En este enlace podréis descargar el cartel de la convocatoria por si lo queréis poner en vuestro blog junto al microrrelato.
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LOS DOS LADOS DE LA ALAMBRADA
- ¡No lo sigas!
- ¿Por qué?
- ¡Porque no! -el hombre habla sin mirar al niño, parece más interesado en el cerdo.
- ¡Sandor, vuelve! Ven aquí. ¿Dónde vas? No hay nada que oler ahí arriba. ¿Ves hijo?, ya vuelve.
El padre, sin soltar la rienda del mulo, se adelanta unos pasos para salir al encuentro del cerdo que, precavido, baja la pronunciada pendiente lentamente. Cuando el animal llega a la altura del hombre, éste rasca el hocico del animal que ronronea agradecido.
- ¿Qué hay al otro lado, padre? -el chico ha avanzado también hasta el pie del montículo.
- Nada que nos incumba. Nosotros estamos, pertenecemos a este lado, ¿lo entiendes? -ahora sí, ahora el padre se ha acuclillado frente al chico, antes de continuar- prométeme que nunca subirás a mirar.
El hombre fija la mirada en los ojos de su hijo, buscando la promesa en ellos más que en su boca. El niño duda. No soporta la mirada inquisitiva y desvía la suya, por encima del hombro de su padre, hacia la alambrada que recorre la cresta del talud. Por fin parece decidido a responder, pero pregunta.
- ¿Al otro lado también hay que escarbar?
El padre se incorpora, suelta la rienda del mulo y acaricia su robusto cuello, provocando que un escalofrío recorra la grupa del animal. Después abre uno de los bidones de plástico que éste lleva sujetos en el lomo a modo de alforjas, extrae un puñado de los minúsculos tubérculos y los deja caer al suelo. Movidos por el hambre, los dos animales se afanan en encontrarlos entre los guijarros. Entonces el hombre coge a su hijo del hombro, dejando en la camisa del muchacho una sombra con las babas del gorrino, y empuja al chico por la pendiente.
Al llegar arriba el chico se queda paralizado. El padre prefiere no mirar y se da la vuelta. Mientras las lágrimas comienzan a brotar de los ojos del niño, el hombre le responde.
- No hijo, al otro lado no hay que escarbar.
Miguel Torija
LOS MONSTRUOS DE LA TELE
Esta noche mi padre estaba viendo las noticias en la tele sentado en su sillón favorito. De repente empezó a decir muchas palabrotas. Asustado, pausé el juego de la consola, salí de mi habitación y me fui al pasillo para escucharle mejor. Mi madre le dijo que se calmara pero él siguió insultando a las persona que salían en la tele, sobretodo a una señora alemana que, por lo visto, quiere ser la dueña de Europa. Luego ofendió también a un señor francés, uno que tiene un nombre un poco raro y al final se enfadó muchísimo con una mujer que ha subido algo que no entendí muy bien, creo haber comprendido que es la prima de un hombre llamado Riesgo y que es muy peligrosa. Volví a mi habitación, cabrearse con la gente que sale en la tele me parece absurdo, mejor hacerlo con los monstruos de mis video juegos.
Gabriele Cellai
Gabriele Cellai
SIN SOLUCIÓN DE CONTINUIDAD
Hacía ya muchas noches que se olvidaban de darme la leche antes de irme a la cama, algunos días incluso no me preparaban el almuerzo para llevarlo al colegio. Una tarde, mientras hacía los deberes llamaron a la puerta, fue como el sonido de un trueno. Comenzaron a entrar personas que no conocía: primero una mujer que señalaba su carpeta de las de pinza metálica, decía resolución judicial, la palabra se parecía a solución. Nos dijeron que cogiéramos cuatro cosas: cuatro. Un señor hizo saltar con un destornillador y a martillazos la cerradura. Mi madre lloraba, mi hermana pequeña también mientras con el tacatá se chocaba contra todos los muebles porque los habían movido de su sitio. Nos empujaban hacia el rellano pero yo me agarré muy fuerte de la pierna de un señor policía y le dije que no podíamos irnos de nuestra casa. Lo último que vi en la TV de la salita antes de que la apagaran fue un anuncio de una marca que se llamaba Lobe o algo así. Todo el rato decían guay, pumba y maravilloso mientras movían unos bolsos. Mi madre dijo que con uno de esos podríamos quedarnos en nuestra casa por lo menos medio año más. No entendí para que quería el bolso. En el anuncio todos tenían la boca muy grande. Yo creo que se les había hecho así de tanto reír.
Rosario Raro
Oho chugui iñe'ë"
(Relato poetizado en 200 palabras)
Ellos enseñaron el miedo; vinieron a marchitar las flores.
Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la de los otros.
Eso vinieron a hacer aquí los extranjeros.
Chilam Balam de Chumayel
Después de que todos los indios (…) fueron puestos en la servidumbre e calamidad (…) viéndose morir y perecer sin remedio, todos comenzaron a huir a los montes; otros, a ahorcarse de desesperados, y ahorcábanse maridos e mujeres, e consigo ahorcaban los hijos; y por las crueldades de un español muy tirano (que yo conocí) se ahorcaron más de doscientos indios. Pereció desta manera infinita gente.
Fray Bartolomé de las Casas
…el culpable de estas situaciones de acoso la tiene el "sistema neoliberal capitalista" y su exigencia de beneficio que hace que en muchas empresas "sobren personas, pero que resulta muy caro despedirlas, por lo que se decide aislarlas hasta que se marchan por iniciativa propia. Las consecuencias de este tipo de acoso moral, cometidas sobre personas competentes, cumplidoras y honradas, suele causar miedo en el entorno laboral, sufrimiento, bajas laborales o depresiones y según asegura la autora puede llegar a matarlas
Cruz Blanco
Empezó la travesía, a su paso encontraba los árboles y las lianas que crecen en ellos. Y quiso ser el viento.
Traía el rostro aun manchado por el carbón de la fábrica y esa tristeza que le recorría las venas desde hacía tiempo. Caminó hacia el monte sudándole lágrimas por los poros, iba a buscar el lugar donde el agua y la planta medicinal no tienen dueño.
Llegó a lo mero alto del monte, hizo cantar la congoera y su sonaja se mezcló con el vuelo de las aves. Miró hacia el cielo y apretó sobre el corazón los huesos de sus ancestros.
Volvió la vista hacia la tierra del estanciero, los bosques que, presumen, hoy tienen dueño… y otra vez la flauta, y la sonaja, y quiso lanzar una lluvia de flechas y piedras para liberar de aquella miseria y esclavitud a su gente.
La tristeza le recorrió el alma, el cerebro; tomó la soga que llevaba en el morral, la lanzó sobre la rama y ató su cuello. “Nos despojaron de la tierra”, gritó… se suicidó otro guerrero.
Oho chugui iñe’ë”, “se le fue la palabra”, dijo el padre del guaraní mientras bajaba su cuerpo.
Mariela Loza Nieto
V DE VALENCIA
No tendría más de quince años el que descubrió la vacuna. En realidad, no se le podía considerar un espécimen desarrollado de estudiante alborotador, aún era una cría, una larva. Solo que leía mucho y pensaba por sí mismo; poseía un don llamado sentido crítico. Llegó a la conclusión de que si les inyectaba letras adquirirían cultura, serían justos. Así lo hizo. Le bastó una sola noche para colarse en todas las comisarías de policía de Valencia y provincias circuncercanas e inocular frases en las venas de los agentes mientras dormían. Bien es cierto que muchos necesitaron casi un libro entero, pero aun así, al amanecer estaba camino del instituto donde se dirigía a recibir su dosis diaria de calefacción recortada.
Días después, los exaltados gamberros se atrevieron a manifestarse porque tenían frío (una excusa para no ir a clase, seguro). Y acudió la policía (mucha, mucha, policía) para neutralizar al Enemigo. Pero los estudiantes no sospechaban el enorme esfuerzo que se verían obligados a realizar para poder ser castigados como correspondía en justicia a tamaña insurrección. Los agentes, vacunados contra la ignorancia, se dedicaron a sacar sus libros del bolsillo y a leer e instruirse, por lo que los estudiantes debieron forcejear contra ellos para conseguir porras y botas y acercárselas a sus costillas y cejas y poder así autolesionarse. Quedó patente en mil imágenes como los incontrolados se dedicaron a provocar, insultar, golpear y lastimarse entre ellos mientras la policía (mucha, mucha, policía), impasible, leía a Tolstoi o recitaba a Lorca.
Ahora toca limpiar calles y verter flores, las Fallas están ahí (qué bonica es Valencia), pero algún día el frío volverá y la Policía (mucha, mucha, policía) terminara de leer sus libros. Y entonces…
Fran Rubio
MANUEL@
Manuel se viste de mujer para parecerse a su mundo interno, desde niño tuvo la capacidad de reconocer en el cuerpo la sensualidad femenina. Complacida, su madre, logró proyectar frustraciones, mientras el padre de intransigencias morales demanda en la actitud masculina una sola dirección.
El don de Manuel, entrelazando identidades sexuales es discriminado por todo el entorno con mirada desdeñosa y burlona. Apeló a la coherencia y se trazó un camino solitario
Menudo, vivas y divertido, Manuela, resplandece en los espejos de los bares urbanos todas las noches, el despliegue de telas, pelucas, plumas y lentejuelas, exteriorizan ingenio y fantasía de hembra atrevida, que los “chongos” llegados de los pueblos admiran desde la lujuria, hasta la suave seducción en las eventuales imitaciones de Marilyn Monroe.
Artista del camuflaje, trabaja toda la semana en la maquina de coser, las revistas de moda, dispersas por la casa, son un disparador creativo, en busca de conseguir el mejor vestido, su proyecto mas anhelado.
La pesquisa sucedió entre bambalinas, cuando dos policías se la llevaron presa por supuesta conducta inmoral. Incomunicada en una celda común compartida por delincuentes traficantes de droga, rateros, y violadores, sintió la humillación, y el desprecio en complicidad con la autoridad. Al amanecer, cansados del festín de golpes, liberaron a Manuela, mediante el expreso mandato, que se limitara a deambular en zonas para gente de su condición, establecidas por ley.
Atravesó la ciudad vacía, con andar pausado, el sol crecía entre los edificios, la luz evidenciaba los rezagos de una mala noche en el maquillaje desdibujado sobre su rostro, y el tenue brillo de una lágrima tímida
Nicky Bevilacqua
MANIFESTACIÓN ESPECTRAL
Cada noche un espantajo deambula por el dormitorio desregulando nuestro sueño, ninguneando nuestro déficit de vida, escrutando los enseres mercadeables. Antes de marcharse, abre la ventana de par en par, nos desarropa por completo, y susurra con cinismo: “Buenas noches. Soy la mano invisible de Adam Smith”.
Agustín Navarro
LUZ Y SOMBRA
-Dígame maestro, ¿como es el infierno?
-Es oscuridad, silencio, y soledad
-Pero maestro usted vive así, como puede vivir usted en el infierno si es una persona buena, ¡que injusticia! ¿O ha hecho algo muy malo para estar ahí?
-Jajaja, no, no he hecho nada malo en lo absoluto, mira el sol y veras como puede estar así también, solo un ser con mucha luz puede alumbrar el infierno; Dios nos elige para afrontar muchos retos y mientras más luz tengas quizá más tendrás que alumbrar, nunca lo olvides.
Diego Rafael Enrique Arismendi
El alguacil revisa los restos calcinados del condenado. Todavía resuena en su cabeza el alegato final del procurador fiscal: «Porque es esta mujer, guiada por el Diablo, quién ha traído la peste hasta nuestra comunidad». Acto seguido, la muchedumbre expectante profirió gritos de júbilo cuando la primera llama se hizo visible.
Tras esquivar a unos niños harapientos que se pelean por un mendrugo de pan sucio, el alguacil entra en la diócesis. Ya en el salón de audiencias, mientras certifica la defunción ante el tribunal inquisidor, percibe el aroma a fragancias exóticas, las copas de oro rebosantes de vino y los visillos de terciopelo italiano. Entonces recuerda a todos los herejes ejecutados como causantes de las desgracias que diezman a la población y le asaltan las dudas. El obispo, divino gestor, observa con detenimiento su mirada recelosa y empieza a vislumbrar horrorizado la creciente sombra de unos cuernos en su figura.
Juan Naranjo
UN ABRIGO EN LA NOCHE
Cuando llega la oscuridad el centro de la ciudad se prepara para dormir. Las sombras recorren los soportales y las luces tímidas de las farolas iluminan las calles mojadas. Pasos presurosos que repiquetean, el haz deslumbrante de los faros de un coche, rostros anodinos debajo de un paraguas, el ulular lejano de una ambulancia, los apagados escaparates de las tiendas y un par de botas negras que se detienen delante del pequeño soportal del cajero automático del banco.
- ¡Levántese ahora mismo! No puede quedarse a dormir aquí - la voz de un policía.
- Dos manzanas más abajo tiene un albergue. Está al lado de la iglesia del Sagrado Corazón. - la voz de otro policía.
El hombre se levanta, recoge uno por uno los cartones y las mantas, los dobla con cuidado y los va metiendo en un carro de la compra de desvaídos cuadros azules y negros. Viste un sucio abrigo gris de anchas hombreras que le llega más abajo de las rodillas y asomando de éste, las perneras de unos pantalones vaqueros con los bajos rotos y manchados de barro. En los pies, unos playeros cuarteados y amarillentos. Amarrada al cuello una bufanda de lana marrón. El pelo, que le nace hacia la mitad de la cabeza, es gris y encrespado y llega a mezclarse con su barba larga y canosa. La coronilla es calva y colorada como el resto de su rostro.
- ¡Venga! ¡Rápido! Que no podemos pasarnos aquí toda la noche - apurándolo uno de los policías.
El hombre que hasta ese momento no los había mirado, levanta la vista y fija en ellos sus ojos de pupilas enrojecidas y nebulosas.
- Ya va, ya…-la voz rota del hombre que se mezcla con el chapoteo de las ruedas de un coche sobre los charcos del asfalto.
El hombre coge el carrito y da unos pasos. Debajo del soportal un cartón vacío de vino tinto.
- ¡Espere! ¡Llévese también la basura!- le grita uno de los policías.
Recoge el cartón y lo mete en uno de los bolsillos del abrigo. Luego abandona la acera de los soportales y cruza la calle. Está lloviendo y para protegerse de la lluvia encoge los hombros, levanta el cuello del abrigo y agacha la cabeza. Uno de los policías vuelve la cabeza para mirar donde está el mendigo. Al final de la calle un abrigo de hombreras muy anchas con el cuello levantando se pierde en la noche.
Mercedes Suárez Aguirre
HABICHUELAS
Tramos de escalones, eso es lo que tenía ante mí cada mañana. Eran como la zona fantasma de los edificios porque nadie transitaba por ellos pero aún así debían estar relucientes, con aroma a pino, a limón o a ambos combinados. Incluso una vez al año los pulían. Cada semana limpiaba veinticuatro edificios. No me quejo. El más alto de catorce plantas, el más bajo de cinco. Algunos con portero, otros con intercomunicador. Todos con un cuartito invisible para guardar los productos de limpieza.
De arriba a abajo. Quienes nunca han fregado escaleras lo hacen al revés, enseguida se nota. En algunos me pagaban con un sobre, otros me ingresaban en el banco las horas, decían, y en tres me debían varios meses. Es un trabajo que nunca falla porque las escaleras siempre están ahí. Llevo fregando cuarenta años. Desde que a los quince cerraron la fábrica.
Hay muchas mujeres como yo. En el autobús nos reconocemos: con un bolsito pequeño en el que llevamos la bata y unas zapatillas junto a un paquete de toallitas.
Los escalones que friego los coloco unos encima de otros, son una escalera hasta el cielo, como el cuento de las habichuelas en las que Periquín encuentra muchos tesoros en el palacio de un ogro. Cuando llegue hasta allí primero le limpiaré la casa, seguro. Sé que voy ascendiendo que ya llevo ahorrados unos cientos de miles de escalones rectangulares, no me pagan a euro cada uno, qué más quisiera yo, pero en tantos años he conseguido ahorrar varios miles: eso sí, no gastando poco, gastando nada.
Cuando termine hoy, antes de volver a casa tengo que pasarme por el banco, mi vecina, que no puede salir de casa, me ha dicho que ha escuchado en las noticias algo sobre unas acciones preferidas o particulares preferentes o preferencias accionariales que es donde hemos cambiado ella y yo todos nuestros ahorros por si nos dan algo más.
Jubilación, divino tesoro, no me atrevo ni a soñarla por si se esfuma.
Rosario Raro
Cañaveral
(Relato poetizado en 200 palabras)
Pensareis tal vez, señores, que la producción de café y azúcar es el destino natural de las indias occidentales. Hace dos siglos, la naturaleza, que apenas tiene que ver con el comercio, no había plantado ni el árbol del café ni la caña de azúcar
Carlos Marx
En 1520 termina en la isla Hispañola el ciclo del oro, y comenzó el “ciclo del azúcar”.
Con la producción tropical del azúcar, el cacao o el tabaco, comienza la explotación de la mano de obra africana, de esclavos traídos para vivir y morir en los ingenios, en el trabajo que se objetivará en el valor originario del capital.
Enrique Dussel
El sol despertó temprano
y encontró al negro descalzo
desnudo el cuerpo llagado
sobre el campo
Nicolás Guillen
Una vez que se hace perder el respeto a la dignidad del trabajador, todo es más fácil. La trivialización de un maltrato focalizado en ese trabajador va a ir animando a otros trabajadores a sumarse al linchamiento hábilmente organizado e incentivado por el instigador. El comportamiento se dirige a perjudicar, castigar, minar psicológicamente y aterrorizar al trabajador usando contra él un tipo de manipulación agresiva que pretende su exclusión. Este proceso de estigmatización termina consiguiendo su propósito de presentar a la víctima ante la opinión pública como torpe, incapaz, malintencionada, o desequilibrada psicológicamente. Con ello se le hace aparecer como merecedora del castigo que recibe.
Se suele acusar falsamente a las víctimas de mobbing, por parte de los hostigadores, de todo tipo de graves incumplimientos, maldades, defectos, vicios, inmoralidades, faltas de ética y problemas de personalidad, para hacerlas merecedoras del hostigamiento.
Marina Parés Soliva
Sus pies descalzos sangraban, sentía la vida escaparse en las huellas que dejaba sobre rocas estériles, fruto del cañaveral... a lo lejos se veía la plaza del pueblo con el gentío arremolinándose.
Iba exhausto, le costaba trabajo respirar, trastabillaba, cayó al suelo. Los hombres que se habían encargado de cazarlo jalaron la soga que le asfixiaba el cuello e impedía mover las muñecas, arrastraron su cuerpo, ni una palabra salió de su boca, el negrero le había cortado la lengua para satisfacer al amo: deseaba ser servido en silencio.
Su carne se enrojecía, y lo arrastraban un metro… los grilletes. Su carne se enrojecía, y lo arrastraban, dos metros… las cadenas, el cepo. Su cuerpo se erosionaba y lo arrastraban, tres metros… cuatro, cinco… y la marca con hierros en carne viva no se borraba, erosionada su carne… como la franja del litoral.
Un nuevo jalón a la soga y cruzaron el suelo lavado: sin humus, sin sales minerales. Y la caña de azúcar se levantaba donde algún día hubo floresta.
La plaza estaba repleta, hombres y mujeres murmuraban, sonreían por la victoriosa cacería. El psiquiatra observaba:
―Dra-pe-to-ma-nía1, diagnosticó, y de inmediato dictaminó la cura: sáquenle el diablo a latigazos…
1.- El término fue inventado por el psiquiatra Samuel A. Cartwright, quien pertenecía a la Louisiana Medical Association y definió la drapetomanía (del griego drapetes “esclavo fugitivo” y manía “locura”) como una enfermedad que supuestamente padecerían los esclavos negros, los síntomas de esa “enfermedad” consistía en ansias de libertad o cualquier expresión de sentimientos en contra de su situación de esclavitud. El prestigioso Dr. Cartwright argumentó a favor de su “diagnóstico” sobre tal “trastorno mental” en el artículo "Informe sobre las enfermedades y las peculiaridades de la raza negra" publicado en el “New Orleans Medical Surgical Journal” en mayo de 1851
Mariela Loza Nieto
EL COTILLEO
Trabajo a gusto aquí pero siempre con el temor de que se enteren. Cada vez que escucho una conversación a media voz o bisbiseando pienso que están hablando de mí, que ya lo saben. Por lo demás, todo bien, mis compañeras son muy agradables, cada una de un país, así aprendo lenguas. A ambos lados de la cinta transportadora nos intercambiamos palabras, ellas me preguntan cómo se dicen algunas cosas en castellano y después me lo dicen en rumano, en árabe y las ecuatorianas se ríen porque allí siempre significa otra cosa y además sexual.
Los jefes nos observan desde la planta de arriba. Sus despachos son como balcones que cuelgan a los lados de la nave. Alguno a veces me mira fijamente y yo me estremezco porque creo que ya lo sabe. Después lo llaman por el móvil y vuelve a entrar en su garita. La planta baja es inmensa, durante todo el día llegan los camiones, solo cambia el color de sus cajas: azul, amarillo o verde, como los semáforos.
No contesto preguntas sobre mí. Me inventé entero un currículum muy breve para que me cogieran. Además no me guardé copia porque lo hice en un cíber y allí se quedó en el escritorio del ordenador por si alguien decide suplantarme. Entonces, como ni sé lo que puse, pues no digo nada para no contradecirme. No sea que estas aprendan español y se lo cuenten a los jefes. En una situación de tanta depredación como esta, nunca se sabe.
Dicen que a un escritor se le conoce por su papelera, a una sociedad por la basura. Aquí hay de todo, aunque hay que decir que las últimas semanas ya nos llega muy esquilmada. Traen toda menos la orgánica, que dicen, cada día es menos, sobre todo la de los supermercados, por la cantidad de personas que esperan a que cierren para rescatar productos que solo tienen dañado el envase -lo que nosotras clasificamos después- o demasiado inminente su fecha de caducidad. Yo no sé cuánto durará esto, pero seguro que hasta que sepan lo que soy en realidad y me pongan de patitas en la calle, sin explicaciones, ni finiquito ni paro. Aducirán que les engañé y ya está. Los jefes se pondrán como fieras cuando sepan lo de mi MBA, Master in Business Administration. Por si eso fuera poco además de Ciencias Políticas y Sociología, dos años después Económicas. Pero, mira, si no me descubren igual salgo de aquí más políglota aún de lo que entré.
Rosario Raro
Olor a guerra
(Relato poetizado en 200 palabras)
Trató de curar la carne del cedro amargo con su caricia tierna. Miró a su alrededor, todos los árboles tenían las marcas del plomo que taladró sus cuerpos.
Caminó entre ellos con el corazón empantanado de impotencia.
La joven se detuvo un instante, una flor de inírida yacía sobre las ramas que estaban pisoteadas sobre el suelo.
Levantó la flor, parecía sangrar donde el balazo le quebró el tallo.
Con paso apresurado, caminó hacia la canoa, donde ya se encontraban más mujeres y hombres Nukak. No se podía más vivir su selva ancestral. Había que huir de aquellos estruendos sangrientos.
Mientras navegaban, se escucharon nuevos ametrallamientos y explosiones.
Cerró los ojos imaginando al yaguar muerto. Deseo que su espíritu y el de su gente llegaran al hea, donde nadie muere y jamás se enferma.
Las lágrimas les abrillantaron las pupilas… cantaron y lloraron su tristeza. El río que atestiguó su nómada andar, cazando y recolectando frutos, ahora veía seguir el rumbo hacia la extinción al hombre y mujer Nukak.
Acercó la inírida a su corazón. Parecía seguir sangrando… ahora, al igual que la selva, había perdido su aroma y se le había impregnado el olor a guerra.
Mariela Loza Nieto
DE INCÓGNITO
Me veo y no me lo creo. El día de mi graduación allí tan elegante con mi traje, después de mi discurso, mis calificaciones ampliadas con todos los honores porque hay que reconocer que retóricos somos un rato. Además estas celebraciones demuestran que somos un espejo maltrecho de los EEUU o de los USA in english. En una viñeta vi una vez que aparecían los países de América del Sur como los USADOS.
Hablamos tanto porque necesitamos explicarlo todo con mucho detalle, que no se pierda ningún matiz. Había una especie de promesa social respecto a mi futuro. Iba a ser el amo del mundo, me animaban a postular para presidente: con esa planta, lo bien que hablas y lo que sabes. Y no solo me lo decía mi mamá o las vecinas. Estuve en la universidad unos años como profesor de apoyo, me gustaba mucho el contacto con los alumnos, sobre todo con las alumnas. Después gané las oposiciones y me contrataron en el ministerio. Vivía muy muy bien: parrillada los domingos, compras los sábados en tiendas de lujo, viajes internacionales... hasta que llegó la malversación de los caudales públicos que fue lo que nuestros políticos nos hicieron a todos y rumbo a la vieja España a devolverles la visita que tantos antepasados nuestros y suyos nos hicieron.
Y aquí estoy, en este autobús de la EMT en dirección al centro con mi bolsa Gucci en bandolera de donde en diez minutos sacaré mi disfraz de Dora la Exploradora y comenzaré a trabajar. Un euro por foto. No está mal. Los niños me preguntan por el mono Botas y sobre todo por el mapa, qué dónde lo tengo, que cómo me voy a orientar sin él, que me perderé. No hablo para que mi voz no los desengañe.
Rosario Raro
Sangre en la hojarasca
(Relato poetizado en 200 palabras)
La noche envolvía aquel bosque húmedo, espeso. El ruido de la motosierra había espantado a las guacamayas y apagaba la caricia melodiosa de la corriente de agua.
Mariano apresuró los esfuerzos, debía terminar antes de que el amanecer lo delatara talando en la zona prohibida.
La carne del cedro agonizaba acuchillada. El tronco crujió, lanzando un alarido de sufrimiento.
Se detuvo la motosierra, Mariano sintió un dolor fuerte en la espalda, luego sangró su vientre, una herida más en el hombro... La oscuridad le impedía ver de dónde provenían las lanzas: eran los habitantes ancestrales de la selva amazónica.
Mariano hizo varios disparos al azar, mientras, el árbol cayó sobre la tierra.
Una lágrima del joven taromenane sudó por la mejilla al escuchar el estruendo del cedro muerto, y se mezcló con la sangre que le escurría por la pierna herida; su cerbatana apuntó al cuello del saqueador, atinó.
Los balazos alertaron a otros taladores, tomaron sus armas y salieron del campamento ilegal con rumbo a donde se escucharon los disparos. Al llegar sólo encontraron el cuerpo de Mariano y un rastro de sangre indígena que se perdía entre la hojarasca del corazón de la selva.
Mariela Loza Nieto
LA MISERIA DE LA TRAICIÓN
Me sentía extraño, me revolvía en la cama, soñaba. Me invadió una pesadilla, como un designio, como el mensaje de Dios que llegaba a los profetas.
Vivía yo en un país, pequeño, solidario, culto, libre. De pronto, no sé cuándo, no sé cómo, entre el sudor en mis sábanas y mi desesperación por despertar, vi cómo una horda prepotente y uniformada invadió el Parlamento. Vi el digno discurso de pocos valientes condenando el atropello en la última sesión del recinto. Vi el forzado exilio de centenares, de miles. Vi el asesinato de varios de ellos. Vi la tortura, la cobarde desaparición forzosa, el robo, el saqueo, la humillación, la persecución, el aplastamiento de la cultura y el pensar libre. Mi boca trataba de gritar, pero no se abría, balbuceaba en la parálisis del sueño. Algo atenazaba mi garganta, mis brazos, mis piernas. Estaba obligado a Ver.
En pocos minutos transcurre un sueño, que sin embargo parecen horas, años. Años que pasaron con la esperanza de salir de aquella desgracia. Once años volaron en mi percepción, y vi cómo mi país, esperanzado ahora, contemplaba negociaciones inevitables y manejadas desde poderes muy superiores y foráneos. Vi cómo la esperanza en una joven izquierda comenzaba a quebrarse, cuando se gestaba un pacto que aglomeraba en la misma mesa a los asesinos, a los obsecuentes y oportunistas, y a aquella fuerza nueva que prometió lo que ahora estaba vendiendo. Vi como grabado en piedra un nombre: Julio María Sanguinetti. Vi pero no escuché lo que se entregó.
Seguía inquieto y febril en mi cama, mientras pasaban ante mí las imágenes, como si estuviera muerto y mi alma lo observara todo.
Vi la ingenuidad en mi país, creyendo ser libre. Vi al mencionado regir con altanería y soberbia su gobierno. Vi a la joven fuerza de izquierda, en minoría siempre, oponerse sistemáticamente a todo proyecto o ley que violaba los más elementales principios: parir una ley de impunidad a todo asesino y torturador, el crecimiento de la deuda externa, el acomodo y clientelismo político, las magras jubilaciones, el ilegal impuesto a sueldos, el acomodo nepotista, la mentira, el presupuesto desmesurado para los militares, el presupuesto lastimoso para la cultura, la estigmatización y manipuleo de los sindicatos, la entrega al Imperio. Vi la lucha de la izquierda con su discurso popular, por ganar un gobierno para los desplazados y relegados. Vi su humillación ante la soberbia que siempre gana. Vi también mi ingenua esperanza.
Sentía mi humedad en las sábanas que se pegaban a mi cuerpo.
Vi otro nombre esculpido en roca: Tabaré Vázquez. Vi su ascenso al poder en nombre de la fuerza de izquierda. Vi hechas trizas sus promesas ahora que ostentaba el poder, robado éste al pueblo ingenuo y cansado de décadas de infamias. Vi la altanería de aquella fuerza, travestida y entregada, y cómo en una patética transmutación, llevó a cabo todo proyecto infame al que antaño se opusiera. Vi entonces la inacción respecto a la impunidad, la protección a sanguinarios uniformados en aras de una supuesta pacificación y no tener ojos en la nuca (sic). Vi la invasión de poderes extranjeros que llegaron a mi país a establecerse con industrias contaminantes y depredadoras. Vi la obsecuencia del Sr. Vázquez agasajando a uno de tantos genocidas del Imperio, mientras reprimía a quienes se oponían. Vi a miles de madres y abuelas reclamando justicia para sus muertos, torturados y desaparecidos ante la indiferencia gobernante. Vi cómo aquélla izquierda dejó de existir, para convertirse en la más ferviente máquina de fabricar indignidad y traición. Vi los suelos preciosos de mi país invadidos por eucaliptus, alimento para papeleras foráneas, y miles de litros de agua pura absorbidos diariamente para su alimento, mientras los campesinos se quedaban sin ella. Vi cómo el slogan del Sr. Vázquez más para los que menos tienen, y menos para los que más tienen (sic), se degradaba en una simple utopía.
Un designio superior no me dejaba volver a la vigilia. Era como si una curiosidad dolorosa me impeliera a continuar viendo.
Vi cómo, a fuerza de rebajar hasta el más indigno fango la poca educación y cultura que quedaba en mi país, otro nombre de piedra gobernaba: José Mujica. Esperanza de cambio para algunos, desesperanza para mí y pocos de los que a fuerza de tozudez y la más elemental función humana, que es pensar, ya no creíamos en esa izquierda. Vi entonces la baja y ruin condición del Sr. Mujica, toda vez que, sin el menor pudor, profería insultos a todo el pueblo, y que desprovisto de la más elemental piedad criticaba a las viejas que siguen revolviendo para encontrar huesitos de sus hijos o nietos (sic). Huesitos enterrados quién sabe dónde, restos de asesinados cubiertos con cal viva para no ser reconocidos. Vi pues, cómo se mantenía a rajatabla la impunidad legalizada infamemente por el Sr. Sanguinetti. Vi cómo se encarceló previa construcción de un edificio especial para ellos, a cuatro o cinco, ancianos ya, que torturaron, robaron, asesinaron, desaparecieron a miles de dignos luchadores. Cárcel que no es tal, más bien un hotel con internet y televisión, en contraste con los campos de concentración donde van a parar miles de hacinados delincuentes fruto de la degradación social gestada por los poderes de turno, sin color ni patria. Drogadictos muchos, toda vez que no se combate al proveedor sino a sus víctimas. Vi en qué forma las fuerzas policiales toleran y hasta comercian con el tráfico de productos que destruyen cerebros. Vi continuar, como en épocas ancestrales, el acomodo político, la auto adjudicación de sueldos monstruosos de quienes votaban ínfimos salarios y jubilaciones. Vi su prepotencia e inhumanidad ante el clamor de la creciente miseria. Vi continuar la obra de depredación del suelo y el medio ambiente personificado en empresas siempre extranjeras, que perforaban cráteres de quinientos metros de diámetro para robarse el hierro de mi país. Vi cómo los más ricos se pavoneaban en reuniones y negocios con el Poder de izquierda. Vi a los sindicalistas burocratizados adulando al gobierno, unos con otros amalgamados en un amasijo de traición e indignidad.
Algo extraño me sucedía: no quería ya salir de aquel horrible sueño, pues empezaba a comprender.
Comprendí cómo fue posible todo aquello. Comprendí que el Poder se sustentaba en la ignorancia, en la incultura, en la más baja atrofia mental a que se había deliberadamente llevado a la mayor parte del pueblo, el que solamente así pudo llevar al gobierno al Sr. Mujica. Comprendí por qué en las calles se vivía permanente inseguridad e indefensión ante la masa cada vez mayor de malvivientes, mal educados y egoístas. Comprendí por qué desapareció todo aquello que antaño fuera ejemplo de cultura y educación. Comprendí por qué al acceder a un bus me agredían ensordecedoras músicas o vulgares programas de radio, gozados por prepotentes choferes. Comprendí por qué el pueblo perdió la capacidad de protesta ante lo injusto. Comprendí cómo todo era un gran plan para aplastar toda oposición mediante la alienación del fútbol, la murga y los tamboriles. Comprendí que el plan fue gestado en aquel pacto, aquel del Sr. Sanguinetti con los criminales que aun se protegían. Comprendí que cuarenta años de luchas y esperanzas con muertos y torturados incluidos, habían sido traicionados tan ruinmente. Comprendí por qué proliferaron enormemente aquellos que ostentaban lujosos autos, a la vez que crecían desmesuradamente los asentamientos miserables, la gente pidiendo monedas en las calles y buses de mi país.
Como si una revelación hubiera terminado, cuando vi y comprendí, pude al fin despertar de aquella pesadilla.
Ya en vigilia, vi y comprendí que todo aquello era real y presente, en mi país, en Uruguay.
Gonzalo Rodríguez
Montevideo
Uruguay
Más relatos indignados de Gonzalo Rodríguez: Aquí
Última jornada: 3 de mayo.
Nos vemos en la alambrada.
13 comentarios:
Llego tarde pero llego: http://relatosdeandarporcasa.blogspot.com.es/2012/04/microrrelatos-indignados-2-jornada.html
Te felicito Miguel, creo que he leído casi todos y he comentado en bastantes..
Has hecho un gran trabajo convocandonos. La alambrada ha quedado llena de palabras..
Voy a preparar algo para la 3ªjornada, nos vemos por las ventanas abiertas...
Besicos
Miguel, tu relato me remonta a la postguerra, los años del hambre. Es el tipo de relato que encoge el corazón. Por eso no debemos quedarnos quietos. He leído hasta tres veces el texto. Me ha gustado. Son los dos mundos actuales, los afectados y los no afectados.
Felicidades por la iniciativa
Miguel, tu relato es impresionante, mucho. Me ha recordado a un libro que está ahora de viaje, si pasas por mi blog puedes apuntarte al Proyecto Libertad que encontrarás por ahí, seguro que no te deja indiferente, aunque tardarías un poco en leerlo, todo sea dicho.
Un abrazo
Miguel, solo agradecerte la convocatoria. Me parece necesaria y me alegra las respuestas que estoy leyendo.
Tu relato deja con el corazón herido porque rezuma verdad. Felicidades.
Besitos
Enhorabuena por la iniciativa, Miguel. En esta selva bloguera es difícil sacar adelante alguna idea que realmente prenda como lo está haciendo ésta. Además ayuda a conocer más blogs afines.
Tu relato es impactante, me gusta porque el entorno es identificable (con la posguerra, o la pobreza aún reciente, generacional) y la elipsis llega con mucha fuerza.
Abrazos
¡Ojalá nunca lleguemos a esa situación! Terrible relato.
Abrazos indignados.
Hola Miguel, ya estoy de vuelta.
Enhorabuena por el relato y por la iniciativa y por el éxito que ha tenido.
Nos vemos en la alambrada, del lado de los indignados.
Gracias a todos por vuestros comentarios, felicitaciones y sobre todo por participar.
Mª Carmen, yo todavía no he podido leer ni la mitad. Gracias por tu interés.
Ximens, espero que no tengas que haber leído 3 veces mi relato porque no se entiende, je, je, je.
Anita, estudiaré tu propuesta, aunque primero tengo que leer todos vuestros microindignados.
Elysa, confío en que mi relato no llegue a ser real, aunque a este paso...
Susana, me alegra que te guste mi relato.
Lola, ojalá.
Rosana, enhorabuena a ti también, que parte de culpa tendrás digo yo. Espero que hayas descansado para estar preparada para el viernes. Suerte. A ver si podemos preparar alguna sorpresa para la última jornada...
Nos vemos en la alambrada.
Gracias por participar Gabrielle,
Ya te dije que tu relato es muy bueno. Ingenioso, irónico y escrito con solvencia. Me provoca la siguiente reflexión: No será que nos están ofreciendo como culpables del desastre a esos monstruos de la tele para salvaguardar a los verdaderos culpables. Nos los muestran en los telediario para que los vilipendiemos y que olvidemos a los verdaderos responsables.
Te esperamos en la última jornada.
Gracias por participar y por provocar que otros participen Rosario.
Me gustan tus relatos, el primero el que más. A partir del realismo nos presentas cuatro situaciones que indignan, conmueven y nos ponen de parte de los protagonistas. Me queda al leerlos una inquietante sensación: En cualquier momento cualquiera de ellos podría ser yo.
Te esperamos en la última jornada.
Hola:
Me trajo hasta aquí la mano metafórica de Ximens. Increíblemente buena selección de cuentos indignados, es un lujo.
Con tu permiso, me subo a la colina.
Un abrazo desde Argentina.
HD
Esta segunda jornada creo que ha sido un éxito de acogida.
¡¡Nos veremos en la tercera!! (es mi cumple...ja,ja...no sé si podré estar muy indignada ....).
Un abrazo
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