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Fotografía de Víctor Aranda |
Las
monedas sociales, también conocidas como monedas alternativas, deben su
nombre a que no están controladas por los gobiernos, los bancos
centrales u otros poderes económicos. Simplemente un grupo de
personas se inventa un sistema monetario y decide usarlo para
intercambiar bienes y servicios. Pero a la hora de la verdad, ¿sirven
para algo?, ¿o simplemente son como un florero en medio de la
deforestación capitalista?
Para
valorar las virtudes de las monedas sociales primero puede ser
interesante conocer al enemigo al que se enfrentan, es decir, saber
cómo funciona la economía de mercado.
Si
pensamos por qué necesitamos dinero, descubrimos que no
necesitamos dinero, necesitamos cosas como ropa, comida, un lugar
para dormir ... y servicios como un electricista para reparar nuestra
lavadora, un profesor de inglés y otros bienes y servicios para
sobrevivir y, con un poco de suerte, ser felices de tarde en tarde.
En
el sistema capitalisata para conseguir todo esto necesitamos dinero.
Así que tenemos que trabajar para ganar ese dinero. Cuando
lo conseguimos, y con él solucionamos nuestros problemas,
descubrimos que tenemos nuevos problemas y todo vuelve a comenzar.
Vivimos en un círculo vicioso.
Este
círculo nos plantea a los ciudadanos, perdón, a los consumidores
(los ciudadanos ya hace tiempo que hemos sido ascendidos a
consumidores) tres pequeños contratiempos.
1.-
Nosotros no decidimos cuánto tiempo hay que trabajar para ganar
suficiente dinero.
2.-
Nosotros no decidimos el precio de las cosas y servicios que
necesitamos.
3.-
El más grave. Nosotros no decidimos lo que necesitamos. Las grandes
empresas, con su publicidad y su márketing, son capaces de
inculcarnos nuevas necesidades. Un ejemplo de esto son las empresas
de telefonía móvil que nos hacen comprar cada año nuevos
terminales con nuevas opciones que, de repente, nos son
indispensables.
Pero,
¿las monedas sociales solucionan estos tres problemas?
La
indiosincrasia del dinero alternativo es que está pensado para la
economía local. Tiene una cantidad limitada de usuarios que
normalmente viven en la misma ciudad. Estos usuarios deciden el
precio de las cosas compradas con ese dinero y también el valor de
su trabajo. En este sistema no hay mediadores que ganen dinero sin
esfuerzo. Por lo tanto, con el dinero social podríamos solucionar
los dos primeros problemas ya que somos nosotros los que decidimos
cuánto cuestan las cosas y cuánto vale nuestro trabajo. Respecto al
tercer problema nada puede hacer.
Pero
no todo son ventajas. En realidad abundan las desventajas. Hay tres
maneras de obtener dinero social. Uno es la venta de productos que
uno mismo ha producido. El segundo es trabajando para otro usuario de
la misma moneda social, y la última opción es cambiando dinero "normal" (euros, dólares, libras, etc) por una moneda social. Por
ejemplo todas las semanas los productores pueden ir a un mercado
local y vender sus productos a otros usuarios de este dinero. Esta
forma de funcionar hace que la principal desventaja de las monedas
sociales sea que sólo puede ser utilizado por pocas personas, para
comprar pocas cosas, en pocos sitios. Mientras los poderes económicos
mantengan la “potestad” de generarnos necesidades, será difícil
que las monedas alternativas hagan honor a su nombre convirtiendose
en una alternativa real.
La
respuesta entonces, ¿cuál es? ¿Sirven para algo las monedas
sociales?. Mi modesta opinión es que euros, libras, dólares y los
otros sistems monetarios nunca serán sustituidos por el dinero
social, sin embargo éste puede llegar a ser útil para los consumidores como una muestra del poder que tienen, latente pero poder. Con el uso de la moneda social, los consumidores están
avisando al poder económico, le están mostrando que existen otros
tipos de economía. Ésa es su utilidad.