Escribir. Leer. Vivir.
Un ejercicio literario audaz que nos mete dentro del monstruo. Un descarnado descenso a los infiernos. Una redención frustrada.
Hay libros que se leen. La mayoría. Hay otros, pocos, que se viven. Este es uno de esos.
Hay libros que se leen. La mayoría. Hay otros, pocos, que se viven. Este es uno de esos.
Un problema para los que escribimos suele ser que no conseguimos limitarnos a leer qué hay escrito en un libro, tendemos a leer cómo está escrito. Este libro permite disfrutar del qué y del cómo. Son muy interesantes los cambios de punto de vista, en el «Antes», en el «Entonces» y en el «Nunca». Evidentemente no son algo casual (con Raúl, que me consta que se toma muy en serio la literatura, eso sería impensable). Yo, tú, ella. Ese yo, ese, tú y ese ella nos permiten vivir tres sensaciones diferentes, gracias a la perspectiva desde la que cada parte de la novela está escrita. El «yo» nos permite, más que convivir, covivir con el protagonista en el «Antes». El «tú» nos aleja un poco de la crudeza de la peregrinación por el dolor y la culpa del «Entonces». Por fin, el «ella» nos aleja definitivamente, para dejarnos claro que no hay atisbo de salvación en el «Nunca». Recuerdan esas tres partes del libro, a las de «El lector» con la forja del monstruo, el castigo y una absolución frustrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario