lunes, 15 de diciembre de 2025

Umbrales de mezquindad

 


La falsa humildad, la vanidad, el victimismo, el egoísmo, el abuso de poder, la deslealtad, la mentira o la avaricia no tienen muy buena prensa, despreciamos a aquellos que la practican en cuanto las detectamos. Olvidamos al hacerlo que no somos invulnerables a ellas; son consustanciales a la condición humana. Nadie nos puede asegurar que nunca llegará una situación en que no podamos evitar caer en ellas.

El problema es la reiteración. Sobrepasar cierto umbral de uso de la falsa humildad, la vanidad, el victimismo, el egoísmo, el abuso de poder, la deslealtad, la mentira o la avaricia nos puede enviar a los márgenes más oscuros de la sociedad. Todos desconfiarán de nosotros y estaremos perdidos.

El PSOE empieza a sobrepasar ese umbral. La desconfianza le acecha. Empieza a sostenerse solo por la mediocridad general de la clase política que le rodea en los bancos de la oposición. Con algunos logros incuestionables como una hoja de ruta admirable en la salida de la crisis del coronavirus, la lucha contra la precariedad laboral, convertirse en la locomotora económica de Europa, o con algunos hitos de dignidad: convertirse en contrapunto a la ola ultra, el reconocimiento de Palestina, la tenue y casi solitaria resistencia al matonismo de Trump.

Nada de todo eso le va a servir. Amenaza con autodestruirse con esa costumbre cíclica de aupar en sus estructuras internas a los personajes más mezquinos, que soslayan algunos de sus principios básicos (la igualdad, la lucha contra la corrupción), o a adláteres del poder caciquil que no hay forma de disolver en este país; ese que en estos tiempos modernos cobra forma de empresas energéticas, bancos o constructoras.

Es un partido que hace tiempo que afea la S y la O de sus siglas. Siempre demasiado próximo a las élites económicas de lo que aconsejaría su ideario. Algo que siempre acaba pagando. Ha tenido la suerte de no contar con mayoría absoluta y por tanto verse obligado escuchar a las formaciones más progresistas, pero ni así ha podido evitar el goteo insoportable de mezquindad de las últimas semanas.

Es la condición humana. Conocerla es lo primero que debería pedirse a los responsables políticos: para así saber rodearse. El poder corrompe. Sí. Todos tenemos un precio. Sí. Todos podemos caer en la vanidad, el egoísmo, el abuso de poder, el victimismo, la falsedad, la deslealtad, la avaricia… Sí. Pero hay que rodearse de aquellos que sean menos vulnerables, aquellos que sean más íntegros y esa es una asignatura pendiente del PSOE.

Lo peor es que al otro lado hay muy, muy poco talento y mucha, mucha regresión.

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