina)


MAURICIO

Si me pregunta cómo ese joven que se subió al bus perdió su pierna, se lo diré, porque ambos provenimos den mismo pueblito: Modesto Billar. Usted, seguro, no ha escuchado de él porque apenas si está en los mapas, menos aún después de ese día en que llegaron los paras, usted sabe, esos militares que supuestamente nos defienden de los guerrilleros y lo cercaron con minas antipersonales.

Desde ese día nadie podía entrar o salir del pueblo a menos que tuviera un mapa con la ruta que le indicaba por donde pisar para no estallar en mil pedazos, y desenterrar las minas en medio de la selva y la montaña era casi imposible. Así fue como los habitantes del pueblo se volvieron esclavos. A punta de metralla entregaban sus cosechas de fréjol o de tomate, hasta las vacas se festinaban los paras en ese pueblo.

Luego vino la amapola, la bendita droga que les hacían sembrar a los pueblerinos para despacharla al mundo. Bueno, volviendo al joven que está vendiendo caramelos, se llama Mauricio y decidió abandonar Modesto Billar una noche. Simplemente se echó al hombro una mochila y salió decidido a encontrar la ruta hacia Ecuador para solicitar refugio. Como es lógico, en el camino perdió la pierna, pero no se amedrentó, se lanzó al río y aún herido se arrastró hasta que alguien lo pudo ayudar. ¿Qué cómo lo sé?, pues yo lo mismo lo seguí desde la mira de mi metralla mientras huía. 

John Solís Rodríguez (Ecuador)


FRÍO

En la sala de espera el reloj sigue congelado en las doce y la pantalla escupe nuevas citas alfanuméricas. Nasser está cansado de escuchar lo calurosa que está siendo esta primavera, pero las miradas de los demás pacientes le transmiten demasiado frío. Él, que se vio obligado a abandonar su país, y sobrevivió a un naufragio, no soporta que ahora le llamen aprovechado. No tiene donde volver así que se refugia en sus recuerdos. Solo desea volver a andar. Quizás hasta puedan extirparle los fantasmas que cada noche, mirándole a los ojos, le recuerdan las bombas y las ejecuciones.

Miguel Ángel Molina López (España)


UNA HISTORIA PADRE E HIJO…


-A
migo, mañana nos vamos para los Estados Unidos. ¿Y el niño?…
-El viene conmigo, ¿algún problema?.
-Claro que no.
-Papi ¿falta mucho?, tengo calor.
-No hijo, piensa en lo que te voy a comprar.
Ahí iban, sesenta y cinco almas con la esperanza de una vida mejor; esa caja del tráiler creen es su pasaporte a una vida mejor. Con miedo, con sed, con mucho calor, así viajan estos indocumentados.
Hay un silencio sepulcral, miradas de miedo; el vehículo no se mueve, la desesperación se apodera.
-Papi, ¿siempre vamos a ser amigos?.
-Claro que sí hijo. –beso en la frente del chiquillo; lágrimas en los ojos, y ganas de gritar de arrepentimiento por haberlo traído-.
-Nos vamos para vivir mejor, por eso nos tenemos que aguantar tantito.
-Así es hijo…
Todos en esa enorme caja estaban muy alterados, el calor era insoportable, nadie estaba quieto, querían salir de ese infierno. Gritos y más gritos de auxilio.
-Te quiero mucho papi.
-Yo… yo también hijo.
-Papi me duele.
-¿Qué?...
-El pecho… no puedo respirar.
-No te preocupes hijo, van a venir por nosotros, si quieres duérmete, yo te despierto
-Si papi.
-¿Qué sucede, esto ya no es normal?, ay diosito ayúdame, mi hijo… mi hijo
Los diarios lo escribieron, la radio lo dijo, las cámaras de televisión tomas daban de como los iban sacando... uno por uno: sesenta y cinco migrantes murieron asfixiados, el camión fue su ataúd.
Nunca llegaron esos sueños de una vida mejor. 

Filiberto Enríquez Sedano (México)


LUENA

Luena llegó a América con tantos otros que no conocía. Los nativos hablaban en un idioma que ella no lo conocía.

Brunno Vianna de Andrade (Brasil)


REFLEXIONES DE UNA TORTUGA PROTEGIDA

Estando Mirka flotando frente a las playas turcas, con sus porosos ojos observa a lo lejos una espumosa ola escondida por la bruma de su rompimiento, al mismo tiempo reflexiona mientras se hunde un poco bajo la superficie del agua aun fresca de la playa de Bodrum. Se siente tranquila disfruta del silencio burbujeante que la rodea, sabe que cerca de la playa la protegen las leyes europeas, aquellos hombres malos que acosaron a sus antepasados, se retraen ahora ante el martillo de la ley. Sin embargo observa triste Mirka, recordando que los humanos son los únicos animales con corazón de cristal, como cachorros de hombre con rostro tostado y débil se apelotonan sobre un objeto extraño extendiendo los brazos al cielo esperando ayuda de alguien. Emiten gritos agudos como cualquier animal expuesto a la muerte y sus padres alaridos de desesperación por no poder protegerles. Se sorprende Mirka de que esos cachorros queden expuestos al albor de interés de pájaros carroñeros igual que las tortugas corren del huevo al agua sin protección, valientes…

No es Mirka una Tortuga pretenciosa que pretenda resolver los problemas del mundo y menos del mundo seco que le queda lejos pero duda del hombre que abandona a sus cachorros al siniestro encaje de la suerte que les mecerá a la muerte o a la vida, sin ayuda. Que valientes piensa Mirka….. y se zambulle dando un coletazo orgullosa de su especie, de su saber estar

Francisco Duro Blázquez (España)


AUNQUE SEA ESO

Ella aguanta de pie por un plato de comida caliente; ya no aspira a dormir en una cama porque no hay más. Pero hay duchas. Aunque sea eso. Ya no espera recibir una muda de ropa limpia y seca, porque se han terminado, pero le han dado una manta, aunque sea eso. Aguarda y cuenta los días que lleva sin comer. Aguarda y cuenta las cabezas que median para su turno. Aguarda porque solo le queda el refugio de la paciencia. Aguarda. Entretanto, ella, la cola de horas, cola de seres, con ojos brillantes ve salir flotando en el aire, un cuenco de plástico, con la pasta humeante y el chorro de salsa, sin dueño, porque ya se lo arranca al no-dueño, al no-ser, y ya saliva, ya se come su contenido, ya lo vacía, ya repite, una y otra vez, hasta que la última ración es repartida. La pasta con su salsa en cuenco de plástico tampoco ha alcanzado.
Cada estómago va entonces pensando:
“Quedan los bocadillos”.
“Alcanza y sobra”.
“Aunque sea eso”.
Recuenta las cabezas que faltan para su turno y se obliga a continuar de plantón aguardando con paciencia. “Aunque sea eso”.

Milagros Rosas Tirado (Venezuela)


POLÍTICAMENTE INCORRECTO

El incontenible el avance de inmigrantes ilegales en el continente, sobrevivientes empujados por el hambre, la desesperación y las persecuciones políticas en sus países de origen, exige urgentes medidas contra esos siniestros de riesgo ambiental. La Unión Europea aprueba una polémica ley de blanqueo de capitales, para lo cual se dotará a sus principales estados de aviones cisterna que arrojarán, por vuelo, 6.000 litros de lejía sobre París, Roma, Londres, y otras ciudades cabecera.

Nigra sum (Argentina)


PENÉLOPE

Escapar. Lo ha pensado un montón de veces. Hacia dónde? Al fin lo ha logrado. Se graduó de la Universidad, se casó con un buen hombre hace solo un mes, es una mujer “independiente”, trabaja, y aunque tiene que pagar una renta, le encanta la que ahora llama “su casa”.
Si no fuera por la maldita economía todo sería perfecto. Si no hubiera que pensar en el futuro, en los hijos por venir, en acomodar a los padres que tanto han hecho para convertirnos en seres de bien. Si no quisiéramos casa propia, carro, conocer el mundo, salir de esta isla en la que vivimos geográfica y mentalmente, si…
Si fuera así, los esposos no se sometieran a una distancia negociada por la promesa de un pronto reencuentro. No habría tantos padres separados de sus hijos, ni tantas remesas familiares para paliar la ausencia y la soledad de los seres queridos. Si fuera así, no habría amigos dispersos por tantas partes del mundo, ajenos a los pormenores de alguien a quien solían llamar hermano.
Si fuera así yo estaría ahora entre tus brazos, y habría apagado la computadora hace un buen rato, solo porque me pediste que te diera un beso.

Lia (Cuba)


EL CREADOR DE HISTORIAS

Felipe camina lentamente arrastrando sus viejas botas desgastadas.Portando un pequeño taburete, su cuaderno de trabajo, y un manojo de margaritas, no necesita más. Abre el taburete y coloca el cartón delante de él: “Una historia y una margarita por unos pocos céntimos”, puedes leer.
Juliette observa la escena con ternura desde su pequeña terraza. Lo conoció por casualidad.
La desgracia (o la fortuna), hizo que estuviera allí el día que Philippe la dejó. La historia del mono, la princesa y una simple margarita, consiguieron arrancarle una sonrisa a Juliette que no había parado de llorar desde hacía horas.
Desde entonces toman café todos los lunes, él podría ser su abuelo, y le cuenta historias sobre su vida. Es español, y tras la victoria de los nacionales en 1939 tuvo que exiliarse a Francia.

Poeta, profesor y comunista, estaba en la lista negra. No fue el único, fueron muchos los vencidos que tuvieron que seguir su camino. Y fue muy difícil. Piensa en su amigo Lorca y en sus padres fusilados por no colaborar en el interrogatorio y tiene que parar unos segundos, tragar saliva, antes de proseguir.
En Francia tampoco es fácil, lleva años ganándose la vida en las calles escribiendo historias que los viandantes, más por lástima que por curiosidad, le piden. Se siente cansado y abatido, sólo esa buena muchacha que le invita a café le anima a seguir adelante.
Juliette le saluda desde la terraza. Se pone sus zapatillas y coge las llaves.
Hoy es lunes.

Ana Pérez (España)


CIVIL

Mi historia ya la conocen. Durante la guerra civil española, los dos grandes bandos decidieron que la villa donde yo vivía se encontraba en una posición estratégica ideal para los avances militares. Pronto las calles se convirtieron en un campo de batalla y tuve que dejar mi hogar y cerrar mi pequeña carnicería para escapar del país. Atravesé media Europa caminando por vías de tren y terruños impracticables, escondiéndome de las autoridades y durmiendo entre las piedras, dilapidando mis ahorros en trozos de pan duro y dudosas promesas de protección. Así, milagrosamente, me planté en el Sur de Inglaterra decidido a trabajar donde y como pudiese, ahorrar lo suficiente para montar una nueva carnicería en un pueblecito acogedor y prepararme para regresar cuando la situación lo permitiera. Los comisarios británicos, que, según se rumoreaba, parecían desdeñar a todo migrante que no tuviera los ojos y el pelo claros, no me permitieron la entrada, a mí que sólo quería capear el temporal con un perfil discreto mientras mi pueblecito ardía. Con la connivencia de otras naciones acabaron devolviéndome a mi país, donde además comencé a ser perseguido. Uno y otro bando me consideraban simpatizante y cómplice de su contrario; los dos me tomaban por un mentiroso, cuando si una mentira he contado en mi vida ha sido la de decir ‘española’ al principio de este texto. Cualquiera que me conozca sabrá que mi pequeña aldea está situada cerca de Alepo y mi país siempre fue Siria. ¿Tan diferente es mi historia?

Manuel García Borrego (España)


REFUGIO EN UN LUGAR QUE NO LO ES

Me encuentro en un lugar diferente. Ya desde hace días dejé de sentir que yo era quién tomaba rienda de mi vida. Decidí irme. O se decidió por mí. Es como si alguien hubiera desbalanceado mi posición desprevenida al situar un puño firme y cruel en el suelo, utilizándolo para conseguirse a sí mismo soporte para tomar fuerza para arremeter, y yo quedara cayendo en este desequilibrio... Se siente como si la gravedad fuera la que me jalara, una fuerza ajena a mí.

Nada puedo hacer. Lo más mío ya no lo es… el orden de mi vida cambió. Mis raíces parecen no importar… mi yo. ¿Que el mundo está conectado? Vínculo, lo más alejado a cómo esto se siente. Pareciese que nos rodeara un cristal que solo dejara ver hacia fuera pero no permitiera a una mirada que pudiera entender adentrarse… y observarme en este entorno que no es mío y no puede serlo, no quiere serlo. Ya lo he intentado, como cuando se nos dijo de una esperanza, o una estrecha salida de la muerte, que “se podía” empezar de nuevo… En mi país veía muerte y sufrimiento a mí alrededor. Ahora parece ser lo mismo salvo que lo que está a mí alrededor no es mi hogar. ¿Qué la familia hace al hogar? La he perdido, así como perdí todo lo que conocía que tenía, que conocía… ahora solo queda lo que persistió de mí después de encontrar “refugio” en un lugar que no lo es.

Claudia López (México)


EN LA RUTA

Los ojos fijos en la ruta. La policía está cerca. Tengo que estar en forma. La policía acecha. No puedo seguir con esta panza. La camisa rota. Los pantalones sucios, manchados de barro. Corro. Alerta frente a los autos que nos pasan bien cerca. Atento. Lo más que puedo. Sigo corriendo y cruzo un tramo de la ruta. Los autos nos pasan rozando. Apenas nos salvamos. Somos varios los que corremos. A mi lado, cruzan la ruta unos cuantos como yo. Que no tienen casa, auto, familia, ni dinero. Yo tampoco tengo todo eso. Somos muchos, cada vez más, los que nos escondemos. Nos obligan a escondernos. La policía está muy cerca. Nos persigue. Nos quiere ver bien lejos. Por eso está tan cerca. Sigue cada uno de nuestros pasos. Hasta el atardecer. De noche, nos deja. La noche es nuestra. Nos pertenece. Nadie nos molesta. Hacemos lo que queremos. Escondernos. De tanto estar agazapados, a la expectativa, en la clandestinidad, ya se nos hizo hábito. Y es prácticamente lo único que hacemos. Además de trabajar, claro. Trabajar para vivir. Para sobrevivir. Trabajar en lo que podemos. En lo que nos dejan. En lo que todavía no está prohibido para nosotros. Porque aún nos necesitan. Nos persiguen pero nos necesitan. Para que hagamos el trabajo sucio. Para que limpiemos cloacas. Y lustremos los pisos con nuestras lenguas. Alguno tiene que hacerlo. Alguien. Algún otro. Alguien más. Cualquiera. Esos otros somos nosotros. Los de afuera.

Maximiliano de la Puente (Argentina)






IMPOSIBLE PERDONARTE

Simplemente cerraste mi revancha, sola lo decidiste, o no, quién podría saberlo si en tu mano se enroscaba un rosario incrédulo, un adiós de rencor.
Tu inmenso dolor sin saberlo, engendró terror, pena, miserias, nostalgias que serán compañía el resto de mi vida, ellas menos cobardes de lo que tú, y tú más valiente que yo.
Sólo me dejaste dos enseñanzas al decidir que era tiempo de percibir tu sencilla venganza. Y te perdiste en la inmensidad de la madera, detrás de tus párpados ya sin ánimo, los dos ojos color del tiempo que habíamos compartido.
Nada debía interesarte, ni nadie, sólo la búsqueda de una paz prometida por las páginas de la biblia y una inexistencia de testigos que te aseguraran que allá, en la otredad, algo sería ese descanso que no pudiste sacarme.
Yo sabía que podías pero la duda tenía dos caras, como la de una moneda, una que se vestía de cabellos largos y la otra de un varón que te hizo madre cuando eras una mujer completa.
Es imposible perdonarte porque de ti se esperaba un desenlace de sonrisa, no un telón de abandono, igual desististe, soñaste que acá era sólo el camino y tomaste por el callejón de la ilusión del Allá, ese lugar donde ahora estarás viendo cómo hacer para traernos mariposas blancas de perdón, mentiras que nos devuelvan tu olor, una sonrisa y la emoción de cada plato que creabas con el corazón. No vuelvas porque robaría toda tu eternidad.

Sergio Alejandro Furlan (Argentina)


LA PLAYA DEL FIN DE LOS DÍAS

En la agencia “Ponte el mundo por patera”, ofrecen viajes, todo incluido, con destino a un mundo mejor. El precio a pagar, en muchas ocasiones, es demasiado alto. Las plazas ofertadas son en bancada de cubierta, a pleno sol y sin límite de edad. La flota de embarcaciones que realizan el trayecto desde las costas de la desesperación hasta las de la impotencia hacen escala en la playa del fin de los días donde muchos cruceristas son recibidos, al abrigo de las olas, por representantes de países solidarios que certifican su muerte cuando se consuma el drama que acompaña el periplo de meses de travesía. Existe un glosario de términos que forman parte de lo cotidiano en la vida de los refugiados… hipotermia, deshidratación, ahogamiento, desnutrición, éxodo, mafias….todas forman parte de un universo lingüístico cada vez más habitual en los medios de comunicación generalistas. Lo más triste de todo esto es cuando esas palabras se quedan en el camino junto a las miles de personas fondeadas en el lecho marino que acoge, en un ritual macabro, de muerte y olvido las almas de mujeres, hombres y niños que una vez tuvieron raíces y ahora como hojas secas vagan cual peregrinos sin santuario dónde acudir hasta que un fuerte viento las deposita en ninguna parte.

Rafael Aracil Alemañ (España)




VIAJE EN FAMILIA

Al dejar atrás la playa y llegar al pueblecito pesquero cesaron los «clic clic» de las cámaras fotográficas; el grupo que había contratado la visita guiada se estaba empezando a impacientar. Los dos hombres, cargados con una nevera llena de latas de cerveza, insistían en seguir buscando más restos del naufragio en el arenal; no se conformaban con un triste zapato semihundido en la orilla ni con un chaleco salvavidas roto. Frau Schmidt aprovechó la parada para degustar un helado a la sombra con los niños; y los jóvenes Herbert y Klaus desaparecieron por un callejón para fumarse a escondidas un cigarrillo entre las casitas de adobe.
Pero se notaba que el murmullo general era de descontento.
Está demasiado bien conservado, sin desconchones ni abolladuras ni vías de agua. No tiene pinta de haber estado a la deriva lleno de sirios —protestaba Hilda a Andreas, el guía local, señalando un bote de madera, mientras se untaba con crema protectora el rostro quemado—. Desde luego, y perdona que te diga —prosiguió ajustándose coqueta las gafas de sol—, esta excursión es una birria.
En el autobús de vuelta al hotel, los hombres roncaban en sus asientos, con la barriga llena de cerveza. Frau Schmidt daba palmas, animando a los niños a cantar. Herbert y Klaus iban con los cascos puestos, concentradísimos en sus iphones. Y Hilda se retocaba la máscara de ojos, mirando de soslayo al guía. ¿Se habría fijado en ella aquel mocetón?
Andreas reprimía como podía las lágrimas.

Susana Revuelta (España)


EL CREADOR DE HISTORIAS

Felipe camina lentamente arrastrando sus viejas botas desgastadas.Portando un pequeño taburete, su cuaderno de trabajo, y un manojo de margaritas, no necesita más. Abre el taburete y coloca el cartón delante de él: “Una historia y una margarita por unos pocos céntimos”, puedes leer.
Juliette observa la escena con ternura desde su pequeña terraza. Lo conoció por casualidad.
La desgracia (o la fortuna), hizo que estuviera allí el día que Philippe la dejó. La historia del mono, la princesa y una simple margarita, consiguieron arrancarle una sonrisa a Juliette que no había parado de llorar desde hacía horas.
Desde entonces toman café todos los lunes, él podría ser su abuelo, y le cuenta historias sobre su vida. Es español, y tras la victoria de los nacionales en 1939 tuvo que exiliarse a Francia.

Poeta, profesor y comunista, estaba en la lista negra. No fue el único, fueron muchos los vencidos que tuvieron que seguir su camino. Y fue muy difícil. Piensa en su amigo Lorca y en sus padres fusilados por no colaborar en el interrogatorio y tiene que parar unos segundos, tragar saliva, antes de proseguir.
En Francia tampoco es fácil, lleva años ganándose la vida en las calles escribiendo historias que los viandantes, más por lástima que por curiosidad, le piden. Se siente cansado y abatido, sólo esa buena muchacha que le invita a café le anima a seguir adelante.
Juliette le saluda desde la terraza. Se pone sus zapatillas y coge las llaves.
Hoy es lunes.

Ana Pérez (España)


VERGÜENZA

En cuanto anochece, empieza el bombardeo: un niño llorando, un viejo que arrastra los pies por el barro, una mujer con un bebé en brazos… Después, una pequeña tregua para la publicidad. Hemos aguantado bien, aunque la sopa se nos ha enfriado. Papá se levanta y sirve el segundo plato. Ahora vuelven con la sección de economía, parece que el gobierno va a dedicar más recursos para ayudar a los bancos. “Para ellos sí que hay dinero”, dice cambiando de cadena. De nuevo, un niño llora tras una alambrada. Las croquetas están riquísimas.
“Lo están consiguiendo”, murmura mamá. “Ya casi no siento nada cuando los veo”. Y recoge la mesa, en silencio. Algunas veces, aún tiene el impulso de alzarse, de salir a la calle con una cizalla y romper todas las alambradas de este mundo. Pero se conforma con tuitear la foto de un cuerpo varado en la playa, y sacudir la cabeza, impotente.
Desde que papá tiene trabajo, están más contentos. Pero tienen miedo. Miedo y vergüenza. Miedo de que lo despidan, de que vengan los refugiados, de que no haya dinero para todos. Vergüenza porque no me han dicho que trabaja en la fábrica de alambradas. Por suerte, la información deportiva nos da un respiro.

Anna Lopez Artiaga (España)


CIVIL

Mi historia ya la conocen. Durante la guerra civil española, los dos grandes bandos decidieron que la villa donde yo vivía se encontraba en una posición estratégica ideal para los avances militares. Pronto las calles se convirtieron en un campo de batalla y tuve que dejar mi hogar y cerrar mi pequeña carnicería para escapar del país. Atravesé media Europa caminando por vías de tren y terruños impracticables, escondiéndome de las autoridades y durmiendo entre las piedras, dilapidando mis ahorros en trozos de pan duro y dudosas promesas de protección. Así, milagrosamente, me planté en el Sur de Inglaterra decidido a trabajar donde y como pudiese, ahorrar lo suficiente para montar una nueva carnicería en un pueblecito acogedor y prepararme para regresar cuando la situación lo permitiera. Los comisarios británicos, que, según se rumoreaba, parecían desdeñar a todo migrante que no tuviera los ojos y el pelo claros, no me permitieron la entrada, a mí que sólo quería capear el temporal con un perfil discreto mientras mi pueblecito ardía. Con la connivencia de otras naciones acabaron devolviéndome a mi país, donde además comencé a ser perseguido. Uno y otro bando me consideraban simpatizante y cómplice de su contrario; los dos me tomaban por un mentiroso, cuando si una mentira he contado en mi vida ha sido la de decir ‘española’ al principio de este texto. Cualquiera que me conozca sabrá que mi pequeña aldea está situada cerca de Alepo y mi país siempre fue Siria. ¿Tan diferente es mi historia?

Manuel García Borrego (España)


REFUGIO EN UN LUGAR QUE NO LO ES

Me encuentro en un lugar diferente. Ya desde hace días dejé de sentir que yo era quién tomaba rienda de mi vida. Decidí irme. O se decidió por mí. Es como si alguien hubiera desbalanceado mi posición desprevenida al situar un puño firme y cruel en el suelo, utilizándolo para conseguirse a sí mismo soporte para tomar fuerza para arremeter, y yo quedara cayendo en este desequilibrio... Se siente como si la gravedad fuera la que me jalara, una fuerza ajena a mí.

Nada puedo hacer. Lo más mío ya no lo es… el orden de mi vida cambió. Mis raíces parecen no importar… mi yo. ¿Que el mundo está conectado? Vínculo, lo más alejado a cómo esto se siente. Pareciese que nos rodeara un cristal que solo dejara ver hacia fuera pero no permitiera a una mirada que pudiera entender adentrarse… y observarme en este entorno que no es mío y no puede serlo, no quiere serlo. Ya lo he intentado, como cuando se nos dijo de una esperanza, o una estrecha salida de la muerte, que “se podía” empezar de nuevo… En mi país veía muerte y sufrimiento a mí alrededor. Ahora parece ser lo mismo salvo que lo que está a mí alrededor no es mi hogar. ¿Qué la familia hace al hogar? La he perdido, así como perdí todo lo que conocía que tenía, que conocía… ahora solo queda lo que persistió de mí después de encontrar “refugio” en un lugar que no lo es.

Claudia López (México)


EN LA RUTA

Los ojos fijos en la ruta. La policía está cerca. Tengo que estar en forma. La policía acecha. No puedo seguir con esta panza. La camisa rota. Los pantalones sucios, manchados de barro. Corro. Alerta frente a los autos que nos pasan bien cerca. Atento. Lo más que puedo. Sigo corriendo y cruzo un tramo de la ruta. Los autos nos pasan rozando. Apenas nos salvamos. Somos varios los que corremos. A mi lado, cruzan la ruta unos cuantos como yo. Que no tienen casa, auto, familia, ni dinero. Yo tampoco tengo todo eso. Somos muchos, cada vez más, los que nos escondemos. Nos obligan a escondernos. La policía está muy cerca. Nos persigue. Nos quiere ver bien lejos. Por eso está tan cerca. Sigue cada uno de nuestros pasos. Hasta el atardecer. De noche, nos deja. La noche es nuestra. Nos pertenece. Nadie nos molesta. Hacemos lo que queremos. Escondernos. De tanto estar agazapados, a la expectativa, en la clandestinidad, ya se nos hizo hábito. Y es prácticamente lo único que hacemos. Además de trabajar, claro. Trabajar para vivir. Para sobrevivir. Trabajar en lo que podemos. En lo que nos dejan. En lo que todavía no está prohibido para nosotros. Porque aún nos necesitan. Nos persiguen pero nos necesitan. Para que hagamos el trabajo sucio. Para que limpiemos cloacas. Y lustremos los pisos con nuestras lenguas. Alguno tiene que hacerlo. Alguien. Algún otro. Alguien más. Cualquiera. Esos otros somos nosotros. Los de afuera.

Maximiliano de la Puente (Argentina)



PASTAR.

Marché sin mirar atrás, con mi pequeño cargado en la espalda. Sola, a mi marido lo mataron. Escapé sin dinero, con la única esperanza de encontrar un lugar seguro. Jamás pensé que el Mar sería un asesino de masas; ni que el Viento fuera tan opresivo; ni mucho menos que la Tierra escupiera tantas palabras cargadas de rabia y odio. Tan sólo huíamos de una guerra, de nuestros muertos abandonados con tristeza en las cunetas. Nuestros hogares dejaron de serlo cuando las bombas empezaron a llover sobre un lugar que desde antaño ya estaba regado por lágrimas. Atrás quedó nuestro orgullo. Nos convertimos en ganado.

Javier García Martínez (España)




MOUSSA

Un jirón de sus ropas en lo alto de la alambrada de espinas: su último rastro. A merced del viento, parecía un estandarte reclamando libertad, justicia y vida.
Nada de esto encontró al otro lado.

Samuel del Amor Macías (España)

LA HISTORIA SE REPITE

Cabizbajo, sin esperanza, cansado, intento llegar a la alambrada de espinos que me separan del infierno al purgatorio. En mi larga travesía nunca me he separado de mi apoyo, un largo y redondo trozo de madera dónde descargar mi peso y mi angustia durante la larga marcha que tenía por delante. Le hablo todos los días dándole ánimos, «venga, sigamos que a cada paso que damos más cerca estamos», es la frase que repito día tras día, estación tras estación. He conocido la hambruna, el frio, el sofocante calor, pero nada me ha detenido. ¡Por fin, ahí está la frontera! Veo uniformes militares, escucho distintos idiomas, aglomeraciones de personas empujando para destruir el pasado y tener un futuro, son gritos que solo nosotros escuchamos. Políticos sin escrúpulos deciden nuestro destino, pero en ese momento me doy cuenta que soy un número más, un número que alguien pintó en mi brazo. Lloro al recordar que la historia se repite. No hemos aprendido nada.

Marián González Bobillo (España)

PEQUEÑOS Y MANJARES

La abuela Sana llama a los niños y ellos acuden a la tienda de campaña cabizbajos. Cuando abre la bolsa Ashraf y Sulaf se asoman, y ella descubre cómo cuatro ojos hambrientos vuelven a mostrar deseo. Allí está, uno de esos productos que para ellos ahora es de lujo. Sana abre un envase y, les deja mirarlo unos segundos. Toma dos cucharas de plástico, abre el manjar con sumo cuidado, despega la tapa y se lo entrega. Mientras ellos hunden las cucharas en el yogur, y se deleitan con el sabor a coco, Sana lame entre lágrimas la tapa.

Miguel Ángel Molina López (España)

EL PEQUEÑO ALAN

-Papá, ¿por qué no volvemos a casa?
Abdullah, con el rostro demacrado, lo miró con emoción a su hijo de tres años.
-Ya te he dicho que no podemos. ¿Te acuerdas de la última vez que regresamos? Tuvimos que salir corriendo por las bombas. No quedó un solo olivo en pie. ¿De qué íbamos a vivir sin los olivares?
-Sí, pero mamá podría volver a ser costurera. Y tú podrías ser el barbero de todo el pueblo…
Rihanna se acercó a su hijo y lo besó en la cabeza.
-Alan, mi amor. Estamos haciendo esto por tu bien y el de tu hermano…
Ghalib, de cinco años, los miraba en silencio. Estaba sentado a menos de un metro, pero se lo veía aislado, solo, hasta indefenso. Un brusco movimiento del bote hizo que se sobresaltara y se lanzara a los brazos de su padre. Abdullah lo abrazó y le dijo:
-Tranquilo, hijo. Pronto estaremos a salvo. En Grecia iniciaremos una nueva vida. Todos juntos.
Ghalib lo abrazó a su hermano en la semipenumbra del atardecer en el Mediterráneo. Atrás todavía se divisaba la costa de Turquía. La noche se avecinaba con su incertidumbre. No hacía frío, pero las olas golpeaban la atestada balsa y los empapaban.
***
Al amanecer, la fotógrafa Nilufer Demir caminaba por las playas de la ciudad turística de Bodrum, en Turquía, frente a la isla griega de Kos, cuando vio el cadáver de un niño sirio de tres años tirado en la arena. Alan Kurdi quedó inmortalizado.

                                           Marcelo Medone (Argentina)


HUYENDO DE LA GUERRA

Ya en Europa, nos dirigíamos mi hermano y yo hacia nuestro destino soñado. Aunque dormí durante varias horas, siento que fui hace unos minutos cuando subimos al autobús. Mi hermano mayor se acercó raudo antes de que el vehículo se detuviera completamente. Yo iba un poco más rezagado; mis zapatos quedaron inservibles de tanto caminar. Me sentía incómodo. Ni siquiera en casa me gustaba andar descalzo. Íbamos solos. Nuestros padres, con lágrimas en los ojos, se despidieron de nosotros kilómetros atrás. Nos dijeron que volveríamos a vernos en el lugar de destino. Espero que sea cierto.
Al mirar por la ventanilla, me deslumbró un poco la luz del sol, así que volví la cabeza hacia el frente. Quizás era una señal de que no debía volver atrás. Como no soportaba tanto silencio, dirigí la vista hacia mi hermano.
—Espero que podamos vivir en paz —le dije.
¿Y qué es la paz? —me preguntó con brusquedad—. ¿Acaso no es una palabra inventada por la gente?
Comprendí entonces que algo en él había cambiado.


Úrsula Melgar Arjona

LA BÚSQUEDA DE LOS QUE NO MIRAN PARA OTRO LADO

Querida Amaia:
Todos se habían levantado, a nadie le gusta ver cómo recortan sus derechos y mucho menos que le hagan vibrar el alma hasta el punto de temblar.
Eran las siete de la mañana. Había dormido pocas horas, pero no me costó levantarme. Tanto trabajo es lo que produce, te acostumbras. Abrí lentamente los ojos y miré compungido cómo mi móvil no se había cargado en toda la noche. Qué desesperación de Lunes; las cosas no podían ir peor. Me sentía sobrecargado de obligaciones y facturas. Tú eras la única medicina que me hacía sentir mejor. Lo que daría por cambiar mi vida…
Eso pensaba cada mañana. Sin embargo, con el tiempo mi deseo se hizo realidad; mi vida dio un giro.
Eran las siete de la mañana. Había dormido pocas horas, pero no me costó levantarme. Tanto miedo es lo que produce, te acostumbras. Abrí lentamente los ojos y miré compungido cómo los de nuestro alrededor no habían dormido en toda la noche. Qué desesperación, ya no sabíamos si era Jueves o Domingo. Mis oídos estaban sobrecargados de bombas y tiros. Tú eras la única medicina que me hacía sentir mejor. Lo que daría por…
Cruzamos mares y ciudades intentando encontrar la calma.
Es curioso, porque ellos matan por encontrar la tierra prometida cuando el paraíso estaba entre tus brazos.
Todavía viajo buscando que algún país me dé un abrazo de los tuyos. Te echo de menos.
Iván.


Belén Periáñez Langa.


DE VIAJE

El amanecer es el mejor momento para intentarlo, dice papá. Cada mañana, cuando aparecen las primeras luces, va a hablar con los señores de las barcas. Hoy ha vuelto con una sonrisa. Prepáralos, ha dicho a mamá. Ella alzó a mi hermana pequeña acomodándola sobre su tripa gorda y nos acercamos a la orilla. Papá le entregó un bulto de billetes al hombre alto. Montamos.  Desde entonces estoy sentado entre dos tipos,  apenas puedo respirar. Creo que han pasado muchas horas, pero no lo sé. Tal vez me haya quedado dormido. Esto se mueve demasiado. La gente grita. Mi hermana ha dejado de llorar, y mi madre de intentar calmarla.  Está oscuro y apenas las veo. Parecen dormidas. Papá llora en silencio.

Patricia Collazo

HIPERREALISMO

Para que te quede mejor, debes pintarlo despacio. Primero los bordes, así no te sales, y luego de afuera hacia adentro. Lucas, concentrado, pinta un mar azul mientras se muerde la lengua. Al llegar a la orilla contornea con sumo cuidado las olas que rompen en la playa. El sol ya brilla rotundo y despeinado. ¿Así está bien, abuelo? Miro sobre su hombro. ¿Y qué es eso, cariño?, pregunto señalando una figura informe sobre la arena. Es un niño, abuelo. Está muerto. Lo pintaré sin marcar primero los bordes y saliéndome para que no se note. Yo lo quiero dejar, aunque la profe dijo que mejor lo borrara. Nadie querrá verlo.

Patricia Collazo


FINAL DE LA TRAVESÍA

Las palabras que ha aprendido por la noche, gracias a Abdel, se le olvidan en cuanto empiezan a caminar. Como si los brazos acalambrados por cargar a la niña, pesaran más que su cabeza.
Abdel, el único que chapurrea un poco de inglés, insiste en prepararlos. Pero él apenas sueña con un plato de comida decente y una cama donde dormir. Para su niña.
Las únicas palabras que ha aprendido a decir sin olvidarlas son hija y ayuda.
Pero una mañana, comprueba desesperado que ya no necesitará saber cómo se dice hija. Cuando el grupo se pone en marcha, los mira alejarse. Ha resuelto olvidar cómo decir ayuda.

Patricia Collazo


NACIÓN DE LAS DOCE ESTRELLAS

Forjada está en hierro la muralla de espinas que cerca la libertad con sus imponentes torreones y armados defensores. Bandera de odio se iza desde la protegida patria reforzando los muros con oscuras palabras. Cantado es el himno de la intolerancia y el desprecio. Nuestro hasta el sol que amanece para recoger los cuerpos. “¡Cuidado!” Se grita allá a lo lejos. Parece que las olas vuelven de nuevo y nos regalan vestigios de futuro y sueños, nos regalan las ilusiones de los que perecieron, su pasado, sus sonrisas, las astillas de su embarcación y a sus pequeños. Y quisimos olvidar que habíamos convertido el mar en un cementerio. “¡Peligro!” Advierten los expertos, pues ya resuenan en la tierra pisadas a lo lejos. Nos amenazan con arañazos de realidad pies bañados en la sangre de los que cayeron, bocas hambrientas, ojos sin brillo, arcas de miedo. Las lágrimas riegan miles de caminos con inicio en una guerra creada por los países del derecho. Y quisimos ignorar quienes eran los causantes del destierro. No hay nombres dice la historia, ni momentos. Una vez y otra hemos perpetrado tal crimen ignorando que en nuestras raíces vivió un caminante, creyendo que siempre hemos formado parte del reino amurallado de la libertad y que nunca pisaremos con los pies descalzos el suelo. Roguemos pues no estar encaramados a la muralla algún día con nuestros hijos a la espalda ni acabar engullidos por la marea. Roguemos el perdón por lo que hemos permitido y hecho.

Cristina Gimeno Calderero


FLORS PER A PAPALLONES
I en un rampell es va omplir ma casa de papallones. Les glossata suraven per les estances, ballaven vals tristos. Algunes, a cau d'orella, murmuraven uns no sé què.
Desprès, calladament i en fila em van oferir una flor.
A cada pètal un nom
A cada nom un oblit
A cada oblit un xiquet
A cada xiquet un dol
Començava a ploure i, com la majoria, vaig agafar el paraigua em vaig posar l'impermeable i vaig eixir al carrer. Vaig tancar la porta. A dins vaig abandonar uns pensaments: 
Maleïts provocadors d’èxodes humans!
Maleïts sigueu per sempre!
Que així siga
Allà a les platges de l'exili i de l'oblit les dones continuaran parint flors per a papallones

Rosa Miró Pons


PARAÍSO

La manta oceánica se sacude con fuerza. Algunos, centrifugados por el temporal, salen despedidos. En la mochila un chándal y sueños de cornucopia. Los que siguen en la barcaza se alegran agridulce de que dejen sitio. Amaina. Van haítos del agua de mar salada que no beberán, peces voladores que no pescarán. A siniestra se encabrita una lancha veloz, cabalgada por biquinis al sol que saludan con insoportable levedad del ser. Por la derecha las patrullas dan el alto. La patera, herida por la tormenta, zozobra; entre hipocampos y medusas se despeña por caminos marinos hacia los barrancos abisales.

Mei Moran 

 
SENDAS MARINAS 

Frente al mar, el traductor vertió las palabras del árabe: -Fátima cayó con el bebé por la noche en azul del océano ya la primera noche. Los gemelos se quemaron de sal, agrietados por la sed. Y yo, poeta de desiertos, abandono la barca porque hace aguas y la costa ya no debe estar lejos-. El funcionario dobló tras la lectura, la cuartilla rescatada de la botella encontrada en la barca y la metió en la carpeta. El bote quedó encallado en la playa y se procedió a tapar con una lona el cuerpo sin vida del hombre indocumentado.

Mei Moran


PETONS AL VENT
Asseguda a la sorra, fent dibuixos amb els dits, la Ghada veia passar la nit. Sols l’acompanyaven les carícies de la lluna, convertides en els petons de la seva mare. Sabia que no podia ser ella, però es recreava en el seu record; incapaç de ser feliç d’altra manera.
Sovint, desviava la mirada envers aquelles aigües estrangeres, les mateixes que dansaven a les costes del seu país d’origen, i s’estremia en veure el seu reflex. Ella, la més riallera del poble, ara tenia el rostre banyat de llàgrimes.
A l’altra banda del mar es perdien petits bocins de terra que la foscor no li deixava percebre però que ella dibuixava a l’horitzó. Havien caminat molt fins a arribar-hi —perdent companys pel camí, fugint de l’horror de la guerra en veure que romandre al seu poble era condemnar-se a mort— i, un cop allà, s’havien llançat al mar buscant ajuda a la terra que ara trepitjava. Tot per seguir junts.
-Junts? –digué agafant amb força un grapat de sorra-. Junts, sense el pare, engolit per les ones, ni la mare? Això és junts?
S’endormiscà sobre la sorra, entre llàgrimes, aliena al fred que la impregnava i a la llum que emergia de la fina línia entre el mar i el cel; l’aurora arribava. Tancà els ulls, ignorant-la. Per què despertar-se? Però havia promès als seus germans petits que ella no els abandonaria. Qui, sinó, se’n cuidaria?

Lluitar per la vida quan la mort ha estat la teva única companya; quin misteri.


Georgina Torra Guixeras


FADRAH

La pequeña Fadrah se escondió en el regazo de su hermano Jalid. Este estaba muy serio. Algo había pasado que ella no entendía. Desde antes de la travesía, su mundo se había roto en mil pedazos. No durmieron ya en ninguna casa, y el oleaje de aquel lago tan inmenso se agitaba. La barca hinchable en la que viajaron con muchos desconocidos se balanceaba. Allí su único equipaje era el hambre y el miedo. Habían estado hacinados como granos de arena en una playa. Jalid no hablaba, solo miraba con ojos llenos de irritación y alarma. Arribaron a otra tierra y separaron a los hermanos. Jalid quiso proteger a su hermana, no dejarla abandonada pero alguien lo redujo y Fadrah quedó sola entre muchos extraños. Una mujer de piel oscura se apiadó de ella, le ofreció la mano y su calor. Pero Fadrah se escapó para correr hacia la valla metálica y ver de nuevo el mar. Puso su carita contra el metal, la apretó cada vez con más fuerza, no se atrevió a girarse. No quiso comprobar que Jalid no estaba cerca. Solo tenía cuatro años llenos de soledad. Intuyó que llorar no remediaba, por eso puso su carita contra la valla. Era el único contacto donde agarrarse. El metal era frío, sus pequeños puños quedaron agarrotados contra la malla. Antes de caer al suelo pensó en su madre. Quería que las olas la devolviesen al otro lado para poder abrazarla.

Petra Dindinger Biermann


VEINTE MINUTOS

El metal tembló violentamente con el golpe.
Un eterno segundo de silencio y la explosión de mil voces.
La pelota rebotaba en el travesaño y se iba por el lateral.
Veinte minutos y serían campeones.

Los ojos del mundo estaban sobre él. Adorando su peinado, sus pendientes y su postura.
El mundo entero escaneaban sus tatuajes, su bronceado, su calzado de colores estridentes.
El inconfundible número 7 en su espalda.
en otro lugar. Lejos de las luces y los flashes. En la oscuridad infinita.
Desdibujados entre la bruma miraban pacientemente como se alejaba la guardia costera.
Baktun estaba agazapado y el frío lo acariciaba hasta lastimar.
Cuando el foco reflectivo se perdió en la niebla y la distancia fue prudente, se tiraron en silencio y nadaron.
Veinte minutos y serían libres.
Nadaron hasta que dolió. Hasta que los músculos se volvieron enemigos.
Nadaron hasta que la libertad se transformó en una palabra angustiosa y delirante.
La rudimentaria embarcación se alejaba y la distancia era infinita.
Estaba por rendirse cuando estiró la mano y la sintió. La había alcanzado.
Su cuerpo agotado flotaba sin soltarse de la patera.
El metal tembló violentamente con el golpe.

Desde el agua pudo ver la embarcación militar bloqueando el paso.
Un eterno segundo de silencio y la explosión de mil voces.
Algunos volvían al agua y trataban de alejarse.
Baktun flotaba sintiendo el calor de sus lágrimas.
Mañana solo habría un titular…
Real Madrid CAMPEON.

Santiago Navratil 


NOS QUEDAMOS EN SILENCIO

Hortensia estaba sentada en el sillón del comedor, el termostato de la calefacción marcaba 22ºC. El día había amanecido frío, gris y lluvioso, típico del invierno londinense. Una gota comenzó a escurrir por el cristal uniéndose con más gotas hasta formar un hilo de agua.
En Chile ahora es verano —dijo con la mirada perdida.
¿Habla conmigo Hortensia? — le pregunté mientras recogía la mesa.
No, mija, hablaba con mis pensamientos. Cuando nos hacemos viejos lo único que nos queda son recuerdos; buenos y malos, son nuestro tesoro. Llevo viviendo en esta ciudad cuarenta y dos años y sigo añorando Chile. No pude visitarlo por la dictadura. Perdí a mis padres y no asistí al funeral a darles el último adiós. Esso duele más que el reuma y la artrosis, mija —hizo una pausa para volver a perderse en su mundo —. Cuando por fin se instauró la democracia, el médico me aconsejo que no viajara. Mi cuerpo no tiene fuerzas para volver a pasear por las calles de Santiago, pero daría lo que fuera por regresar a morir junto a los míos. Qué contradicción, hablo de morir en él, cuando lo dejé por miedo a que me asesinaran después de pasar años en la cárcel sufriendo tortura. Hasta con los muertos de acá sería una refugiada, qué chiste, ¿no crees? —hizo una mueca de amargura.
Las lágrimas, al igual que la gota del cristal, comenzaron a correr por sus mejillas, tragué saliva para contener las mías.


Marijo Alba Sánchez




DESEOS EMBARRADOS

Solo un leve paso por la frontera, que limitaban en unas alambradas injustas, nos impedían alcanzar el mar. Nosotros, los refugiados de nombre y apellido, ahí estábamos aguantando lo que la vida nos ofrecía en esa espera y lo que la muerte nos decía. Veíamos, cada día, como se arrancaban a Jirones tela y piel al intentar cruzarlas tras un breve descuido de los agentes, como las lágrimas asaltaban las bocas hambrientas de los más inocentes y como persistía el dolor en unas miradas colmadas de impotencia y rabia.
Hasta nosotros llegaban los gritos de alegría de los que lograban llegar a la patera, lo mismo que las noticias de un nuevo hundimiento de ellas. Sentíamos nuestros derechos mojados y pisados en un lodo que se tornaba inhumano, en una tierra que ni siquiera era la nuestra. Pero ahí estábamos condicionados por una guerra, por una fe, por una raza que vestía nuestro destino de negro y jugaba con el azar de la supervivencia.
Mañana hace un mes que crucé la cerca y hoy puedo contarlo. Pero mis noches siguen siendo presa de ese olor nauseabundo que se desprende de unos individuos que dicen ser personas y deciden que nosotros solo seamos un juguete roto entre sus manos.


Mª Belén Mateos Galán 





LARGO TRECHO…

La ausencia de brisa y un sol hacían detestables la travesìa en ese camiòn, parecido a una chatarra. Con los rayos la chapa hervía convirtiéndole en una estufa. Aceleraba y frenaba tornando el viaje en pesadilla para los ocupantes. El motor se detuvo y Mahmud despertó; quiso pararse, pero un espacio ìnfimo le prohibiò estirarse. Estaba al lado de su padre. Su madre y hermana ocupaban otro extremo dentro del atestado transporte. Un aire cargado a olor acre entremezclaba fluidos humanos con podredumbre. Todos estaban inundados en un sudor apestoso; una bocanada podrìa provocar una emèsis aùn entre aquellos inmunes a efluvios asquerosos. El progenitor le abrazaba con vigor, tratando de separarle de algo malo, aùn no visible para nadie. El crio no soportò, abrumado se rindió.
-Papà! Necesito bajar! Me estoy cagando, no aguantarè !
El padre pidió que estuviera callado, advirtiéndole con su índice. Mahmud comenzó a hipar a todo pulmòn, pataleando en su escuàlido dominio. El sorprendido hombre no pudo retenerle y el chaval brincò del camión en marcha. No tardò el ascendiente en copiarle ante los ojos pasmados de la madre quièn gritaba que detuviera el trasto su marcha. Nadie le parò. Mahmud incitado por el peristaltismo corrió tras unos arbustos patèticos; vaciò sus intestinos en violenta descarga. Su padre le observò cabizbajo; volteò y vociferò a gañote a la familia que se distanciaba que se verìan en la venidera parada.
-No querìa cagarme encima- apenado, se disculpò.
-Descuida, hijo-. –Nos tocarà caminar un largo trecho...!

Miguel Amilachwari B.


PRIORIDADES

¿Quién no ha soñado con ser invisible alguna vez? Podrías colarte en el cine o entrar en el despacho del profesor de matemáticas y buscar las preguntas del examen. Enterarte de lo que dicen tus amigos a tus espaldas y viajar gratis en tren, en avión e incluso, puestos a soñar, en un barco pirata. Aunque lo primero que haría yo sería saltar la alambrada y quitarme de encima esta angustiosa sensación de que nadie me ve.

Margarita del Brezo

FALTA MOLT, PAPA?

-Falta molt, papa? –repetia el meu fill Omar, de sis anys, cada cinc minuts del curt trajecte en cotxe entre Damasc i Al Nabk, on visitàvem, un cop al mes, la família de la meva dona. Jo sempre el responia que no, de manera metòdica i pacient, fins que a l’enèsima repetició perdia els nervis i el tallava amb un renec.
-Falta molt, papa? –em va dir una única vegada l’Omar, de set anys, en el llarg i tortuós viatge a peu que ens havia de portar de Damasc a la llibertat.
-Falta molt, papa? -ressona dins el meu cap, una i una altra vegada, mentre viatjo entre una multitud d’ànimes anònimes que deambulen amb les il·lusions trencades, dins d’un autobús turc merdós que ens porta des de ves a saber a on ni m’importa fins a on no ens vol ningú.
-Falta molt, papa?
Regalaria aquesta vida, que ja no necessito, per escoltar aquestes tres boniques paraules del meu estimat Omar, que avui tindria vuit anys.
Sergi Sampere


FRÍO EN EL PARAÍSO

Las calles del pueblo se llenan de poca gente, en la mañana, debe ser porque la temperatura ha bajado por estos días, aunque el invierno no comienza. Ella junta dos cajas de cartón que le sirven como mesa y la banca es su asiento. Toda la mañana sentada sin decir nada, ofreciendo a ratos los calcetines o gorros que fue a comprar a la Capital, a ese dato que le dieron sobre importadoras chinas, éstas sí que parecen controlar ciertos sectores. Éstas tuvieron otra suerte en este país. Nadine fue destinada a vivir en Casablanca, un pequeño pueblo al sur del mundo. Lejos quedaron los días de calor en la isla, la humedad tropical la cambió por una densa neblina que hace sentir sus grados bajo cero. El mar se transformó en cerros cubiertos de viñedos. Y aquí, en este tranquilo pueblo, lo que parecía ayuda, ahora se siente más a abandono. Nunca pensó que terminaría como vendedora callejera, nunca pensó que terminaría en otra nación, con otra cultura y con otro clima. Nunca pensó que al parecer su Gobierno y su familia la han ido olvidando con el pasar de los meses, creyendo que le entregaban un pase al paraíso.

Jorge Andrés González Retamales (Chile)



NADIE DEBERÍA LLORAR DE PENA

Rosas blancas, pasos pesados,corazones que lloran.
¿Por qué?¿Porqué tenemos que ser nosotros mismos los únicos causantes de todas nuestras desgracias? Vestimos exquisitas sedas, somos poseedores de todos nuestros caprichos, pero nunca caminamos más allá, nunca pensamos, ¿Qué será de los otros? Vivo en esta sociedad hipócrita, recibo diplomas por participar en programas en los que no quiero participar ¿Diplomas por qué? ¿Por asentir y no judgar la mala conciencia?¿Qué sentido más horrible tiene eso?
¡Neguémonos!¡Yo me niego! Me niego a aceptar que millones de niños y niñas como mi hermano, de ancianos como mis abuelas, de adolescentes como yo, y de pobres adultos como mis padres, deban vivir, sin sentir la vida, me niego a pensar que deban sufrir.
¡Sería tan fácil!, vivir en paz. ¡Sería tán fácil conseguir que todos fuésemos compatriotas da la vida! ¡Pero ahí estamos siempre nosotros! ¡preparados para poner obstáculos! ¿Por qué hemos de poner barreras a la felicidad?
¿Por qué han de llorar esos corazones? ¿Porqué debemos tener nosotros corazones que no sienten?

Lucia Pardo Cervan


EQUIPAJE


Cerraron mis maletas; te vas, me dijeron. Un segundo después ya añoraba la vida como la había conocido hasta entonces. Si de mí dependiera, querría seguir aquí por siempre, pensaba. En cuanto estuve solo, cerré los ojos y acomodé mi cuerpo al espacio cada vez más estrecho de un lugar que ya no era el mío.

Manolo Ortiz Soto




JUICIO IMPOSIBLE

Recuerdo cuando era abogado, en Alepo. Eso fue hace cuatro años, aunque parece que haya pasado una eternidad. Ahora tengo suerte de estar vivo en este campo de refugiados.
Es tan injusto, pero… ¿a quién demando por ello? ¿A quién reclamo que me devuelva mi anterior vida, mi casa, todo lo que he perdido? ¿Quien responderá por el futuro de mis hijos que queda colgando en el aire? ¿A quién llevo a juicio por el inmenso drama humano de mi pueblo?
¿A los que facilitan las armas a uno u otro bando? ¿A los que ponen alambradas para que no entren mis compatriotas en su huida de la guerra? ¿A los que no buscan soluciones sino que esperan que por arte de magia cese la llegada por mar de más embarcaciones?
Y mientras tanto, seguimos sufriendo…


M.Carme Marí (España)


MIS BOTAS
¡Chop, chop, chop, chop! ¡Por fin puedo chapotear! ¡Me han regalado las que yo quería! Cumplo seis años y papá me ha traído las botas perfectas: rosas, con la cara de Peppa Pig en cada lado y con un cierre en la parte superior para que no entre el agua. Me están un poco grandes pero mamá me ha dicho que así, con unos buenos calcetines, me valdrán hasta el año que viene.
Chop, chop, chop… Anoche llovió mucho. «¡Entretente un rato, Aziza!», me ha dicho mamá. No me apetece chapotear hoy, pero lo hago porque mi madre, cuando me ve, vuelve a sonreír... Salto en uno de los grandes charcos que el agua ha formado en los agujeros creados por las bombas y me quedo quieta, observando mi reflejo… Estoy demasiado delgada, se me notan los huesos de las mandíbulas. Papá dice que parezco un perro vagabundo, y me pellizca en lo que me queda de mejilla. Hoy mis padres van de una habitación a otra, con la cara más seria que de costumbre, metiendo algunas cosas en dos grandes bolsas. No quiero irme, no quiero dejar mi casa, y mi colegio, aunque aquí me queden pocos amigos; la mayoría se han marchado o están muertos… Como Farah y Halima.
Chop, chop… Intento no pensar en los gritos chapoteando un poco. «¡Estate quieta!», me grita mamá con una voz desconocida, mientras me agarra con fuerza del brazo para que no me resbale y caiga al mar. Es de noche y no veo nada, pero la barca en la que viajamos está cada vez más llena de agua. ¡Menos mal que he venido preparada con mis botas! Pruebo a pensar que es sólo agua, que no me va a pasar nada… Pero tengo mucho miedo. Ahora diviso una luz al fondo, y alcanzo a escuchar: «¡Estamos aquí!»
Chop,… Escucho el sonido de la lluvia caer sobre los charcos… Ya no celebramos nada, ni los cumpleaños. No sé en qué día estamos. No voy al colegio desde que nos fuimos y mamá no encuentra otras botas para ponerme. He crecido mucho y la ropa que trajimos no me vale… Ni siquiera mi abrigo. Tengo que pasar la mayor parte del tiempo resguardada con una manta en el fondo de nuestra tienda. Ojalá no me hicieran daño mis botas…
¡Chop, chop! ¡Tengo unas botas nuevas! Bueno, no sé si son nuevas realmente, pero para mí son las mejores. Son azules, con un ribete verde en la parte alta y no tienen cierre, seguramente les entre el agua, ¿pero qué me importa? ¡Me quedan perfectas! Las ha traído Emma, una chica italiana que viene de una ONG. Siempre que me ve me da una de las piruletas que lleva guardadas en su chaleco, y hoy también me ha dado un abrigo. Miro de reojo a mamá… «Mamá…», le digo. Me mira, sonríe y entonces sé que puedo salir a chapotear como antes, cuando no nos llamaban refugiados.  

María Requena (España)